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El último “canto a la vida” del fotógrafo que retrató a Mandela en su celda

El retrato de Mandela tomado por Jürgen Schadeberg en 1994, cuando volvió a su celda libre como presidente de Sudáfrica.

Laura Julián

València —

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Decía Jürgen Schadeberg (Berlín, 1931- La Drova, 2020) que la muerte no se puede fotografiar. “Otros se lo discutirían, pero él tenía una visión particular de la fotografía”, comenta Juan Pedro Font de Mora, de la Librería Railowsky, en Valencia. Quizás por eso la vitalidad sea la protagonista de la que se ha convertido en la última exposición en vida del fotógrafo alemán, fallecido el pasado 29 de agosto a los 89 años, y conocido por ser el autor de la icónica fotografía de Nelson Mandela revisitando la celda en la que permaneció preso 18 de los 27 años que pasó encarcelado.

Tras el parón por la pandemia, la Librería Railowsky inauguraba el 16 de julio Happy Hour, un recorrido por imágenes en bares de medio mundo que Jürgen Schadeberg documentó a lo largo de 45 años. Fue el propio responsable de la librería quien habló con la productora Claudia Schadeberg, esposa de este referente de la fotografía, para proponerle una “exposición alegre para tiempos extraños” y, junto a su esposo -ya muy enfermo-, seleccionaron 33 instantáneas como “homenaje a la vida en los bares, a las horas felices, a los reencuentros”.

La filosofía de esta “última exposición” que se puede visitar hasta el 30 de septiembre en la Galería Railowsky es un “canto a la vida” que refleja parte del carácter de este reportero “muy optimista y vitalista hasta el final de su vida”, además de “la voluntad que tenemos todos de volver a una situación normal, a poder compartir unas copas sin mascarillas de forma alegre y sin miedo”.

Durante la última etapa de su vida, Schadeberg residió en La Drova, una pedanía de la localidad valenciana de Barx, en la comarca valenciana de La Safor. Font de Mora dice que fue “una suerte y un privilegio” poder conocer a Schadeberg, quien vino a tierras valencianas buscando “un cambio de aires y descansar”, aunque “nunca llegó a jubilarse”. Prueba de ello es que el pasado mes de febrero, el propio librero estuvo en la casa del fotógrafo en La Drova, donde le hizo un retrato. “Las fotos las hizo en su salón y utilizó su particular cámara Leica, como siempre”, cuenta. 

En 2015, Railowsky ya acogió una exposición antológica sobre la carrera profesional de Schadeberg enmarcada en el Festival Internacional PhothOn. El fotógrafo alemán fue quien contactó hace más de 15 años con la librería a su llegada a València por ser referente en libros de fotografía y exposiciones. Desde entonces la relación entre el librero y él se mantuvo y hoy le recuerda como un “reportero intrépido”, que buscó la instantánea “en cualquier rincón”, y siempre en favor de las minorías, de los marginados, de aquellos “que no tenían ni voz ni imagen”.

“Mandela eligió la foto”

La imagen que inmortalizó a Mandela volviendo libre a la celda de Robben Island es sin duda su fotografía más famosa. Ese día de 1994 los fotógrafos hacían cola para retratar al entonces presidente de Sudáfrica. Según contó Jürgen Schadeberg al librero valenciano, fue el líder africano quien eligió de entre todos los retratos de su visita a la cárcel la foto en la que miraba por la ventana a través de las rejas. La misma que pasaría a la historia, junto con su autor: “El mismo Mandela le dijo: ‘Es esta foto, expresa tranquilidad’”.

Pero la obra de este fotógrafo alemán es mucho más extensa y longeva. Trabajó para la revista musical Drum en Sudáfrica, país al que emigró con apenas 19 años y donde se quedó los 30 siguientes. “Salió de su Alemania natal en 1950, ya en la posguerra, porque decía que los nazis ahora llevaban traje y él no quería vivir así”, asegura Font de Mora. Sudáfrica fue su país de acogida y ese vínculo le valió para que se le conociera como el “padre” de la fotografía sudafricana por ser pionero en retratar escenas del día a día. Se vinculó a las luchas por el fin del apartheid y contra la discriminación racial en un país donde él era un blanco privilegiado y a su vez un personaje incómodo para el régimen. 

Su vida fue un periplo constante y demostró saber moverse entre diferentes ambientes. Sus fotos demuestran que consiguió ser invisible cuando debía serlo y a su vez “arrojar luz sobre los derechos humanos y la justicia social”, tal como su esposa expresó tras anunciar su fallecimiento.

Su hemeroteca incluye la cobertura de acontecimientos clave en la historia del apartheid como The Defiance Campaign de 1952, la Marcha de mujeres de 1955, The Treason Trial de 1958, los desalojos de Shophiatown o el funeral de Sharpeville en 1960. Su cámara también captó a personalidades de la literatura y del mundo del jazz, como por ejemplo a una joven Miriam Makeba bailando o a Hugh Masekela recibiendo la trompeta de Louis Armstrong.

Su amistad con Mandela y su carrera profesional provocaron que Schadeberg fuese detenido en varias ocasiones hasta que finalmente, en 1964, abandonó Sudáfrica. Se afincó en Londres para después viajar por el mundo y continuar retratando injusticias sociales en Europa, África, América Latina y Estados Unidos.

Su intensa autobiografía, repleta de historias y premios, se puede leer en Tal como yo lo veo, traducida y editada este 2020 por la Universidad Politécnica de València, que le nombró doctor honoris causa por su trabajo en 2014. También en València, la colección privada de la Fundación Per Amor a l’Art guarda, en su centro de arte Bombas Gens, en Valencia, expuso más de medio centenar de obras del autor, tanto en blanco y negro como en color, que van desde 1951 a 2006.

“Yo le quería mucho, pero era un sentimiento generalizado. Era una persona que transmitía cariño, por lo generoso que era y por su profundo compromiso con los más débiles”, asegura el librero, que se despide con tristeza y admiración de este “excepcional fotógrafo” que dedicó su vida a inmortalizar la luz.

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