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Las víctimas del excura de Ciudad Real reciben con “profundo alivio” su condena firme de 30 años de cárcel

La Diócesis de Ciudad Real en una imagen de archivo

Alberto Pozas

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Las alarmas de la psicóloga que impartía cursos de educación sexual entre los seminaristas de la Diócesis de Ciudad Real se encendieron cuando habló con varios chicos de varios cursos de secundaria. Pedro Jiménez Arias, uno de los curas que impartía clases y ejercía de tutor de los chicos, aparecía en varios relatos de los menores de edad con acciones que cruzaban la línea del juego y entraban de lleno en la del abuso sexual. Casi una década más tarde el Tribunal Supremo ha confirmado 30 años para el exreligioso por abusar de siete seminaristas y las víctimas, relatan en su entorno, han recibido la noticia con alivio porque los tribunales les han creído y porque el proceso, por fin, ha terminado.

La sala de lo penal del Tribunal Supremo ha dejado claro que los tocamientos que practicó a los chicos a los que tenía que enseñar y tutelar en la Diócesis de Ciudad Real no eran “juegos”, como alegaba en su defensa. Lo hacía en la piscina o en otros ambientes con poca gente delante. No era un “inocente juego”, dice el Supremo, sino “conductas reiteradas y prolongadas en el tiempo” de abusos sexuales“ que, explican los jueces, han dejado huella en las víctimas: ansiedad, depresión y otros ”desajustes psicológicos“.

La sentencia del Supremo sella en firme la credibilidad de las siete víctimas, algo que han recibido con alivio como explica su abogado, Rodrigo García. “La sensación general que tienen todos ellos es un profundo alivio. Todo el conglomerado de sentencias parte de una misma idea: que el testimonio de los menores es verdad”, explica a elDiario.es.

Otro sentimiento es de alivio. “Por el tiempo que se ha dilatado este procedimiento. Cuando esto ocurre eran menores de edad: un tercio de la vida de ellos ha estado condicionado por la existencia de este procedimiento”, añade. Algunos de ellos tenían apenas 12 años cuando ocurrieron los hechos y seis años de proceso judicial han sido, dice, “un hándicap importante en su vida”.  

Las tres sentencias del caso revelan cómo el pedófilo intentó convencer a la Justicia de que todo había sido un complot de los siete chicos en venganza por su “rigidez” como docente dentro de la Diócesis. Ya en segunda instancia el Tribunal Superior de Castilla-La Mancha descartó de manera contundente esta posibilidad: ningún chico había visto los abusos cometidos sobre el resto, y eso según los jueces “decididamente desarma su pretendida confabulación”. Llegó, incluso, a “pedir perdón a los internos en la capilla”.

El caso no llegó a las autoridades a partir de ningún plan de las víctimas. Lo explicó el propio tribunal territorial: “La forma en la que surge la denuncia de los hechos le confiere visos de realidad: a través de los sacerdotes de los pueblos y parroquias de los seminaristas y aún de otro seminarista mayor”. La psicóloga explicó que lo que vio durante los cursos de educación sexual tampoco era un grupo de adolescentes planificando la caída en desgracia de un cura: “Expresan miedo a no ser creídos”, dijo en el juicio.

García desgrana que la investigación arrancó en ese curso de educación sexual. “Un curso cualquier otro que haya en otro centro, detectó determinadas dudas, escarbó hasta que un menor confesó. Ahí se empezó a tirar de la cuerda”, explica.  

La “maniobra torticera” del cura

En estos momentos, tal y como ha contado elDiario.es, el Defensor del Pueblo investiga decenas de denuncias de abusos sexuales cometidos en España en el seno de la Iglesia Católica, desveladas y aportadas la mayoría por El Pais. En apenas dos meses esta investigación ha abarcado a 200 víctimas y el bufete encargado ha detectado, por ahora, hasta 30 acuerdos secretos entre la Iglesia y las víctimas con pagos de hasta 5.000 euros para evitar el banquillo y los tribunales.

Rodrigo García, abogado de las víctimas, destaca que en este caso la Diócesis de Ciudad Real expulsó a Pedro Jiménez del sacerdocio antes de que existiera una sentencia condenatoria, una decisión que además fue ratificada por el Vaticano. “Ha sido absolutamente encomiable y extraordinario, a nivel español y mundial. Ha colaborado en todo con las familias. Es un caso único en el mundo que un sacerdote sea expulsado antes de que haya una sentencia condenatoria”, destaca el letrado.

Procesos judiciales largos proyectados sobre personas tan jóvenes, víctimas de delitos sexuales, derivan en lo que se conoce como revictimización al tener que revivir en varias ocasiones lo sucedido para convencer al tribunal. “Considero que desde el punto de vista de la acreditación de la prueba la víctimas tienen que verbalizar lo que ha acaecido, es el único esfuerzo que le tenemos que respetuosamente pedir”, explica su abogado. Los chicos, dice, “estaban mentalizados de que tenían que acudir a juicio a contarlo y cada uno se preparó en la medida que pudo”.

A lo largo del proceso judicial, los tribunales han rechazado los argumentos de defensa de este ya excura pedófilo. “Las líneas de defensa de cada cual son absolutamente respetuosas y muchas veces planteamos cosas que pueden salir o no salir. Pero máximo respeto”, dice el abogado de las víctimas. La Audiencia de Ciudad Real le impuso 22 años de cárcel y el Tribunal Superior regional, a pesar de eliminar algunos episodios del capítulo de los hechos probados, aumentó su condena hasta las tres décadas de presidio. Lo hizo, sobre todo, al entender que el cura se había prevalido de su condición de tutor.

Una de sus alegaciones fue que “algunas acciones se produjeron en el entorno de una charla sobre la violación del sexto mandamiento y la doctrina católica al respecto, cuando sorprende a un seminarista masturbándose”. El sexto mandamiento, el que insta a no cometer actos impuros. “Más bien responde a la maniobra torticera del autor para mostrar su papel tutorial”, dijeron los jueces de Castilla-La Mancha.

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