“Todo lo que hace una ciudad más atractiva para el turismo, la encarece”
Un turista. Pongamos de origen chino: cruza todos los kilómetros que hay desde Beijing hasta Venecia con su mapa, su cámara de fotos colgada del pecho y unos pantalones largos que, con una cremallera, pasarán a ser cortos.
En paralelo, una máscara veneciana que llega a una tienda, claro, de Venecia. De precio módico y fabricada en serie –hay un montón más como ésta, pero de diferentes medidas– descansa en una de las estanterías de la tienda de souvenirs de una de las calles más concurridas de la ciudad de las góndolas. Made in China, se lee en el dorso del objeto.
El turista y la máscara se encuentran tras el puente de Rialto. Se enamoran. Y hacen el viaje juntos de regreso a Beijing.
Así se explica el turismo global según Francesc Muñoz, profesor de Geografía Urbana en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) desde 1995 y director del Observatorio de la Urbanización. Muñoz ilustra con esta anécdota el absurdo que supone el turismo en el siglo XXI. Además, el experto en paisaje urbano, también habla de la homogeneización de la experiencia turística y de cómo ésta afecta a las ciudades; los parques temáticos en los que se han convertido algunas ciudades europeas. Entre ellas, Barcelona.
¿Las ciudades tienen paisaje?
El paisaje es la traducción de un comportamiento de un grupo de población sobre el territorio. Durante muchos siglos los grupos humanos han transformado poco el territorio; la agricultura transforma, somete a unas reglas, ritmos de producción y de violencia y tiene un gran impacto, pero la transformación es más uniforme. Esto hace que haya quien todavía confunde agricultura con medio natural. Y este hecho ha supuesto que el paisaje quedara desvinculado de la ciudad.
¿Por qué?
Nosotros, que tenemos tendencia a alejarnos de la naturaleza por incomodidad... La ciudad se piensa que no es paisaje, ¡cuando es el paisaje que más habitamos! Pero gracias al esfuerzo de muchas personas hemos conseguido incorporar el espacio urbano en el catálogo de paisajes: tanto paisaje es el Montseny como el barrio del Besòs. Tanto lo es una costa como una calle comercial. Todo territorio que muestra el comportamiento humano lo es.
Sea como sea, ¿criminalizamos el paisaje urbano?
Sí. Ponemos mucha energía en salvar humedales –y ya está bien que pase– pero nos preocupa menos la transformación acelerada y violenta del paisaje urbano. Como no es valorado, nadie pone esfuerzo en que no desaparezca. Mira lo que ha pasado con el antiguo comercio en Barcelona.
¿Cuando empieza a ser considerado como tal el paisaje urbano?
Hasta que no se firma el Convenio Europeo del Paisaje en el año 2000, nada. Aquel convenio decía que toda parcela de territorio con interés por una comunidad es paisaje. Y que no sólo nos deben interesar los paisajes de referencia o de excepción. También nos deben interesar los paisajes ordinarios.
¿Cómo se han construido estos paisajes extraordinarios y privilegiados?
Las instituciones, y por tanto, el poder, los han construido. ¿Quién ha decidido que el paisaje urbano que más nos debe interesar sea el modernista? ¿Por qué tenemos que hacer hincapié en el interés patrimonial de la Casa Batlló y no en una casa patrimonial de la calle Pere IV en el Poblenou? Aquí entran políticas y elecciones ideológicas: una clase social que tiene poder para decir 'eso sí y esto no, esto es patrimonio de primera y eso no'. Hay una tarea ingente a desarrollar para recuperar el paisaje que alguien ha decidido que no es valioso.
¿Hemos cedido nuestro derecho sobre el paisaje a las instituciones?
Sí...
En el referéndum sobre la preservación de la Térmica del Besòs participó muy poca gente...
Tenemos poca experiencia en lo que significa participar. Nos hemos empeñado en que la gente participe en momentos muy concretos. En cambio en otros muchos otros la gente no puede participar: en el diagnóstico, por ejemplo. El gran problema que tenemos es la capacidad poco explorada de la institución de empoderar a la gente. Sabemos cómo tratar las piezas concretas (Casa Batlló), colocar en catálogos de interés estas piezas concretas, pero no sabemos cómo acercarnos a los paisajes patrimoniales urbanos.
