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Cuanto más tiempo pasa sin que se ponga freno a la política de austeridad que impulsa la derecha política, económica y empresarial europea, más descaradas son las expresiones públicas de su voluntad real. Primero, disimulaban con términos técnicos. Hablaban de “competitividad”, como si lo entendiesen como una habilidad especial a la hora de trabajar; como una cuestión de la formación profesional o la actitud de los trabajadores. “Los alemanes son más competitivos que nosotros, porque son muy cumplidores, están muy bien preparados, se levantan pronto y no paran a media mañana para comerse un bocadillo”, argumentaban sin desverguenza.
Pero, realmente lo que querían era que los trabajadores cobrasen menos por el mismo trabajo. La reforma laboral de la derecha política y patronal española apuntó en esa dirección. “Se aprobarán medidas para facilitar la contratación”, se decía cuando en lo que se pensaba era en echar a los trabajadores que cobraban sueldos dignos y cambiarlos por otros más “baratos”.
Desde la central japonesa se ha chantajeado a los trabajadores Nissan, en Barcelona, para que aceptasen que se recorte el sueldo de quienes hagan el nuevo modelo de esta marca a cambio de no trasladar la producción a otro país. Les ha tocado la “china” a los trabajadores franceses de Renault que estaban los segundos en esta lista chantajista. ¿Qué estamos viendo? Pues, carreras de europeos a ver quien se rebaja más el sueldo para salvar el puesto de trabajo.
Un empresario textil catalán asegura que la crisis ya empieza a tocar fondo porque los trabajadores ya aceptan sueldos bastante bajos, pero que ahora la competencia ya no son los chinos (porque el ahorro en salarios ya queda compensado por el coste del transporte de la producción que se hace allí) sino por los portugueses, que tienen sueldos más bajos que los españoles.
Y viene el presidente de la patronal española, Juan Rosell, y dice que hace falta que los trabajadores españoles acepten “minijobs”. Incluso llega a afirmar, a preguntas de una periodista, que le daría un “minijob” a un familiar.
La globalización consiste, por lo que se ve, en igualar los sueldos de los trabajadores por abajo y la de los empresarios por arriba.
Los “minijobs” y los “minisueldos” los tendrían que tener los empresarios. O que se aprueba una legislación que fije que los patrones y directivos de empresas cobren, como mucho, diez veces más que sus trabajadores peor pagados.
¡Veríamos si los espabilados de Nissan o del Fomento del Trabajo se avienen a poner sueldos de 400 euros a sus trabajadores!