Perder el tiempo para ganar salud mental, según una psicóloga: “Nos falta conexión con lo que verdaderamente necesitamos”

“No creo que descansar o parar tenga nada que ver con no hacer nada", dice la psicóloga.

Marta Chavarrías

1

Miremos donde miremos, puede parecer que hay una obsesión abrumadora con la productividad, la eficiencia es el patrón de oro, y la procrastinación un pecado a evitar. Necesitamos sentirnos ocupados y hacer progresos constantes, no podemos permitirnos el lujo de perder ni un minuto.

“Tenemos la idea de que no hacer nada productivo es perder el tiempo, un pensamiento suficientemente interesante como para reflexionar sobre ello”, afirma la psicóloga Cristina Rocafort. A pesar de que estamos fuertemente condicionados a tener que aprovechar cada hora, incluso si es fin de semana, las investigaciones en este campo sugieren que sí tendríamos que cambiar nuestra mentalidad sobre la idea de perder el tiempo. 

Por qué es bueno parar

Los refranes no nos ayudan mucho a entender esta necesidad de parar. Algunos de ellos nos dicen que el tiempo es uno de los bienes más valiosos, y que la manera cómo lo gastamos determina cómo será nuestra vida. Nos han enseñado a no perder el tiempo, porque no recibiremos recompensa por hacer una pausa. Sin embargo, hay beneficios de abrazar el tiempo de inactividad y, aunque pueda parecer contradictorio, perder el tiempo nos puede ayudar a sentirnos más productivos.

“No creo que descansar o parar tenga nada que ver con no hacer nada: cada uno de nosotros descansamos y paramos de una manera distinta”, afirma Rocafort. Algunas personas necesitarán leer; otras, hacer deporte. “Dar un paseo o sentarnos a tomar un café son acciones que debemos planteárnoslas como aquello que nos da una dosis de energía”. Para que lo entendamos un poco mejor, Rocafort usa el símil de una regadera llena con 100 litros de agua y nosotros decidimos cómo gastarlos.

“Si lo malgastamos y llegamos al final del día totalmente desbordados y no somos capaces de conectar con nuestro cuerpo, necesitamos parar y volver a llenar esta regadera”. Según su experiencia laboral, se trata de personas que llegan a la consulta saturadas y desbordadas, pero no son capaces de reconocer que esto les sucede porque no paran. Perder el tiempo consiste en recargar la batería y ordenar las cosas. 

“El beneficio principal que nos aporta es que nos permite estar conectados y encontrar un equilibrio entre el descanso, la actividad y el recargo de pilas. La única brújula que tenemos son nuestras emociones y nuestro estado físico”, reconoce Rocafort.

Podríamos que aprender a abrazar pequeños momentos, como hojear una revista, pasear o, simplemente, no hacer nada, y verlos como los que son: tiempo bien invertido. Porque, como reconoce Rocafort, podemos caer en la trampa de “ir tirando, empujados por las exigencias que tenemos del día a día, de lo que nos piden los otros. Pero lo que nosotros necesitamos lo vamos a perder”.

Perder la culpa cuando ‘perdemos’ el tiempo

Tendría que estar haciendo la compra de la semana, o acabando un trabajo de última hora, o responder una última llamada o aquel correo electrónico que me ha quedado pendiente. Siempre tendremos una larga lista de tareas por hacer y más de uno habrá tenido en la cabeza algunos de estos pensamientos. ¿Cuándo fue la última vez que vimos una película o una serie de televisión, o que salimos a dar un paseo, así, sin más?

La cultura de productividad incesante nos dice que nos pongamos a ello enseguida. Ante este mundo que celebra la productividad, es normal sentirnos culpables. “Muchas veces nos cuesta parar y creo que esto tiene mucho que ver con la exigencia”, afirma Rocafort. Para la psicóloga, es esta “exigencia la que no nos permite parar si tenemos algo que hacer, la que nos impide tomarnos ese rato libre. Incluso la actividad física viene determinada desde la exigencia, que responde a que tenemos un concepto de autocuidado un poco distorsionado porque también es exigente, y entonces es cuando deja de ser cuidado”.

Porque incluso las actividades que se supone que son un placer, como hacer deporte o ver una película, pueden verse lastimadas por un sentimiento de responsabilidad.

La manera de trabajar alrededor de la culpa tiene que ver con cambiar la forma en la que enmarcamos nuestras necesidades, en cómo restablecemos nuestras expectativas y cómo reestructuramos la vida, de manera que sea menos probable que aparezca la culpa. “Todo radica en la falta de conexión con lo que verdaderamente necesitamos, en cómo nos encontramos de energía, porque puede haber días en los que somos muy productivos y entonces no necesitamos parar pero otros que tendremos que trabajar esta capacidad”, admite Rocafort.

Para la psicóloga, debemos valorar si algo es urgente o importante y “practicar la culpa y la ansiedad que nos supone que tengamos que terminar algo. Debemos tener en cuenta que algunas de las cosas que nos impiden parar al final no son tan importantes. Trabajar la autoexigencia en este sentido es importante”. Y, sobre todo, dejar de pensar que descansar o parar es perder el tiempo. 

Actos de autocuidado: leer, pasear, escribir…

Tomarnos un rato libre para leer, escribir, salir a pasear, cocinar… es fácil que asociemos estas actividades con la pereza, sobre todo porque no prometen una recompensa económica. Sin embargo, lo cierto es que el descanso sí es productivo porque nos permite recuperarnos y nos protege de caer en la trampa de la productividad y en un ciclo autodestructivo que nos dice que tenemos que producir constantemente, incluso a expensas de nuestro bienestar. 

Sin embargo, para Rocafort “no nos vamos a permitir tener un rato libre y frenar si no redefinimos un poco lo que es parar”, parar y cuidarse tiene la misma importancia que tener la casa perfecta o todo el trabajo al día. 

Etiquetas
stats