Duran i Lleida, profeta de la ambigüedad

Alumno aventajado en el 'pujoliano' arte del pájaro en mano, Josep Antoni Duran i Lleida (1952) deshoja últimamente la margarita del plegar o no plegar o sólo un poquito. Acostumbrado al deslumbramiento de los focos a lo largo de media vida, se hace difícil concebir el escenario político catalán y/o español sin este abogado alcampelino que en 1974 ingresó en Unió Democràtica de Catalunya y que desde 1982 encadena cargos directivos y públicos.

Ha navegado en aguas independentistas con díscola habilidad. En su día compró el derecho a decidir con más o menos entusiasmo, pero no es menos cierto que reniega de la independencia y rechaza con semejante contundencia la opción plebiscitaria. Pero la gota que parece haber colmado el vaso de la paciencia del leridano ha sido la abstención en la ley de abdicación del rey español y la amenaza presidencial de no asistir a la real entronización. El cúmulo de despropósitos han ido alejando al democristiano del pensar independentista general que en los últimos años parece que se ha ido instalando de manera mayoritaria en la coalición nacionalista.

Duran i Lleida empezó su carrera política como alcalde segundo en la Paeria de Lleida, cargo que abandonó al año siguiente en ser nombrado Director General de Asuntos Interdepartamentales de la Generalitat de Catalunya. Poco después fue elegido diputado en las elecciones generales de 1982 y nombrado delegado territorial en Lleida. En 1982, 1986 y 1989 fue elegido diputado en el Congreso. Desde 1986 a 1987 también fue diputado en el Parlamento Europeo. En 1999 fue elegido diputado al Parlament de Catalunya y nombrado Consejero de Gobernación de la Generalitat, hasta el 2001. Actualmente es presidente del Grupo Parlamentario de CiU en el Congreso desde las elecciones de 2004. Es también Presidente del Comité de Gobierno de Unió Democràtica de Catalunya desde 1987, cargo que ya ocupó entre 1982 y 1984. Desde 2001 también es Secretario General de CiU.

Instalado en su fama de político serio y buen orador, Duran hace tiempo que decidió apartarse de la etiqueta 'políticamente correcto'. Así, puede disentir públicamente de todo y de todos, metiéndose en peligrosos jardines como la homosexualidad o el PER andaluz. Lejos de la autocrítica, mantiene una defensa cerrada y caduca de la política como élite social y, en plena crisis, fija sin rubor su residencia madrileña en el lujoso hotel Palace.

A la derecha de Artur Mas, el veterano político vive de rentas no tangibles: se otorga el papel y el mérito de ser el dique que evita el crecimiento del PP en Catalunya. Esto lo simultanea con el papel de mediador ideal para construir puentes entre la Generalitat de Catalunya y el gobierno de Madrid, sea cual sea su color político.

En tiempos de escasez oratoria, se le debe reconocer y se le reconoce, eso sí, una alta habilidad oratoria, convirtiéndose en uno de los mejores parlamentarios del actual panorama, lo que se traduce en una amplia aceptación entre la ciudadanía española.

Su dominio de la ambigüedad hace que en Cataluña lo critiquen por facha y en Madrid por independentista, y gracias a ello ha sido durante décadas el negociador ideal. Ahora, sin embargo, en tiempos en que no valen medias tintas, se ha quedado sin espacio. Si la tercera vía fuera posible él sería la pieza clave. El problema es que esta parece ahora mismo la opción menos probable y Duran no encuentra a nadie con quien negociar nada. Confiesa que se siente perdido en este proceso soberanista y amenaza con irse. Pero incluso sus dimisiones son ambiguas. No lo puede evitar.