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La pesadilla d’un sueño teatral

Entrada principal del Guasch Teatre en la calle Aragó, 140, de Barcelona

Oriol Puig

Barcelona —

Conocido principalmente por su programación de teatro familiar, el Guasch Teatre cerró las puertas en junio después de haber presentado concurso de acreedores. La empresa despidió a los trabajadores. En la web aparece este mensaje: “El Guasch Teatre, tras 20 años en activo, se ve obligado a cerrar por causas económicas y baja el telón por última vez”. Ex miembros de la plantilla y compañías vinculadas a la sala confirmaban el cierre. La empresa extinguió el contrato a los dos últimos miembros de la plantilla el pasado mes de mayo pero los trabajadores con nómina cobraron hasta el último mes, según una de las trabajadoras afectadas. Las mismas fuentes indican que el teatro había reducido ingresos progresivamente y no ha podido continuar con la actividad teatral.

El cierre del teatro deja abiertos muchos interrogantes y una temporada estable dirigida al público familiar sin programación. Aunque la mayoría de salas ofrecen también programación familiar, el Guasch Teatre lo hacía ininterrumpidamente durante todo el año, a excepción del mes de agosto, y con varias posibilidades horarias de fin de semana. El teatro nació a mediados de los años noventa como Teatre de l’Eixample bajo el impulso de los actores y directores Joan Guasch y Martha Carbonell, que ya se dedicaban al sector a través de una agencia de casting y producción escénica, y se rebautizó posteriormente como Guasch Teatre después de la muerte del padre de la familia, en 2000. Su hijo, Joan Guasch Carbonell, se hizo cargo a partir de aquel momento de la gestión.

El cierre del Guasch Teatre ha afectado particulares que disponían de abonos para ver las obras infantiles y también alumnos que no han podido terminar los cursos de teatro que se impartían en la sala. Hacía medio año que ensayaban una obra de teatro con el objetivo de representarla a final de curso pero la sala cerró dos semanas antes de la actuación. Las familias intentaron buscar un espacio alternativo pero no fue posible, porque el tiempo era muy justo, y los niños se quedaron sin representación. Ahora lamentan la pérdida de dinero y se muestran decepcionados sobre todo por la desilusión provocada a los niños.

Los afectados se enteraron de la clausura a través de los medios de comunicación y denuncian que la dirección del teatro aún no se haya puesto en contacto con ellos. El único que lo hizo es el profesor de teatro para comunicarles que habían cerrado y que no había clase aquel viernes. Los abonados son los otros perjudicados: han perdido tres funciones que tenían un coste de 10 euros por persona. Teniendo en cuenta que se trata de un concurso de acreedores no pueden reclamar en inguna parte una cantidad tan pequeña, unos 130 euros.

Uno de los acreedores del Guasch Teatre es la compañía La Garrapata, que había estado en cartel durante el último mes. Uno de los miembros de la compañía, Joan Forns, ha asegurado que el teatro les debe 15.000 euros y que no son la única compañía afectada por esta situación. Al cierre se añade la presunta apropiación indebida de dinero. La denuncia la ha hecho Jaime Nadal, que gestionava las cuentas de la sala hasta el 2012. Según el ex trabajador, Joan Guasch “falsificava facturas” que hacía llegar a la Generalitat y el Ayuntamiento para obtener subvenciones. Nadal encontró una factura vinculada a su compañía teatral, Artemisa. “Se trata de una factura que no ha existido nunca” y también está la falsificación de una transferencia, relata Nadal, que ha presentado con el resto de hechos documentados en el registro del Ayuntamiento de Barcelona.

En un comunicado, publicado el 6 de junio en la revista digital Teatralnet, Martha Carbonell explica que después de la muerte de su marido, luchó para sacar adelante el teatro, con sus hijos. “Mi hijo Joan, con el tiempo tomó más importancia, se fue cuidando de la parte de gestión y negociación, se lo encontró todo hecho, yo sólo estuve a su lado y lo dejé hacer, hasta el punto que para facilitar las cosas, se puso todo a su nombre constituyendo una SLU”. Carbonell añade que confió con su hijo y que se ha enterado, por terceros, que no sólo ha cerrado, por una mala gestión, sino que se ha embolsado dinero, una cantidad bastante importante. Termina el comunicado con la siguiente frase: “Aquí tienen una historia comenzada como un sueño, y acabada como una pesadilla”.

El cierre de un teatro siempre es algo triste. Pero si es un teatro familiar donde uno ha vivido buenos ratos, esta tristeza deja de ser un concepto intelectual de militancia sociocultural y se convierte un sentimiento, un afecto de pérdida. Dicen que el teatro es una gran mentira. Nadie espera que lo que pasa en el teatro tenga que ver con la verdad. Se refieren lo que pasa en el escenario. Desgraciadamente, la mentira del Guasch Teatre también era en los despachos que han conducido inexorablemente el local a su cierre.

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