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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

El “Dreyfus” de Jamal Zougam miente

Gonzalo Boye Tuset

Los atentados de París no solo han sacado a relucir lo peor de los políticos, sino también de muchos carroñeros que pretenden seguir viviendo a costa de la masacre del 11 de marzo de 2004 en Madrid. No habían terminado de atender a las víctimas de los atentados de Daesh en París cuando en España los de siempre comenzaron a intentar revivir sus absurdas teorías y a intentar sacar rédito mediático de los muertos y heridos.

Las víctimas del 11-M llevan años intentando vivir con su dolor y tratando que les dejen en paz, que se acepte la verdad establecida de forma reiterada en diversas sentencias y que se les respete tal cual se ha respetado a otras muchas víctimas del terrorismo en España. Pero su esfuerzo se topa con los de siempre: aquellos que hicieron de esa tragedia un modo de vida y que siempre han contado con una inasumible impunidad.

Es claro cómo y por qué surgió la disparatada teoría de la conspiración. Lo que muchos olvidan es el daño que la misma ha hecho a las instituciones, a la credibilidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad y, sobre todo, a las víctimas. Nada de ello les importa a quienes insisten una y otra vez en lo mismo. Y ello porque ni son buenas personas, ni son buenos periodistas, ni son capaces de imaginarse lo que las víctimas han y están sufriendo.

En esta ocasión, los ataques viscerales no se han limitado a los cuerpos y fuerzas de seguridad o a la asociación que preside Pilar Manjón, sino que se han extendido, igualmente, a medios que de forma honesta han decidido que todo tiene un límite y que la verdad está por encima de los intereses económicos.

Si bien es cierto el dicho de que “perro no come perro”, cuando se trata del 11-M los conspiranoicos no conocen límite ni frontera. Sobre todo, porque cada vez se venden menos las fábulas maledicentes de quienes son incapaces de admitir que se equivocaron en lo ético, en lo estético y en lo permitido. Parte de su actuación se sustenta en la impunidad que tienen para el trato que han dado a las víctimas, de una forma solo admitida con las del 11-M en un país donde existe una figura penal que se ha usado incluso contra tuiteros: menosprecio a las víctimas del terrorismo.

Desde todo punto de vista -y también desde el legal- ha sido un acierto y una rápida reacción la de eldiario.es cuando decidió retirar la entrevista al director Cyrille Martin, autor del documental “Un nouveau Dreyfus?”. Un documental de dichas características no es más que un panfleto tendencioso carente de cualquier fundamento y que, además, solo sirve para mayor gloria de una absurda teoría de la cual unos cuantos se siguen lucrando.

Como abogado de la acusación particular en el juicio del 11-M me consta -y así está documentado- que Zougam no sólo era y es culpable, sino que muchas de las quejas sobre las cuales construye su vano intento de victimizarse, y que tanto apoya Cyrille Martin, tienen su origen en su propia estrategia de defensa durante el juicio, porque en lugar de defenderse se dedicó a patrocinar las tesis de medios como El Mundo y la COPE. Solo cuando el peso de la ley cayó sobre sus espaldas se dio cuenta que defender la “teoría de la conspiración” le había nublado la vista e impedido defenderse seriamente. Ahí es cuando comienza una nueva estrategia, pero, una vez más, se agarra a lo único que le puede ayudar, que es intentar hacer creer que no hizo nada y que todo no es más que una gran conspiración: el mundo contra Zougam y nunca mejor dicho.

Lo que ocultan quienes siguen insistiendo en la inocencia de Zougam es que no sólo existe una, sino varias sentencias, que dan por probados dichos hechos: primero, la dictada por la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, luego ratificada por otra sentencia del Tribunal Supremo; posteriormente, otra de la Sección Cuarta de la Audiencia Nacional también ratificada por el Tribunal Supremo; y, finalmente, la resolución definitiva de la Audiencia Provincial de Madrid, de este mismo año, que desmonta toda la teoría de la conspiración con precisión quirúrgica. Cyrille Martin también oculta, o tal vez ignora, que existen todas esas resoluciones firmes, porque cualquiera de ellas habría arruinado no ya su teoría sino el propio documental documental.

Jamal Zougam inició un proceso penal, después de condenado, en contra de dos de las testigos protegidas del 11-M, también víctimas de los atentados. Después de practicarse todas y cada una de las diligencias que su defensa pidió, se concluyó que “sobre la base de lo expuesto procederemos a analizar los resultados de las distintas diligencias de investigación que han sido practicadas, de las que, como ya hemos adelantado, no se desprenden indicios de responsabilidad penal contra las querelladas que permitan considerar razonable someterlas a enjuiciamiento por el presunto delito de falso testimonio que los querellantes les atribuyen” (Auto 524/2015 de la Sección 4ª de la Audiencia Provincial de Madrid). Dicho de forma clara: las testigos no mintieron y vieron a Zougam en los trenes la mañana de los atentados.

Pero la Audiencia Provincial va mucho más allá:el hecho de que Jamal Zougam diga que se encontraba durmiendo en el domicilio familiar en el mismo arco temporal en el que las testigos protegidas C-65 y J-70 dicen haberlo visto en el tren y el hecho de que esa afirmación de Jamal sea corroborada por sus parientes no constituyen indicio de que las testigos protegidas hayan faltado a la verdad, pues no es descartable, en modo alguno, que quienes puedan estar faltando a la verdad en sus declaraciones sean el propio Jamal Zougam y los parientes referidos”. Básicamente, la Audiencia vienen a decir que “Dreyfus” miente.

Pero como si esto no fuese bastante, también se dice por parte de la Audiencia Provincial que es cierto que “obra también en la causa la declaración testifical prestada el día 25 de abril de 2.014 por D. Joaquín Manso Gutiérrez (f.1274-1277; Tomo V), periodista del diario El Mundo, que si bien es cierto entra parcialmente en contradicción con lo manifestado por el Cónsul de Rumanía, no es menos cierto que esas discrepancias podrían derivarse de meros errores de interpretación de las respectivas manifestaciones que el Cónsul y el periodista realizaron en las conversaciones que mantuvieron, sin que tampoco existan datos objetivos que permitan otorgar más peso o credibilidad a la versión del periodista que a la del Cónsul”. Es decir, que no hay motivos para creer más al periodista que al cónsul de Rumanía cuando el periodista es uno de los principales valedores de tan absurda como fantasiosa teoría.

Puede sorprender que uno de los principales testigos de Zougam sea un periodista de El Mundo que no estuvo en el lugar de los hechos, pero toda la teoría de la conspiración se ha construido sobre esa base: primero se saca una noticia sobre que las testigos habrían mentido, luego se judicializa y, finalmente, por el hecho de estar judicializada se le dota de credibilidad hasta que vienen los jueces y arruinan tanto la noticia como el documental.

Aquí no hay un nuevo Dreyfus, pero sí un grupo importante de miserables que han venido sosteniendo lo insostenible con la única finalidad de cuestionar un resultado electoral y vivir a costa de las víctimas de tan atroces atentados. La ley no es igual para todos porque, insisto, existiendo el delito de menosprecio a las víctimas del terrorismo seguimos sin saber por qué esta gente nunca ha sido siquiera imputada.

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