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Abascal, el “primo de Zumosol”

El líder de Vox, Santiago Abascal (c) durante un acto con motivo de la campaña para las elecciones de Castilla y León, este jueves en León. EFE/J.Casares

Pedro Vicente

28 de marzo de 2022 11:04 h

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Probablemente, Alfonso Fernández Mañueco pensó que una de las ventajas de gobernar con Vox iba a ser que su nueva pareja de hecho era un yogurín recién aterrizado en política, Juan García-Gallardo, sin el colmillo retorcido del anterior vicepresidente, Francisco Igea, quien le trajo por el camino de la amargura durante la anterior Legislatura.

Craso error. Formalmente, García-Gallardo está nominado a la Vicepresidencia, pero su cometido será el de un mero edecán político de Santiago Abascal, quien desde el primer momento comanda desde Madrid la operación “piso piloto”, tal como él ha calificado el pacto por el que su partido accede por primera vez a un gobierno autonómico.

No es que no se fíe de la inexperiencia de García- Gallardo, al que efectivamente todo esto le viene enorme. Es que Abascal ha decidido asumir personalmente su apuesta por convertir el pacto PP-Vox en Castilla y León en un banco de pruebas con vistas a las próximas elecciones andaluzas y a las autonómicas y municipales de 2023.

El pasado 23 de febrero, día en el que sendas delegaciones de ambos partidos iniciaban las negociaciones en Castilla y León, sorprendió la asimétrica fotografía en la que aparecían cuatro representantes del PP del máximo nivel, con Fernández Mañueco, a la cabeza, y tan solo dos de Vox, García-Gallardo y David Hierro, el procurador electo por Palencia. La foto era engañosa.

Según desveló después elDiario.es CyL, tras retirarse los gráficos se incorporó de tapadillo a la reunión Kiko Méndez-Monasterio, asesor de cabecera y enviado especial de Abascal para la ocasión. Y Méndez-Monasterio, un ultra condenado en sus tiempos jóvenes por una agresión a Pablo Iglesias, fue de hecho el que llevó la voz cantante durante esa reunión, de la que inmediatamente dio cuenta al presidente nacional.

Como fuera que después el PP ralentizó la negociación en su fallida maniobra de escamotear a Vox la presidencia de las Cortes, Abascal decidió entrar en contacto directo con Mañueco, con el que concertó un discreto encuentro en Madrid. La cita tuvo lugar el sábado 5 de marzo en un reservado del restaurante “Beker 6”, donde, entre plato y plato, ambos constataron la voluntad de acuerdo y se emplazaron como interlocutores garantes de la alianza.

Pero Mañueco no se apeó del burro de hacerse con la presidencia de las Cortes sin contar con los de Abascal, y en la víspera del pleno de constitución de la Cámara se encontró con el ultimátum de García-Gallardo: O había acuerdo sobre la Mesa, con la presidencia y una secretaría para Vox, o tampoco lo habría para la investidura, y allá cada cual si el desencuentro propiciaba la repetición electoral. Ni que decir tiene que la amenaza partía de Abascal, con quien Mañueco se puso en contacto a primera hora de la mañana del 10 de marzo para aceptar las exigencias de Vox y redactar deprisa y corriendo el “Acuerdo de Investidura” presentado al término de la sesión que eligió a Carlos Pollán como nuevo presidente de las Cortes y a Fátima Pinacho como secretaria tercera de la Mesa.

Abierta la caja de los truenos

Por si tenía alguna duda, Mañueco comprobaba ese día que Abascal se había erigido en el “primo de Zumosol” que dicta la estrategia y supervisa cada paso de su partido con respecto al pacto en Castilla y León. Lo que no sospechaba el presidente de la Junta en funciones es que su socio de gobierno se descolgara después con un conjunto de nuevas exigencias que han dejado en el limbo el pacto inicial que daba luz verde a la investidura.

De acuerdo con dicho pacto, lo único que quedaba por concretar eran las tres consejerías que asumiría Vox en el gobierno de coalición. Pero ese no ha sido el mayor problema: Agricultura, Industria y Cultura han sido las elegidas de mutuo acuerdo. La caja de los truenos se ha destapado cuando Vox ha reclamado competencias que justifiquen la existencia y el sueldo de la insólita Vicepresidencia “sin cartera” asignada a García-Gallardo.

