A finales del año pasado, nacieron dos editoriales con propuestas muy interesantes. Males Herbes es una. Y la otra es Edicions del Periscopi. Aniol Rafel, el editor intrépido de Periscopi, comenzó su aventura empresarial publicando la finalista del premio Pulitzer 2012, Terra de caimans, de Karen Russell, y Cada color d’un riu, de Manel de la Rosa, que ha sido elegido Nuevo Talento Fnac de la literatura catalana. La primera novela de este profesor de la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès muestra cómo las emociones, por muy dolorosas que sean, también pueden ser dinámicas y nos pueden llevar a salir del agujero, a encontrar la paz.
Manel de la Rosa estudió ciencias físicas, una carrera que no terminó porque se tuvo que poner a trabajar para ayudar en casa, aunque todavía tiene el gusanillo de volver, “es uno de mis proyectos de futuro cuando esté jubilado”.
Manel de la Rosa, aparte de profesor de narrativa, es luthier de guitarras eléctricas por culpa de una tendinitis que le duró dos años; mientras no podía tocar, se dedicó a construir para mantenerse en contacto. “Lo hago por el placer de trabajar con las manos, para desconectar de estar todo el día delante del ordenador cuando escribes, para crear con las manos.”
Manel de la Rosa, después de ir a Formentera, para aprender a hacer de luthier, “a la única escuela con garantías”, no sabía qué hacer con su vida y comenzó a escribir alguna cosilla. “Vi que me quedaba en un callejón sin salida, que no podía avanzar y consulté a un amigo que entendía y me dijo que estaba muy bien, pero que me faltaba estructura, técnica”.
Manel de la Rosa decidió hacer un curso de escritura en el Ateneo Barcelonés y cuando terminó el primer año como alumno le propusieron que se quedara como profesor, y ya hace unos años que está. “Sí, fue una suerte. Y me ha pasado un poco lo mismo con la novela. Con Aniol [editor de Periscopi] éramos compañeros de clase en el Ateneo, él conocía mi trabajo y un día me dijo: 'Si yo tuviera mi editorial, te publicaría.”
Es por ello que Manuel de la Rosa dice que ha tenido una suerte inmensa, “porque no he tenido que buscar nada, todo me ha venido a buscar, el trabajo y el editor, y son de esas cosas que dices que sí, quizás es casualidad pero también piensas que cuando estás muy convencido de una cosa, las cosas salen misteriosamente”. Sin embargo, quizás no todo es tan gratuito como uno se piensa. “A veces para conseguir algo te encuentras muchos obstáculos delante, y te esfuerzas, te esfuerzas, y no hay manera, y en cambio a veces no te esfuerzas y se te empiezan a abrir las puertas misteriosamente”. Quizá sea casualidad, o nos equivocamos en qué quiere decir esforzarse para conseguir algo. Manel de la Rosa ha sido elegido nuevo talento de la literatura catalana 2012 para la FNAC, “una cosa de esas también que no buscas y te encuentras... Que te elijan porque les gustas está muy bien”. Aunque sea a los 51 años, “se puede ser nuevo a cualquier edad”.
Cada color d’un riu es un libro de sentimientos, de emociones, que gira alrededor de los mundos interiores de los personajes, aunque “evitando que nos quedemos empantanados en la cabeza de alguien, con sus reflexiones circulares y que sean de aquellas novelas que no salen de aquí”. Y es que las emociones también pueden ser dinámicas, “si el personaje está aburriendo en la novela, el lector más! Y si se está machacando, machacando y machacando y sufriendo y no se mueve, se acaba convirtiendo en una novela que cuando preguntas cómo está, te dicen 'está muy bien escrita', pero pienso que tiene que haber algo más. Una cosa es escribir bien y la otra es novelar bien, son juegos diferentes”.
Y sí, podemos afirmar que De la Rosa sabe novelar bien. Su primer libro es una historia dura pero con el punto de dramatismo justo, en el que se nota que todo está muy pensado. “El trabajo de planificación fue muy largo, de controlar qué pasaba en cada escena, que quería conseguir en cada una y hacer que estuviera todo bastante equilibrado.” Lo dice un profesor de narrativa. “Es importante hacer este trabajo de forma y estructura pero a la vez es muy importante que el lector no la note, porque si se ven las costuras ya no se ve la historia, se pierde el sueño ficcional, lo que el lector busca vivir”. Y tan pensada es la estructura como la precisión en el lenguaje, en el que la falta de emotividad, el poco uso de los adjetivos, responde a la voluntad de “mostrar mediante lo que hacen y dicen, y cómo reaccionan, los personajes”. “Siempre es mejor mostrar que decir, como explico en la escuela.”
Cada color d’un riu explica las maneras de salir del agujero, de encontrar la paz. A través de la muerte o del amor. “Para mí, en este caso la muerte es la derrota, suicidarse, aunque probablemente es una liberación para la persona que está sufriendo muchísimo, es tirar la toalla”. Al otro lado, en cambio, hay quien consigue salirse, gracias al amor, “a ciertas personas que ayudan a hacerlo, y porque uno también se deja ayudar. Son las dos formas de salir del agujero, o por arriba o por abajo”. De hecho, el título ya remite a ello. El cada color del título es “el juego de opciones que todos tenemos; claro que las circunstancias influyen, pero tenemos opciones y cada uno coge una u otra”. El libro plantea tres maneras de encarar una situación traumática: ignorarla, obsesionarse o aceptarlo y resignarse. Y la conclusión que se saca es que las cosas no se pueden cambiar, pero sí la manera de encararse a ellas, es decir, la manera de navegar por el río, el de Heráclito: no nos podemos bañar dos veces en el mismo río. Y la única manera de superarlas es diciéndose a uno mismo “venga, espabila y levántate”.