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Beneficios del humor: por qué reír nos hace tan bien

Fotograma de 'El intermedio'.

Cristian Vázquez

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El humor nos rodea: está presente en películas y programas de televisión, en los memes y otras publicaciones en las redes sociales, en los chistes o historias graciosas que nos cuentan, en las bromas, incluso en los tropiezos u otros pequeños percances que sufrimos en la vida cotidiana.

Aunque la risa no es exclusiva del ser humano (un estudio comprobó que otros primates tienen sus propias formas de reírse cuando les hacen cosquillas), el humor –entendido como la forma de presentar e interpretar la realidad que destaca el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas– sí se considera inherente a nuestra especie.

El humor es mucho más que un simple modo de pasar el tiempo. Es “una forma de comunicación y un canal útil para liberar ansiedad, tensión e inseguridad”. Y también “un buen mecanismo de defensa”. En esos términos lo describe el oncólogo Jaime Sanz Ortiz en un artículo sobre “El humor como valor terapéutico”.

¿Por qué el humor hace tanto bien? ¿De qué manera lo cómico y las risas operan en el organismo para generar placer y bienestar? A continuación, algunas de las respuestas y explicaciones que la ciencia ofrece al respecto.

Beneficios físicos del humor y las risas

Los beneficios del humor se manifiestan tanto a nivel físico como psicológico y social. En primer lugar, se puede mencionar que las risas provocan un aumento significativo en los índices de serotonina, una sustancia conocida como la “hormona de la felicidad”, por lo cual genera esta sensación de una forma casi inmediata.

Y no solo felicidad. La serotonina y las endorfinas, que también aparecen con la risa, funcionan como analgésicos naturales. Es por eso que muchos estudios han hallado efectiva la risoterapia como un reductor del dolor en los tratamientos médicos para niños. No obstante, un análisis reciente destaca que hay que tomar esos  resultados con cautela, pues los trabajos muestran “mala calidad metodológica y alto riesgo de sesgos”.

También es importante la reducción en la frecuencia cardíaca y la tensión sanguínea que, a largo plazo, ocasiona reírse mucho. Todo esto fue comprobado por científicos japoneses a través de un estudio publicado en 2018. El mismo trabajo demostró que además la risa alivia la depresión y mejora la sociabilidad.

Por otra parte, los movimientos causados por las risas hacen trabajar una gran cantidad de músculos de diversas partes del cuerpo: la cara, el abdomen, el tórax. Las consecuencias de estos movimientos sobre el diafragma tienen como resultado una mejora en la capacidad pulmonar.

Reírse constituye incluso una actividad física. No muy intensa, desde luego, pero se estima que aumenta entre un 10% y un 20% el gasto energético en reposo. Dada la importancia de incrementar ese gasto, en particular para personas que llevan vidas demasiado sedentarias, es un efecto para no desdeñar.

También hay evidencias de que las risas permiten dormir mejor. Un metaanálisis realizado por científicos chinos, con datos de más de 800 personas en diez estudios distintos, concluyó que las intervenciones consistentes en humor y risas propiciaron una mejora en la calidad del sueño.

Más aún: las vibraciones causadas por la risa también pueden favorecer la digestión (se estimula la producción de jugos gástricos y la eliminación de la bilis) y reforzar el sistema inmune, pues promueve un aumento en la producción de linfocitos (como las células T) y de inmunoglobinas.

Humor para reducir el estrés y tener una mejor vida social

Los efectos positivos de la risa no se limitan a los generados por el ya citado aumento de serotonina en el organismo. Se registra también una disminución en las cantidades de cortisol (la llamada “hormona del estrés”), de adrenalina, de la hormona del crecimiento y del ácido 3,4-dihidrofenilacético en el cuerpo.

Todas esas variaciones a nivel químico están relacionadas con una reducción del estrés y la ansiedad, y en última instancia con un menor riesgo de padecer depresión u otros trastornos mentales. Estas son las principales conclusiones de un estudio publicado en 2016.

A nivel social, el humor puede desempeñar un rol clave debido a una característica por todos conocida: la risa es contagiosa. Tal como sucede con los bostezos y las sonrisas, cuando una persona está ante otra que ríe tiende a reír también. Y cuanto más pronunciada sea esa primera risa, más lo será también la generada en consecuencia.

Esto se debe a la acción de las llamadas neuronas espejo, unas neuronas descubiertas hace tres décadas por científicos italianos y de las cuales dependen –además del carácter contagioso de las risas y los bostezos– la empatía y el hecho de que a menudo se “peguen” ciertos acentos o formas de moverse de las personas que están cerca.

El humor, entonces, ayuda a socializar más y mejor. Algo que tiene consecuencias, a su vez, en diferentes contextos. Puede utilizarse como herramienta en un encuentro amistoso con otras personas, o en una cita con intenciones amorosas o sexuales, y también para captar la atención de los oyentes durante una clase o una exposición.

Por si fuera poco, el humor ayuda a salir de momentos incómodos o a sobrellevar situaciones adversas. Las risas permiten “quitar hierro” a muchos asuntos, y en ese sentido funcionan a la manera de un mecanismo de defensa, como explicaba el oncólogo Sanz Ortiz.

Proponerse reír más

Y si hiciera falta una razón más para recurrir al humor siempre que sea posible, se puede esgrimir la siguiente: no tiene contraindicación alguna. De hecho, el único problema es no reír lo suficiente.

Algo que se torna más probable a medida que nos hacemos mayores. Existen estimaciones según las cuales los niños ríen entre 300 y 400 veces por día. En los adultos, en cambio, la cantidad de risas diarias sería de apenas entre diez y quince. Se puede pensar, desde luego, en los múltiples factores que hacen que la vida adulta sea más compleja que la de la infancia.

Pero tomar conciencia de los beneficios de la risa puede ser –sobre todo para las personas que se ríen poco– el primer paso para tomar la decisión de incorporar o acrecentar el humor en su vida cotidiana, algo que puede llegar a través del entretenimiento o del contacto con los demás.

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