Para sorpresa del PP, el edecán, que declinó ser el Portavoz de la Junta, pretende sin embargo hacerse con la Dirección de Comunicación, funcionalmente adscrita al propio presidente, así como con la presidencia de la comisión de secretarios generales, el órgano que filtra semanalmente los asuntos que llegan al Consejo de Gobierno. Y ante la negativa de Mañueco a ceder dichas competencias, la reacción de Abascal ha sido doble: A través del presidente de las Cortes ha congelado la convocatoria del pleno de investidura y ha puesto sobre la mesa nuevas condiciones que no figuraban en el “Acuerdo de Investidura” rubricado el 10 de marzo. Vox, que no se fía del PP y mucho menos de Mañueco, exige ahora que se detalle previamente por escrito toda la estructura y organigrama del nuevo gobierno, poniendo negro sobre blanco donde queda localizada hasta la última competencia. Y al mismo tiempo quiere ampliar el pacto inicial para dejar atados asuntos como la derogación de la vigente Ley autonómica sobre la Violencia de Género y la del decreto sobre Memoria Histórica, normativas a la que no se hacía referencia en el parco documento firmado el pasado día 10. Y solo falta que las competencias de Empleo no cambien de ubicación y Vox se encargue de enterrar el Diálogo Social, otrora seña de identidad del PP, que lo elevó también a rango de ley.

Todo ello ha puesto de los nervios al presidente de la Junta en funciones, que pretendía superar la investidura y nombrar su nuevo gobierno antes de que este viernes comience en Sevilla el congreso que aclamará a Alberto Núñez Feijóo como nuevo presidente nacional del PP. Y así debiera haber sido si el presidente de las Cortes, que el pasado 18 de marzo firmó el escrito que propone a Fernández Mañueco como candidato a la investidura, no estuviera demorando sin justificación alguna la convocatoria de la correspondiente sesión plenaria. Pollán aduce que “está a la espera de que Vox y el PP le comuniquen que han cerrado el acuerdo”, argumento que no se sostiene, ya que el presidente de la Cámara no tiene que guardar ninguna espera de ese tipo y, salvo renuncia expresa del candidato propuesto, su obligación es activar la convocatoria del pleno sin la menor demora.

Mañueco, atrapado en la boca del lobo

La realidad es que Abascal ha detectado la debilidad política de Mañueco y, valiéndose del servilismo de Pollán, ha decidido sacarle hasta la hijuela, sin pararse en barras en su objetivo de convertir Castilla y León en laboratorio y escaparate nacional de Vox.

Poco importa a estos efectos que su partido no disponga dentro de la comunidad de banquillo propio para dotar con solvencia política y técnica la nómina de altos cargos que le corresponde cubrir en la Junta. Eso es lo de menos en una formación que reniega del Estado de las Autonomías.

Llegado el momento, el “piso piloto” acogerá a un nutrido comando madrileño de la estrecha confianza de Abascal que desembarcará en Valladolid pese a no tener el menor vínculo con Castilla y León.

A diferencia de Núñez Feijóo, que se resiste a avalar un pacto cada vez más humillante, Abascal se ha arrogado el papel de “copresidente” de la Junta en la sombra. Y no solo se ha sacado de la manga nuevas y leoninas exigencias, sino que advierte que a Vox “no le temblará el pulso para abandonar la Junta si el PP incumple los acuerdos alcanzados para gobernar en coalición”. A este punto ha llegado la desconfianza entre ambas partes.

¿Hasta dónde y hasta cuándo piensa seguir tensando la cuerda Abascal, a quien le trae al pairo que esta comunidad autónoma lleve con un gobierno en funciones desde el pasado 20 de diciembre y desde el 1 de enero con unos Presupuestos prorrogados que limitan la capacidad de maniobra para afrontar los retos de Castilla y León?

Pues hasta que Mañueco, atrapado en la boca del lobo, pase por sus horcas caudinas. Su única escapatoria sería que la situación se enquiste y Feijóo se vea obligado a salir al rescate, bien para parar los pies a Abascal, bien para romper tan humillante pacto con la extrema derecha y replantearse la situación sin su concurso. En evitación de una repetición electoral que solo beneficiaría a Vox, queda la opción de intentar sacar adelante la investidura mediante una abstención pactada con el PSOE que permita gobernar al PP en minoría hasta volver a adelantar las elecciones autonómicas para hacerlas coincidir de nuevo con las municipales. De no ser así, la Presidencia de la Junta va a ser un infierno para Mañueco.

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