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Benjamin Clementine transporta al público a su planeta tortuoso e intenso

Benjamin Clementine transporta al público a su planeta tortuoso e intenso

EFE

Barcelona —

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Como el extraterrestre con habilidades excepcionales al que se refiere Benjamin Clementine en su canción “Jupiter”, así se ha mostrado hoy ante el público barcelonés este británico brillante y excéntrico, que ha logrado teletransportar a sus seguidores a ese planeta tortuoso e intenso en el que habita.

En la sala Razzmatazz de Barcelona ha iniciado hoy Clementine el tramo europeo de su gira, que le llevará mañana a Murcia y pasado mañana a Madrid, junto a su banda de tres músicos y el ejército de maniquíes que le acompaña.

Maniquíes con cuerpo de mujer embarazada, de niño o de hombre sentado al piano que han sido colocados sobre el escenario antes de que llegaran los músicos y se han confundido con ellos cuando éstos han aparecido, en una de las muchas metáforas que el compositor ha utilizado hoy para comunicarse con su público terrícola.

Vestido con un mono azul y los pies descalzos, Clementine se ha sentado frente al piano de cola y ha repasado los temas de “I tell a fly”, un disco nada complaciente, de difícil digestión, pero que le confirma como un artista completo, único y conmovedor.

El público ha respondido con entrega al talento de este hombre imponente, tanto por su físico como por su personalidad, y ha escuchado emocionado los temas del segundo disco.

Pero como suele pasar cuando alguien se consagra con un primer disco excepcional, los presentes han agradecido con gritos de satisfacción la llegada de los temas conocidos, como “Condolence”, que han coreado con pasión.

Benjamin Clementine se ha levantado de su taburete y desde la altura que da el escenario y sus casi dos metros de estatura (contando la larga melena enrollada sobre su frente) ha pedido a lo presentes que corearan como es debido, es decir, todos a la vez, con el tono y el tempo adecuado, algo que, tras unos ensayos, ha logrado.

Aunque el momento más 'friki' de la noche ha llegado más tarde, con “By The Ports Of Europe”, cuando ha vuelto a levantarse del piano para repetir “Porto Bello” como un mantra y sus músicos han empezado a deambular por el escenario coreando estas dos palabras, mientras el público se esforzaba en estar a la altura y entonar adecuadamente, temerosos del carácter de Clementine, que les ha reñido en alguna ocasión por reír o hablar fuera de lugar.

Excentricidades al margen, este joven británico de 29 años y ascendencia ghanesa ha sabido hoy transportar al público a territorios inexplorados, gracias a su voz prodigiosa, de la que ha hecho gala en temas maravillosos como “Phantom Of Aleppoville”, “London” o “Ave Dreamer”.

Tras “By The Ports Of Europe”, Clementine y sus tres excepcionales músicos han arrancado los brazos de los maniquíes y los han tirado al suelo, en una nueva e inquietante metáfora, sobretodo si tenemos en cuenta que su disco está dedicado al turbulento momento que vive el mundo y hay una canción que hace referencia a la ciudad siria de Alepo.

Pero en Benjamin Clementine nada es previsible ni sencillo, todo es complejo, profundo y tiene varias lecturas, por eso a la salida del concierto las opiniones eran variadas: desde la muchacha sensible que se había sentido interpelada en lo más íntimo y hablaba maravillas del concierto, al grupo de maduritos que comentaban que “muy bien, pero demasiado artista”.

En todo caso, nadie duda que su teatralidad no está vacía, su talento es indudable, los registros de su voz son muchos y su capacidad para conmover y emocional está fuera de dudas.

Le comparan con Nina Simone, David Bowie, Freddie Mercury, Anthony and the Johnsons, Bob Dylan o Jacques Breal, pero lo cierto es que ni estos artistas se parecen entre si, ni Benjamin Clementine se parece a nadie.

Rosa Díaz

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