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Inteligencia emocional: ¿existe realmente o es un mito posmoderno?

¿Qué es la inteligencia emocional?

Marta Chavarrías

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Poder expresarnos y gestionar las emociones es esencial, pero también lo es la capacidad de comprender, diagnosticar y reaccionar ante las emociones de los demás. ¿Cómo sería todo si no pudiéramos entender que un amigo se siente triste o un compañero de trabajo está enfadado? ¿O si algo no nos sale de acuerdo con nuestros planes o expectativas? ¿Dejamos que las emociones tomen el control?

La capacidad de hacer frente a situaciones como estas es lo que comprendería el término inteligencia emocional, entendido como la forma en la que uno responde emocionalmente ante distintas situaciones.

Desde que se empezó a hablar de ella, hace ya más de dos décadas, ha despertado un gran interés tanto por parte de los profesionales e investigadores como del público general. 

Con los años se han ido sucediendo los estudios científicos que nos aclaran si se trata de una aptitud importante que nos ayuda a conseguir mayor bienestar psicológico o bien de un constructo posmoderno con interés comercial. 

Qué es la inteligencia emocional

En 1995, este término se popularizó de la mano del psicólogo Daniel Goleman con la publicación del libro Inteligencia emocional: por qué puede importar más que el coeficiente intelectual, que definía los cinco componentes principales que integran la inteligencia emocional:

  • Autoconocimiento emocional: hace referencia al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo nos influyen. Es importante conocer la manera en la que nuestro estado de ánimo afecta a nuestro comportamiento, qué capacidades tenemos y cuáles son los puntos débiles.
  • Auntocontrol emocional: el dominio de nuestros sentimientos evita que nos dejemos llevar por ellos sin control. Permite regular nuestras emociones y adaptarnos a las circunstancias.
  • Automotivación: tener metas en las que enfocar nuestras emociones para mantener la motivación y centrarnos en objetivos y no en obstáculos. Aquí se valora el ser proactivo y el positivismo y muestra la capacidad de motivarnos sin tener que recurrir a una gratificación externa.
  • Reconocimiento de las emociones de los demás: es lo que conocemos como empatía, es decir, la comprensión de los sentimientos y emociones de los demás y cómo tratarlos.
  • Habilidades sociales: se refiere a cómo percibimos las emociones de los demás y cómo nos relacionamos nosotros.

Para Anna Romeu, psicóloga experta en inteligencia emocional y acompañamiento de Personas Altamente Sensibles (PAS), la inteligencia emocional no deja de ser “la capacidad de gestionar las emociones relacionadas con todo lo que tenga que ver con uno mismo y en relación con las otras personas: reconocimiento, negociación, saber poner límites, etc.”.

Es, sobre todo, la habilidad que tiene que ver con el tema comunicacional, de relación entre personas y gestión de las emociones. Este modelo considera que las habilidades para identificar de forma adecuada las emociones, tomar conciencia de ellas, comprenderlas y regularlas nos permite el crecimiento emocional e intelectual.

Así, la inteligencia emocional implica ser consciente de que las emociones impulsan comportamientos e impactan en las personas de manera positiva o negativa.

A diferencia de la inteligencia cognitiva, en lugar de centrarnos en cómo nos desempeñamos frente a un examen o la capacidad que tenemos de recordar información, la emocional mide qué potencial tenemos de expresarnos y de lidiar con nuestras emociones y cómo respondemos a las de los demás.

¿Cómo puede ayudarnos la inteligencia emocional?

Las emociones pueden llevarnos a actuar sin pensar, por impulsos en lugar de hechos. Pero también nos informan de cómo nuestra mente está procesando lo que experimentamos. Cuando esto ocurre, cambiamos nuestra forma de reaccionar, de tomar decisiones e incluso de relacionarnos. 

Comprender y gestionar nuestras emociones (y la de los demás) nos ayuda en varios ámbitos de nuestra vida, tanto personal como profesional porque nos permite ser conscientes de lo que decimos y, sobre todo, la forma en la que lo decimos.

Según Romeu, “varios estudios han demostrado que la inteligencia emocional es tanto o más importante que la cognitiva en cuanto a determinar el éxito de una persona en su vida”.

Nos ayuda, por ejemplo, a tener conversaciones incómodas sin herir los sentimientos de nadie; a manejar nuestras emociones cuando estamos estresados o a mejorar las relaciones con las personas que nos importan, además de otros beneficios.

“Una persona que tiene una buena inteligencia emocional tiene muchísimas más probabilidades de sentirse bien, de triunfar y de conseguir sus objetivos”, dice la psicóloga Romeu.

Una investigación publicada por la Asociación de Psicología estadounidense (APA) en Phycological Bulletin demuestra que los estudiantes que son más capaces de comprender y manejar sus emociones de manera efectiva obtienen mejores resultados que sus compañeros menos hábiles.

Tras analizar datos de más de 160 estudios, con más de 42.000 estudiantes de 27 países publicados entre 1998 y 2019, los expertos concluyeron que los estudiantes con mayor inteligencia emocional tendían a obtener calificaciones más altas y mejores puntaciones en las pruebas de rendimiento.

Inteligencia emocional, un concepto que ha entrado con fuerza en el ámbito educativo y laboral 

La inteligencia emocional es, sobre todo, un tema educativo. Y es en el ámbito educativo donde ha entrado con fuerza. Como admite Romeu, se puede trabajar y fomentar desde casa, con los niños, para que sepan identificar y gestionar sus emociones, compartirlas, sepan expresarse y saber qué hacer con sus emociones.

De mayores, se puede trabajar cada día, preguntándonos qué queremos mejorar, qué necesitamos, cómo podemos expresarlo o cómo conseguir lo que necesitamos de los demás. En el ámbito laboral, las empresas están viendo cada vez más que necesitan formar a sus trabajadores en las habilidades de inteligencia emocional.

“Todos los estudios demuestran que la buena gestión emocional facilita el trabajo en equipo, la cohesión, el ambiente laboral y, por tanto, el rendimiento. La falta de habilidad emocional afecta a los resultados técnicos”, admite la psicóloga. 

La inteligencia emocional explicaría, por ejemplo, el hecho de que, aunque una persona sobresalga técnicamente en su trabajo, si no puede comunicarse de forma efectiva con su equipo o colaborar con otras personas, estas habilidades se pierden. 

Según la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, los buenos líderes sobresalen en “conciencia social y empatía”, se esfuerzan por comprender otras perspectivas, sentimientos y necesidades de quienes los rodean.

Además, se ha descubierto que la inteligencia emocional representa casi el 90% de las habilidades que distinguen a algunos líderes de sus compañeros. Pero aunque hay instrumentos para medir la inteligencia emocional, “no se ha encontrado un coeficiente válido general” como sí ocurre con la inteligencia cognitiva.

Para Romeu, se trata de “concepto muy amplio para el que cuesta mucho dar un solo índice”, por lo que “es preferible ver cómo está una persona en distintos ámbitos: empatía, expresión, reconocimiento o autoconocimiento y trabajar cada uno de ellos”. 

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