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Sergi Puertas relata en “Estabulario” “marcianadas” de “muertos de hambre”

Sergi Puertas relata en "Estabulario" "marcianadas" de "muertos de hambre"

EFE

Madrid —

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Lo nuevo de Sergi Puertas, “Estabulario”, son seis relatos protagonizados por “muertos de hambre”, en su “rollo catastrofista” de siempre, pero ahora en clave de ciencia ficción, “marcianadas” que provocan un constante agobio en el lector, al que, reconoce, le gusta llevar al extremo.

Puertas (Barcelona, 1971) es novelista, periodista, poeta, músico, guionista de novela gráfica, redactor jefe de Kiss Comix, director de El Víbora hasta que desapareció en 2005 y “un muerto de hambre del 14”, que hace trabajos “espantosos” por dinero para poder seguir con su obsesión, la literatura, revela en una entrevista con EFE.

A pesar de las dificultades y de estar “en la poza laboral”, no ha cejado y ha mandado “Estabulario” al editor Enrique Redel, de la prestigiosa Impedimenta, que asegura sobre el texto, nada menos, que es “uno de los mejores libros que han caído nunca en sus manos” y alaba su estilo como “potente, ingenioso, tremendamente brillante y sólido”.

“En opinión de muchos, 'Estabulario' era una marcianada, así que me dio una gran alegría cuando Enrique me contestó superentusiasmado con el libro. Pensaba que igual no lo iba a entender nadie, pero se ve que tiene su público”, dice modesto.

Una Andalucía independiente que, tras una guerra fratricida, se ha convertido en un mezcla de Marruecos y Corea del Norte; la iglesia del continuo publicitario; un uniforme de trabajo que se funde con el ADN o la resistencia contra la yihad organizada a través de la televisión se desenvuelven con naturalidad en un hábitat de ciencia ficción “de baja intensidad”.

Reconoce que su propósito desde el inicio fue “forzar las cosas” y que le ha salido un libro “bastante extremo”, algo hasta “razonable”, si se tiene en cuenta que es “un tío de cuarenta y tantos” que no piensa “en hacer algo bueno sino en explorar el medio para ver que se puede inventar”.

Quería “machimbrar” todas sus lecturas y sus filias, de J.G. Ballard a Stanislaw Lem, de Rafael Chirbes a la serie “Black Mirror”, y encontrar “un punto de ataque” a asuntos como internet, el islamismo, la apocalipsis, el software o la religión.

“La mayoría de autores tendemos al conservadurismo, en el sentido de que uno termina creando una serie de personajes y una vez que lo tienes todo controladito te acomodas. Quería relajarme, ir más a lo loco; mantener la tensión permitiendo que sucedan cosas, echarle huevos y conseguir salvar las situaciones”.

El título surgió en una conversación con un amigo que trabaja en un animalario o estabulario con ratas de laboratorio. “Nunca había oído esa palabra y pensé que era buenísima la idea... ¿Qué pasa si sometes a situaciones chungas a unos seres humanos?”.

Se trata, dice, de “jugar con las anomalías de la realidad”, como hace la serie “Black Mirror”, “en la que no hay nada galáctico sino dramas cotidianos en un contexto distinto”.

De los seis relatos destaca “Manos libres”, una “distopía” loca, casi “escrita con el subconsciente”.

Los otros cinco nacen, dice, “del hecho de ser un español, con una situación económica precaria y con muchos agobios, sometido a ese bombardeo constante de las alertas, los tuits, las noticias y los eslogan publicitarios”.

Es un libro, resume, “de agobio”, sobre gente atrapada en un piso, un traje o un concurso. “Yo me siento atrapado. Es una situación muy común en mi quinta. Todo el mundo tiene esa sensación. El libre albedrío es el justo”.

Se ganaba la vida “razonablemente bien” pero los medios fueron “chapando” y, en los últimos años, ha tenido que hacer trabajos “absolutamente espantosos”, como uno redactando sobre piezas de aluminio por mil euros al mes o corregir un libro por 400 euros: “Soy un muerto de hambre del 14. Estoy en la poza laboralmente”.

Con todo sigue empeñado en su obsesión, la literatura, y tiene ya tres novelas esperando turno.

Dice que está en deuda con Hernán Migoya y Pier Brito por convencerle para que escribiera la novela gráfica “Log Out”, porque, sin ella, “Estabulario” no existiría.

“Me consideraba un escritor realista y me liaron para escribir esa novela de ciencia ficción. Me metí con la seguridad de que la iba a cagar porque que no era lo mío. Fue totalmente al contrario. Es que en ese género no solo me puedo inventar los personajes y las situaciones, sino el mundo entero. Eso es muy goloso”, confiesa.

Por Concha Barrigós.

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