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“Que el miedo sea narrado”

La poeta Núria Martínez-Vernis. / Edu Bayer

Cristina Carbonell

Que un libro eminentemente poético sea publicado en una colección de narrativa despierta suspicacias o, como mínimo, curiosidad. Deix on dir no es un libro corriente, destripa las fronteras del género y ofrece una poesía narrada en torno al tema de la soledad y de la creación, y la angustia consiguiente. ¿Una etiqueta? “Que el miedo sea narrado”, dice la autora. Los dibujos de Roger Abella intercalados en el texto son el contrapeso a la expresión de un sentimiento difícil de digerir. Y la guinda para un libro-joya, la partitura -escrita a mano!- de Nacho López que pone música al texto. Quien sella esta edición es Empúries, colección de narrativa del Grup 62.

Una palabra puede decir más de una cosa según el contexto donde se sitúa. Pero también se puede jugar a romperla y multiplicar su significado. Deixondir significa despertar, salir de un estado de letargo. Pero Núria Martínez-Vernis rompe deixondir y lo convierte en Deix on dir, que por medio de la deconstrucción y la investigación del lenguaje busca la paz. Esto es lo que intenta hacer el individuo genérico creado por la poeta. Destruir para decir, para crear, para curar. Y, en definitiva, “para sobrevivir a la crueldad del mundo que hemos construido”, explica la autora. Un proceso que puede seguir diferentes caminos. Aquí se exploran cuatro.

En Trànsfuga, el individuo se encierra en sí mismo, y busca refugio en el sueño: “M’orientaré per l’ombra amb la mà i les crostes”. Desde aquí la lucha es la mutilación de la memoria, de la que es difícil escapar cuando uno se queda solo consigo mismo, con sus recuerdos y, por lo tanto, con su mal: “Les veus no dormen mai, ni quan n’hi ha prou”. En este estado, el individuo camina en círculos alrededor del miedo, el ansia, el tiempo que no transforma, la falta de aliento, “la bèstia es desfà per tornar a l’inici”. Y la vida continúa haciendo daño, “Obrir la finestra és com obrir-se les venes” porque, en definitiva, el camino del sueño se ha hecho impracticable, “les parets no s’han fet mai més rectes, les habitacions han confós els usos. No hi ha descans, no fem net”.

La segunda parte del libro, Generació espontània, proyecta la soledad y el vacío en el proceso de la creación artística. Persiste: decir para curar, para amansar la bestia. El camino elegido, sin embargo, no es nada fácil, y se crean momentos de parálisis en que a pesar de tener el convencimiento de que saldrá algo, todavía no hay nada, un momento en el que el tiempo toma otra dimensión, “La creatura és a l’espiral, l’eix del qual no marca cap mesura” y la percepción de las cosas se hace ceguera momentánea: “I que en surti el que sigui, que deixin d’explicar-nos panoràmiques i ens aculli el racó cec, opac de por inconcreta, lloc de la pèrdua, ceguesa i desconcert.” Pero pese a parecer que vislumbra un resquicio de luz, la batalla continúa: “Abans, dir-te que es tracta del buit i del seu poder de res o resoldre.”

En Ediccions, donde se plantea una tercera vía, la bestia todavía está viva: rabia, asco, aburrimiento, caos y miedo. El miedo que hace guerra. Destruir para construir. El personaje se diviniza y crea figuritas de barro, réplicas que confronta al mundo que ya ha decidido que no volvería a ver nunca más. Estas figuritas de barro salen a hacer la guerra porque él no la haga, tal como la idea de Dios haciendo figuritas humanas y esparciéndolas en el caos del mundo: “Feina d’un fang per curar la memòria, fer-la cega, definitiva, limitada: xuclar massa grisa, un cap de cranc. D’esquena, un embruix, una droga enganyosa i jo de ressaca d’una fe, desconstruïda.” La realidad se convierte en un conflicto incomprensible, “Un cap no rodola mai perquè sí, i jo ja no recordo per què.” La bestia ha tomado cuerpo: la soledad, la creatividad, la guerra y la muerte. Y los humanos perdidos en el estómago de esta bestia.

El libro se cierra con Rigor mortis, donde el individuo que ha estado buscando la paz y no la ha encontrado abraza la idea de la muerte como única vía para sentirla. La perspectiva es esperanzadora, “en la mort no hi ha dolor i no es perd la consciència”. Y se busca morir para volver a vivir: “No tinc por, sé què passarà i qui m’acompanya.”

Llegados aquí, es fácil de entender que hayan sido necesarios cinco años para deconstruir la bestia, diseccionarla y explicar las partes por medio de un lenguaje elaboradísimo y creativamente preciso, que a pesar de tener un tono marcadamente poético, la concreción de los referentes permite oír de cerca el grito de guerra proferido contra lo que duele. La vida son pequeñas muertes, pero también hay maneras de volver a nacer y construir. El individuo de Deix on dir lo corrobora.

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