Política y ausencias: más allá del Premio Planeta
El Premio Planeta tiene su ritual. Y empieza un día antes de la entrega del premio, en la tradicional comida de prensa donde hay, incluso, un regalito. Ha habido desde antenas parabólicas a panificadoras, cámaras go-pro e incluso un DVD el año del 50 aniversario.
Con la coartada de que allí se encuentra uno a colegas de toda España que nunca ves y que se pescan rumores sobre los ganadores del Planeta, aquello es un hormiguero de periodistas, hambrientos de información y de langostinos. Este año había una buena razón para ir: saber qué diría el presidente de Planeta Josep Creuheras, sobre el traslado de la sede social a Madrid de la editorial en castellano más potente del mundo.
Como Creuheras tiene mucha mili y no es de andarse por las ramas, dijo que ya sabía que aunque el Planeta es un momento para la literatura, “la chicha estaba en la política”: habló de su convicción de que la reforma de la constitución para encontrar el encaje de Catalunya en España era el camino y lamentó tener que tomar “la decisión, ante la inseguridad jurídica, de trasladar el domicilio social a Madrid”. Una decisión que calificó de “dolorosa”. La edición de este año ha llegado con un menú de lo más unionista: cochinillo castellano con ali-oli y un regalo que invitaba inequívocamente a la necesidad de escuchar: un altavoz bluetooth.
Este año había una incógnita más allá de la de conocer el nombre del ganador y el finalista: quiénes serían las autoridades que asistirían a la cena de entrega. Creuheras sólo pudo confirmar a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y los consellers del Govern de la Generalitat de Cultura, Lluís Puig, y de Empresa, Santi Vila. Un plantel que quedaba lejos de la rutilante representación del pasado año con los reyes de España; la vicepresidenta de Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; el president de la Generalitat, Carles Puigdemont y el ex presidente, Artur Mas. También estaba Ana Pastor porque ya que las relaciones entre el gobierno de Barcelona y el de Madrid están en la UCI, conviene una exministra de Sanidad.
Si Ana Pastor es la cara más flexible del Partido Popular, por el otro lado está Santi Vila, el comodín del Govern a jugar en caso de necesidad de reconstruir puentes con Madrid. Vila permanece en el Govern independentista de Puigdemont del que han caído aquellos que no mostraban una fe absoluta en el procés. Sin embargo, el ya doctor en historia, presentó su tesis doctoral el pasado julio en la Universitat Internacional de Cataluña y la dedicó “a los que dudan”.
Por eso llego al Palacio de Congresos de Cataluña a ver cómo desfila la autoridad competente. Aunque habrá que cambiar el latiguillo por el de autoridad incompetente. No se pierde el evento Miquel Iceta del PSC, García Albiol del PP o la diputada del parlament y escritora Gemma Liennas. Inés Arrimadas llega con Marta Rivera de la Cruz, escritora y presidenta de la comisión del cultura en el Congreso.
Finalmente, se cae de la convocatoria el conseller de Cultura. Llega en la más absoluta soledad Santi Vila, acompañado por el perenne escudero de Planeta, Carlos Creuheras. ¡Qué solo se le ve en el photocall! Llega un poco después el presidente de Planeta, Josep Creuheras, con Ana Pastor y un sonriente Enric Millo, delegado del Gobierno en Catalunya. El año pasado, todos querían estar aquí: los Reyes de España, Puigdemont, Soraya Saénz de Santamaría… este año, que es cuando más falta hace, han dejado solos a Pastor y Santi Vila. Menos mal que ellos son amigos. Me cuentan que Ana Pastor fue testigo en su boda. A ver si de aquí sale algún enlace.
La segunda incógnita de la noche ya se había desvelado incluso antes que la primera en los corrillos del aperitivo, donde los rumores señalaban a Javier Sierra y Cristina López Barrio. Tras la innecesaria ronda de presunta emoción y descarte de finalistas entre plato y plato, al filo de la medianoche –la hora en que se conecta con el informativo de Antena 3, que es de la casa- se cumplen los pronósticos: se abre la plica del ganador y el premio gordo de la noche es para Javier Sierra. La finalista, efectivamente, es Cristina López Barrio con una novela de ambiente tangerino.
Está claro que a Javier Sierra le sientan bien las cenas. Con La cena secreta se consolidó como autor súper ventas, con traducción a más de 40 países y entrando en listas de más vendidos incluso en Estados Unidos. Este es su año: se estrenará la mini-serie Otros mundos en Movistar+, donde se lanza a la indagación de misterios parapsicológicos. Javier Sierra, director durante años de la revista Más allá, es una persona tan sensata, comedida y práctica en el hábil encauzamiento de su carrera profesional, que hasta a un descreído como yo le hace dudar sobre la existencia de esos entes del más allá que él con tanta dedicación –y éxito- persigue.
Un día hace años le pregunté, estando solos y sin micros, si realmente él creía de verdad en la existencia de los OVNIs. Me miró de esa manera dulce y amable que tiene y me dijo con absoluta convicción que “sí”. Y no había duda de su sinceridad. A continuación, me dijo con la mayor seriedad: “Un OVNI es un objeto volador no identificado, así que todo aquello que vemos pasar por el cielo y no sabemos lo que es, es un OVNI”. Lo dicho, un crack.
Javier Sierra, en su parlamento sobre la novela ante el auditorio de mil personas, además de Ana Pastor y Santi Vila, afirma rotundo que “es en la palabra donde está la fuerza de la civilización”. En eso creemos muchos en Catalunya. Será casualidad, pero en los corrillos flota la idea del 'hablemos/parlem'. Hasta Boris Izaguirre ha venido vestido de traje blanco –el único, como no puede ser menos- y aunque lo haya hecho por guiño caribeño agita en este regio salón de bodas la bandera blanca que enarbolaron los manifestantes el pasado sábado en busca del diálogo perdido.
Pregunto a alguien muy cualificado de grupo Planeta cómo han respirado los políticos en la mesa y me dice que “nada, nada optimistas”. A ver si no nos abrasamos en 'El fuego invisible' del que habla Javier Sierra.