Por qué los polvos de talco siguen generando controversia

Foto: Austin Kirk

Cristian Vázquez

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La de los polvos de talco y sus supuestos riesgos de cáncer es una larga historia: medio siglo ha pasado desde que en 1971 se publicó el primer estudio que relacionaba la aplicación de polvos de talco con una presunta mayor probabilidad de padecer cáncer de ovario.

El riesgo surgiría a partir de su uso en la higiene vaginal, donde muchas mujeres los utilizan por su efecto secante, para evitar los excesos de humedad. El problema radica en que partículas de los polvos de talco podrían ser absorbidas por la vagina y llegar hasta el útero, las trompas de Falopio y los ovarios.

“La evidencia de talco en muestras de ovario da crédito a un mecanismo de tránsito transgenital”, explican las investigadoras Dana R. Gossett y Marcela G. del Carmen en un artículo reciente sobre la cuestión.

Y añaden que “una vez en contacto con las trompas de Falopio, los ovarios y el peritoneo, se postula que el talco causa inflamación local y desencadena un proceso carcinogénico”.

Amianto, el agente tóxico (aunque tal vez no el único)

En un principio, se atribuyó ese riesgo al asbesto, un mineral tóxico y con una estructura muy parecida a la del talco. También comercializado como amianto, este material se extrae de los mismos yacimientos que el talco, lo cual favorece la contaminación cruzada

Desde que comenzaron estos estudios, se prohibió la presencia de asbestos en los polvos comerciales. Sin embargo, tal como explican Gossett y Del Carmen, determinar si la inflamación ocurre solo cuando el talco está contaminado con asbesto o si también puede suceder en respuesta al talco mineral puro “sigue siendo un área de controversia”.

Por lo demás, otro posible riesgo del uso de polvos de talco consiste en su aplicación sobre el cuerpo de los bebés, algo bastante común hace algunos años, para evitar las irritaciones causadas por la humedad en los pliegues de su cuerpo.

En este caso, el peligro radica en la posible inhalación de polvo por parte del niño. Y si bien no hay evidencias de riesgo de cáncer, sí podría surgir algún problema en el aparato respiratorio. Por eso, desde hace tiempo los especialistas desaconsejan esta posible aplicación del talco. 

Demandas judiciales e indemnizaciones millonarias

Más allá de estos debates, durante todo este tiempo los polvos de talco se mantuvieron en el mercado. Y esto es consecuencia de que, en estas cinco décadas, no hubo ninguna investigación con resultados concluyentes al respecto.

En el último lustro, no obstante, se han producido algunos hechos que volvieron a poner el asunto en las primeras planas. Entre 2016 y 2017, la justicia de Estados Unidos falló varias veces contra la empresa Johnson & Johnson, condenándola a pagar sumas millonarias por casos de cáncer de ovario relacionados con polvos de talco.

La compañía de productos sanitarios siempre negó las acusaciones. Según sus representantes, ningún estudio había podido demostrar de modo fehaciente una relación de causalidad entre el uso de polvos de talco y los casos de cáncer.

Pero en diciembre de 2018 un informe de la agencia de noticias Reuters reveló que durante décadas la empresa había tenido conocimiento de la presencia de amianto en sus polvos de talco –pese a la citada prohibición de que hubiera asbestos en este producto– y lo había ocultado.

Y aunque también en esa ocasión la empresa se defendió (en un comunicado aseguró que el informe de Reuters era “parcial y falso”), menos de un año después –en octubre de 2019– la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos encontró fibras de amianto blanco en un lote de Johnson’s Baby Powder, el talco para bebés de la compañía.

Como consecuencia, Johnson & Johnson retiró de manera “voluntaria” ese lote de productos del mercado. Y meses más tarde, en mayo del año pasado, la empresa anunció que dejaría de vender su talco para bebés en Estados Unidos y Canadá.

La razón oficial fue la supuesta pérdida de interés por parte de los consumidores, “incentivados por la desinformación sobre la seguridad del producto y el constante aluvión de información sobre litigios”.

Según las últimas informaciones brindadas por la propia empresa, las demandas judiciales contra su talco para bebé ya suman más de 25.000, y el año pasado la firma reservó 3.900 millones de dólares (más de 3.300 millones de euros) para hacer frente al pago de posibles indemnizaciones y sanciones.

Un nuevo estudio sobre la cuestión

Ahora bien, más allá de todos esos episodios, ¿ha habido en los últimos tiempos nuevos estudios que hayan aportado algo de luz para determinar si los polvos de talco entrañan algún riesgo o no? Sí: un equipo de científicos de Estados Unidos publicó el año pasado el estudio más grande realizado hasta la fecha en relación con este tema.

Los investigadores analizaron datos de más de 257.000 mujeres estadounidenses con el fin de calcular el riesgo estimado de cáncer de ovario a la edad de 70 años, tanto en quienes habían estado expuestas a polvos de talco como en quienes no.

El hallazgo clave fue que no existe una asociación estadísticamente significativa demostrable entre el uso de polvo en el área genital y el riesgo de cáncer de ovario. No hay “evidencia de una relación dosis-respuesta significativa identificada en la población de estudio”, puntualizan Gossett y Del Carmen, cuyo citado texto es un análisis del macroestudio.

Por lo tanto, este trabajo sostendría la hipótesis –defendida hasta ahora por entidades como la Sociedad Estadounidense de Oncología– de que no hay elementos suficientes para desaconsejar el uso de polvos de talco, algo que sí hacen la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer y la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer.

Hacen falta más estudios

De todos modos, hay que tener en cuenta un dato: pese al gran tamaño de la muestra del último estudio, “es posible que el estudio tuviera poca potencia para detectar pequeños aumentos o disminuciones en las tasas de cáncer de ovario”, apuntan Gossett y Del Carmen.

Esto se debe, entre otras cosas –siempre según esas especialistas–, a que las investigaciones deberían centrarse en mujeres con “tractos reproductivos intactos”, pues son ellas las que corren el riesgo de que las partículas de polvo lleguen desde la vagina hasta sus ovarios (y no las que han tenido una histerectomía o una ligadura de las trompas de Falopio).

Y no solo eso: los estudios también deberían poner especial atención al momento y la duración de la exposición al polvo en el área genital. “La acumulación de tales datos llevará muchos años, y dadas las bajas tasas de uso actual de polvo puede no ser factible”, señalan Gossett y Del Carmen.

La respuesta a la pregunta de si los polvos de talco son peligrosos, por lo tanto, sigue careciendo de una respuesta concluyente. En cualquier caso, su uso en la higiene genital femenina no es habitual en nuestro país, y además está en desuso. Algo que, aun si en efecto el talco pudiera implicar algún riesgo, es un dato positivo.

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