¿Por qué no sabemos acercarnos a ellos?
Tenemos un buen protocolo de actuación sobre paisajes extraordinarios pero la mayoría de nosotros no vivimos en paisajes extraordinarios. De hecho, los vivimos sólo como turistas. Una casa industrial obrera no tiene currículo para ponerla al mismo catálogo que el de La Pedrera. ¿Cómo lo haces? Necesitas una nueva caja de herramientas. Sino este patrimonio ordinario acaba quedando en manos del mercado, y el mercado no defiende lo colectivo. Debemos actuar antes.
¿Es lo que ha pasado en las tiendas comerciales del centro de Barcelona que antes citaba?
No se valora el precio de uso del patrimonio, sino el precio de intercambio, y quien pone la maleta más llena de billetes cambia el entorno...
Denos algunas pistas de esta nueva caja de herramientas.
Un paisaje ordinario no lo puedes conversar pero sí lo puedes manejar. Ver si puede formar parte de la galería de imágenes con la que te relacionas cada día. Estamos experimentando con diferentes formas: Smart heritage, por ejemplo. Cómo hacer que a partir de las nuevas tecnologías entren nuevos usos en espacios industriales. Activar el patrimonio.
¿Qué es un paisaje cultural?
Todas las culturas producen unos paisajes. Pero, como dice la frase de George Orwell... “Todos los paisajes son culturales pero unos lo son más que otros”. [Ríe] Pero no todos los paisajes sirven para lo mismo: lo que tiene de interés un molino de harina es que puede explicar la industria, la huella del trabajo, permitir a una sociedad como la nuestra –alejada de los procesos que dan lugar a las cosas– aprender simplemente mirando el paisaje. Por eso en el caso de las Térmicas del Besòs era muy importante que se quedaran: explicarán a las sociedades del futuro como se conseguía energía en el siglo XX. Además es un lugar monumental donde el individuo puede mirar la ciudad frente a frente. Un paisaje sublime, que por su fuerza natural te golpea, como los volcanes, los bosques, los océanos. Las Térmicas también son sublimes.
¿Por qué las ciudades cada vez se parecen más, es también porque no cuidamos estos espacios ordinarios?
Todas las ciudades, cuando hablan de ellas mismas, eligen sus atractivos: todas buscan destacar. Ser únicas. Pero por alguna razón, por cómo lo hacen, todas cuentan cosas muy similares: los centros históricos son muy iguales. Podríamos hacer las listas de los paisajes urbanos que se van repitiendo... “No hay nada más parecido a un centro histórico genuino que otro genuino”, les digo a mis alumnos. Esto nos remite directamente a la urbanalización.
¿Qué implica este concepto?
Los paisajes urbanos se vuelven homólogos, las ciudades se banalizan; hay una selección de las imágenes urbanas que tienen currículo para ser mostradas, y una operación de multiplicación de estas imágenes para que sean la imagen. ¿Por qué? Tenemos una gran capacidad para reproducir y copiar paisajes. Esto comenzó en los parques temáticos, los casinos... “¡Ahora puedes ir a lugares donde tienes el Far West o China de Marco Polo!”, decían los anuncios. Sabes que no es verdad, pero es un juego. El problema es que esto ha salido de los recintos de consumo. Estas técnicas han entrado en las ciudades: ¿Qué es sino una feria medieval? ¡Hay una epidemia de ferias medievales! [Ríe]
La distancia entre visitar un espacio así e ir a Disney World es pequeña...
Volvamos a las ferias medievales: pagas más por el queso. ¡Y sólo por el atrezzo! Se ha podido demostrar que lo que ocurre con este fenómeno es que se pierde la noción de lo que es auténtico. “¿Cómo pueden los turistas pasarlo bien en la Rambla?”, nos preguntamos. Porque la gente no busca autenticidad ya. Y eso en China lo saben bien: están muy familiarizados con la copia. Un turista chino puede valorar como bueno un parque temático si ha sido bien copiado. Y esto responde a que las fronteras están difuminadas: puedes tener una experiencia auténtica en un lugar inauténtico. Puedes tener una experiencia auténtica en una Barcelona inauténtica, como la de las Ramblas.
