Y bueno, gran alboroto porque la delegada del Gobierno en Cataluña, María de los Llanos de Luna, entrevistada esta semana por el programa 8 al dia de Josep Cuní, afirmó que “es importante que haya pijos y ricos, porque son los que más gastan y consumen ”. La delegada continuaba afirmando que no se considera pija porque siempre ha vivido de un sueldo (de funcionaria). Como además, hizo estas declaraciones desde el Real Club de Tenis de Barcelona durante el torneo Godó el día que se hacían públicos los más de seis millones de parados españoles, hizo mucho más daño. No era políticamente correcto. Esta mujer, si nos fijamos bien, no dice ninguna tontería, aunque no dice una verdad total. Efectivamente, tal como va la cosa, se necesita gente que gaste, que circule el dinero y aumente el gasto y la economía vuelva a funcionar. Mientras los bancos no aflojen y no abran los créditos esto será difícil y, por tanto, sólo gasta quien tiene. O sea, los ricos y los pijos. Que, en cualquier caso, son muy pocos. Y, por supuesto, del todo marginales a la hora de levantar solitos la economía. No nos desgarrando las vestiduras, pues, si esta señora que parece pija y habla como una pija (aunque ella diga que no lo es) dice cosas dignas de una pija, sin pensar si hiere o no los sentimientos de millones de otros personas que querrían gastar y no pueden. Porque esa es la clave: El problema no es la existencia de ricos y pijos gastando. Que gasten, si pueden. No se lo impediremos. El problema es que sólo gastan ellos. La solución no es no gastar, sino que lo podamos hacer todos. Dicho de otra manera, a mí ya me está bien que ricos y pijos gasten, siempre y cuando yo también, salvando las distancias y las proporciones, pueda hacerlo. Pero resulta que no puedo. En general porque ricos y pijos, que controlan los poderes fácticos, me lo impiden.
Propongo una solución revolucionaria: Obligar por ley a ricos y pijos a gastar. Ya que son los únicos que, según la señora Llanos de Luna, gastan, que lo hagan con criterio de interés general: Cada mes, tantos miles de euros en menús de 8, 9 o 10 euros (aunque envíen a las criadas a consumirlos); tantos miles de euros en entradas de cine o de teatro (aunque no vayan); tantos miles de euros en libros (aunque no los lean) y así, sucesivamente. Es una manera de nivelar socialmente la sociedad. Y no es ningún invento moderno. Retengan el nombre de “potlatch”. Responde a una ceremonia practicada por pueblos indígenas de la costa noroccidental americana del Pacífico. El anfitrión de una ceremonia social (bodas, entierros, celebraciones diversas, etc.) repartía grandes regalos entre sus invitados, en general en forma de mantas de piel o corteza de cedro batida y tejida (eran regalos importantes, una parte de su capital). Demostraba así a sus huéspedes su superioridad económica y social. Pero también se empobrecía, al tiempo que enriquecía a los invitados. Esta filosofía, adaptada, está bastante presente en la cultura protestante (retornar a la sociedad en forma de donaciones, etc. Una parte de las riquezas obtenidas gracias a ella) pero nada –o muy poco- en nuestra cultura latina. ¿Quizá habría reivindicar potlatchs obligatorios y periódicos en nuestro país?