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Sobre el 155: ¿ “Preussenschlag” en España?

Josep Maria Vallès

El gobierno Rajoy ha definido les medidas que piensa aplicar en Cataluña en base al artículo 155 de la Constitución. Sobresale entre ellas el cese del President de la Generalitat y de todos sus consejeros. La medida evoca el llamado Preussenschlag o golpe prusiano que el 20 de julio de 1932 perpetró el gobierno conservador de von Papen contra el gobierno socialdemócrata del land de Prusia, el más poblado y extenso de la República de Weimar. Invocando el artículo 48 de la Constitución de la República y alegando razones de orden público, un decreto presidencial destituyó en bloque al Ejecutivo autonómico y a su jefe de gobierno Otto Braun, un dirigente histórico de la socialdemocracia alemana. El propio canciller von Papen asumió sus atribuciones y nombró un gobierno de “comisarios” desde la administración central.     

Los historiadores han visto en esta decisión un paso decisivo hacia el derrumbamiento de la amenazada democracia alemana. Solo seis meses más tarde, Hitler era nombrado Canciller gracias a la complicidad del propio Papen y de otros dirigentes políticos y empresariales que conspiraban desde hacía meses en favor de un régimen autoritario.

Los constitucionalistas se han ocupado del “golpe contra Prusia” porque dio lugar a un contencioso legal ante el Tribunal de Estado alemán con funciones de corte constitucional, después de que el gobierno de Prusia impugnara la legalidad de su destitución. Dos célebres juristas y teóricos del derecho se enfrentaron en aquella causa. Defendió las razones del gobierno autónomo de Prusia el profesor Hans Kelsen. Su contrincante -en defensa de la destitución del gobierno prusiano- fue otro jurista bien conocido, Carl Schmitt. La decisión del Tribunal fue de una “grotesca ambigüedad”  (Bracher): confirmó la autoridad del gobierno depuesto pero no retiró funciones a los comisarios impuestos por Papen.

Quizá sea interesante recordar el destino de los dos influyentes profesores de derecho que protagonizaron el litigio en condición de expertos. Hans Kelsen -el representante del gobierno de Prusia- fue destituido de su cátedra por el régimen nazi y tuvo que exiliarse a Estados Unidos donde murió. Carl Schmitt -el defensor del gobierno central- se adhirió al nazismo, le dio cobertura teórica, presidió la asociación de juristas nacionalsocialistas y, después de la guerra, fue visitante frecuente de España durante los años del franquismo.

Las comparaciones son odiosas y a veces impertinentes. Pero la aplicación del artículo 155 en los términos que ha propuesto el gobierno del Partido Popular no es un episodio menor. Abre la puerta a una transformación de fondo en la historia de España. Si prospera, cerrará un largo período -treinta años- en los que a trancas y barrancas se ha intentado sustituir el tradicional modelo centralista y uniformista del Estado español por un modelo territorial que distribuya algún poder político a lo largo y ancho del territorio. Con aciertos y errores, el modelo fue subsistiendo hasta que fue incapaz de ajustarse a nuevas condiciones, externas e internas.

Ahora, sin embargo, parece llegada la hora de consumar la involución de la autonomía a la que hemos estado asistiendo en los últimos años. La interpretación feroz del artículo 155 es muy representativa de una aspiración que no se contrapone solo a una opción independentista, legítima en sus objetivos, pero gestionada con demasiada frivolidad. Esta versión dura del 155 rechaza, en realidad, la existencia de la diversidad de proyectos políticos a escala territorial que caracteriza a los auténticos sistemas federales o a los que desean aproximarse a ellos. Por eso pienso que la iniciativa del gobierno Rajoy -tal vez reticente por parte de su presidente- desprende un tufillo revanchista cuando se escucha a quienes la jalean desde la tribuna política o desde la tertulia mediática. Son las voces de sectores -no solo políticos, ni únicamente de la derecha- a los que siempre costó admitir una organización del Estado que no pudieran controlar desde unos pocos centros de decisión.

¿Golpe prusiano en España como prolegómeno de una crisis de la democracia? Ya dije que las comparaciones son odiosas. Pero las maniobras de Papen y Schleicher -amparadas por el Presidente del Reich y monárquico nostálgico- no deberían ser ignoradas. Sus funestos resultados fueron mucho más demoledores para la democracia alemana de lo que quizá ellos mismos habían previsto o deseado.

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