¿Qué pasa cuando una ciudad se vuelve una simple imagen?
Piensas en Venecia, no?
...
Los libros de sociología del turismo dicen que lo más importante es el destino. Y no es verdad: importa el viaje. Mis alumnos compran los billetes de avión en el último momento. Allí donde sea, irán. Quieren ir tanto a Hannover como a Milán, no importa. ¿Por qué? Porque el viaje puramente turístico no te enseña nada que ya no sepas. Hay unas imágenes urbanas que tienen más visibilidad que otras, hasta que se llega al colapso.
¿Esto ocurre con Barcelona?
Si recortas todos los edificios del centro comercial –Portal del Ángel– de Barcelona a partir de la primera planta y los intercambias por el de cualquier otra ciudad europea te darás cuenta que son iguales: franquicias de restauración y de moda. Todas iguales. La experiencia se termina protocolizando; hay un empobrecimiento de la experiencia urbana. La ciudad es un continuo de experiencias iguales, no hay nada de espontáneo.
¿Lo que nos debe preocupar finalmente es la explotación del territorio?
Siempre se deben revisar los usos y los espacios. Cuesta analizar los fenómenos como blanco y negro. Con los Búnkers del Carmel, por ejemplo, se ha quitado parte del colapso del centro. Porque mira Venecia, de nuevo, donde el centro acaba siendo un parque cerrado. Los venecianos escapan de las calles céntricas. ¿Y en Barcelona? Nosotros pasamos por la calle Canuda para no pasar por la Rambla: el Decathlon de aquella zona se beneficia de un nuevo flujo que antes no existía. Que los búnkeres se conviertan en un nuevo atractivo turístico evita en parte que el Gótico acabe siendo un recinto como el Poble Espanyol –una réplica histórica– donde no puedes comprar pan ni hacer un café. Los riesgos de tener islas especializadas para visitas son muchos.
¿Como se evita un fenómeno como el de los Búnkers?
Se debe monitorizar. Los espacios cambian los usos y las afluencias. Nadie esperaba, por ejemplo, que los turistas se movieran en Barcelona en bicicleta. El gobierno socialista insistió en hacer peatonales las calles y es muy loable. Gracias a esta inversión pública la empresa privada aprovechó para ofrecer nuevas experiencias: esto implica gestión porque nadie pide a estas empresas que devuelvan la plusvalía que se están quedando. El turismo es extremadamente dinámico y cambia los usos de la ciudad, que no lo puede seguir. Todo lo que hace la ciudad más atractiva, la encarece.
Puede pasar algo parecido con las supermanzanas?
¡Este es el reto de las supermanzanas! ¡Garantizar los precios para los vecinos! Porque si un sitio se vuelve más interesante para la vida subirá de precio. Pero confío en la gestión del Ayuntamiento.
¿Por qué?
Este consistorio tiene una virtud... Si tú colocas la agenda social en el centro, incluso el sector privado piensa que situando la agenda social en el centro tendrá margen de negocio. El riesgo es pasarse de frenada, y hacer un proyecto tan social que se olvide de que hay que hacer política urbana: una política urbana que deje réditos sociales.
¿Qué hacer en materia de turismo?
Es necesario un nuevo pacto social en torno al turismo. Aún pensamos que el turismo es algo de unos días al mes. Y no. Tenemos un grueso de población turista todo el año. Tenemos que cambiar las reglas del juego. Porque, ¿verdad que si tu eres un propietario no puedes pensar que puedes hacer lo que quieras? Porque hay una cosa que se llama Plan de Urbanismo que mira por la ciudad; hay un consenso de que toda operación urbanística debe dejar un rédito social. Y esto no ocurre con el turismo que, de manera extractora, se aprovecha de todo lo que es la ciudad. ¡Incluso de la cara de los habitantes! De si tengo cara de tolerante, de mediterráneo... En cambio, los gestores del turismo no deben devolver nada a la ciudad: tenemos una gran actividad económica que va a su bola. Hay un campo experimental pero muy fructífero para el Ayuntamiento en este sentido.