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Pedro Sánchez descubre el Mediterráneo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE/Chema Moya/Archivo
25 de noviembre de 2020 22:43 h

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Pedro Sánchez alcanzó la presidencia del Gobierno no mediante unas elecciones generales, sino mediante una moción de censura. En contra de lo que la derecha ha venido sosteniendo de manera ininterrumpida desde entonces, tan legítimo es conseguirlo por una vía como por la otra. Ambas están previstas en la Constitución. 

Es verdad que alcanzar la presidencia tras la celebración de unas elecciones generales es la norma, mientras que hacerlo a través de una moción de censura es la excepción. Todos los presidentes del Gobierno anteriores a Pedro Sánchez lo fueron por la vía normal. Únicamente él la alcanzó por la vía excepcional. Pero la vía excepcional es tan legítima constitucionalmente como la normal. La última elección “normal” de Mariano Rajoy se produjo por mayoría simple gracias a la abstención del PSOE. Muy “normal” no fue. Sánchez, por el contrario, necesitó una mayoría absoluta del Congreso de los Diputados para ser presidente mediante la moción de censura. Mayoría absoluta parlamentaria expresiva de una mayoría social, cosa que no ocurrió con la investidura de Rajoy en 2016. Desde la perspectiva de la legitimidad constitucional no se le puede poner el más mínimo reparo a la “legitimidad de origen” del actual presidente del Gobierno. 

Lo que resulta extraño es que la misma persona que llegó a la Presidencia mediante el acuerdo de distintas fuerzas políticas que hizo posible que se activara por primera vez con éxito la “vía excepcional”, se olvidara de tal circunstancia en la primera ocasión que se le presentó para llegar por la “vía normal”.

Tras haber ganado claramente el PSOE las elecciones generales el 28A de 2019 y recibir Sánchez el encargo del rey Felipe VI de formar Gobierno, no intentó renovar el acuerdo entre las distintas fuerzas políticas que lo llevó a la Presidencia mediante la aprobación de la moción de censura, sino que ensayó la fórmula inédita de exigir la abstención de todos los partidos, de tal manera que con los 123 escaños del PSOE sería suficiente en una segunda votación de investidura, en la que, como el lector sin duda sabe, basta la mayoría simple. 

Explícitamente, Sánchez únicamente solicitó la abstención al PP y Ciudadanos, pero es obvio que daba por supuesto que si estos partidos se abstenían, también lo harían Unidas Podemos y los nacionalistas vascos y catalanes. La “vía normal” de acceso a la Presidencia se accionaba de una manera “completamente anormal”.

Y como lo que no puede ser, no puede ser, la operación acabó en un fracaso y hubo que disolver por segunda vez en tres años las Cortes Generales en aplicación del artículo 99 de la Constitución. 

En la segunda ocasión que se le presentó tras las elecciones del 10N de 2019, Sánchez rectificó inmediatamente después de conocido el resultado electoral, aunque lo hizo de forma incompleta. De ahí que alcanzara la investidura por mayoría simple y no por la mayoría absoluta que aprobó la moción de censura que lo hizo presidente por primera vez. 

Justamente por eso, ha tenido tantas dificultades para gestionar el estado de alarma declarado para hacer frente a la COVID-19. Si la investidura se hubiera alcanzado de una manera similar a como se consiguió aprobar la moción de censura, tales dificultades no habrían existido. No es lo mismo un sí que una abstención. Con la segunda se puede aprobar una investidura. Pero no se puede gobernar.

Esto es lo que por fin el presidente del Gobierno parece haber reconocido en la “tercera” investidura de esta extraña legislatura que está siendo la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Sánchez parece haber descubierto que, para gobernar, no es a la mayoría de la sesión de investidura, sino a la de la “moción de censura”, a la que tiene que volver. 

Por tiempo indefinido la izquierda española, incluida también la que no está en PSOE y Unidas-Podemos, no puede dirigir políticamente el país sin el concurso activo de los nacionalismos catalán y vasco. Levantar las hipotecas que arrastramos desde la Transición más las añadidas durante la mayoría absoluta de Mariano Rajoy, exige una “cooperación reforzada” que únicamente puede expresarse parlamentariamente de la forma en que lo hizo en la moción de censura y lo ha vuelto a hacer en el rechazo de las enmiendas a la totalidad del PP y Vox a los Presupuestos Generales del Estado. 

Parece que el presidente del Gobierno lo ha acabado entendiendo así. 

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