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El Museo Nacional Thyssen ayuda a Borja Thyssen a convertirse en coleccionista

Borja Thyssen y Blanca Cuesta, coleccionistas de hiperrealismo

Peio H. Riaño

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El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza va a respaldar a Alejandro Borja Thyssen-Bornemisza y Blanca Cuesta en la construcción de su colección privada. Así lo ha hecho saber la institución pública al hilo de la exposición de ocho cuadros que acaba de inaugurar, bajo el título Hiperrealismo en la colección Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza. Tal y como se avisa en el texto que recibe al público en la sala esta microexposición será “una serie de exposiciones que irán siguiendo, año por año, la formación de la colección contemporánea de Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza”. La dirección del museo reconoce que “lo habitual en los museos es exponer colecciones ya concluidas”, pero justifica la decisión de reservar anualmente un espacio a los intereses de esta pareja para mostrar “cómo se hace una colección de arte”.

El museo había convocado una rueda de prensa con la presencia de los beneficiados, que fue desconvocada un día después. Guillermo Solana, director artístico del museo, también decidió no aparecer ante los medios en rueda de prensa. También reconoce la dirección que el museo público ya interviene y asesora a la pareja en sus compras de arte, un hecho cuyo único precedente encontramos en el modus operandi de Carmen Cervera. Gracias al asesoramiento del museo, han comprado obra de María Blanchard, Francis Picabia, Richard Estes y Julian Opie.

Los cuadros que componen la mínima exposición de la sala son de Richard Estes, Charles Bell, Don Jacot, Bertrand Meniel, Roberto Bernardi y Raphaella Spence. Pertenecen a la corriente hiperrealista y, a pesar de lo que se explica en el texto de sala, no se trata de 'una' colección de arte cualquiera. Es la colección de uno de los 12 miembros del Patronato y fue designado por su propia madre, Carmen Cervera, vicepresidenta de la Fundación Thyssen-Bornemisza que gestiona el museo con dinero público. En 2021 el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza recibió 17 millones de euros en subvenciones públicas y solo aportó el 14% del total del presupuesto (2,9 millones de euros de venta de entradas y otros ingresos) para su funcionamiento. Es el museo público que menos aporta a sus cuentas anuales y porcentualmente más ayudas recibe.

La construcción de Borja como coleccionista arranó en julio de 2020, a raíz de la fuga de Mata Mua. En la primera reunión del Patronato celebrada con el cuadro de Gauguin en Andorra, Cervera garantizó el alquiler de su colección particular por 6,5 millones de euros anuales durante los próximos 15 años, ató la entrada de Borja en el museo y lanzó el primer aviso de su órdago final: “Borja será el próximo vicepresidente del museo”.

Un nuevo Borja

Para que esto suceda es necesaria una alteración de los Estatutos del museo público, que en 2023 cumple 30 años de su creación. De momento el puesto vitalicio de Carmen Cervera no es hereditario y con su fallecimiento se acabaría la injerencia de la familia en la misión del museo. Sin embargo, bastaría con una votación en el Patronato para alterar este punto de los Estatutos y agraciar a Borja como responsable del mismo en el futuro.

La baronesa precisará, primero, transformar la imagen pública de su hijo, que durante años ella misma se encargó de degradar en la prensa rosa a raíz de su matrimonio y paternidad con Blanca Cuesta. Carmen reclamó en su día una prueba de paternidad para su nieto Sasha y la batalla se convirtió en un asunto que afectó al propio museo público. En 2009, en plena guerra de los Thyssen, Borja, con 29 años, entró enfurecido al Museo Thyssen. Iba acompañado de su abogado y un notario y reclamó a los operarios que descolgaran dos cuadros que según él le pertenecían. Los quería para ponerlos a la venta, dado que su madre no le facilitaba el ingreso que le correspondía por la herencia del barón.

Los cuadros son Mujer con niños junto a una fuente, de Goya, y El bautismo de Cristo, de Corrado Giaquinto. Y ese año colgaban de las salas salmón de los palacios que el Estado compró por casi 50 millones de euros para exponer, custodiar, conservar y difundir la colección privada de Cervera. Son dos cuadros que su padre adoptivo le regaló cuando Borja fue bautizado en Nueva York. Le dio sus apellidos y estos dos lienzos. Borja se querelló contra su madre, pero la justicia determinó que Borja no había aportado documentación suficiente para acreditar su propiedad. Y su madre alegó en el juicio que nunca formalizó un contrato de donación... Las paces entre madre e hijo llegaron en 2020 cuando se le ingresó la herencia íntegra.

Trece años después del asalto al Thyssen, Borja trata de ser un ciudadano nuevo: “Así que me hace mucha ilusión. Sé que hoy mi padre desde el cielo estaría contento de ver que se ha logrado lo que él pretendía, que al menos estén juntas quince años”, dijo Borja el pasado mes de febrero, el día de la firma del contrato de alquiler millonario.

¿Meritocracia y conflicto de intereses?

Aunque no se le conoce ninguna formación artística, Carmen Cervera reconoce a su hijo como un excelente piloto de helicópteros: “Sabe aterrizar con los motores parados”, explicó en Onda Cero a Isabel Gemio. Gracias a este granado currículo, Borja Thyssen-Bornemisza forma parte de la cúpula del museo, en la que es acompañado por cinco miembros de los ministerios de Cultura y Hacienda. La familia Thyssen-Bornemisza tiene derecho, por los Estatutos firmados en 1993 y nunca hechos públicos, a tres puestos además de la vicepresidencia vitalicia de Cervera. Ella puede nombrar a uno directamente: medio año después de la muerte de Pilar de Borbón colocó a su hijo. Francesca Thyssen-Bornemisza, hija del barón y enemiga de Cervera, nombró a otro: Miguel Klingenberg, director general de asuntos legales y miembro del Comité Ejecutivo de Repsol.

La entrada de Borja en el Patronato provocó la dimisión inmediata de Miguel Satrústegui, el pilar de la sensatez desde la fundación del museo. Satrústegui fue el hombre de confianza y subsecretario de Javier Solana en el Ministerio de Cultura cuando se cerró la compra de una parte de la colección de Heini Thyssen-Bornemisza por 350 millones de dólares (cantidad que duplicaba la ofrecida por Margaret Thatcher) y el palacio de Villahermosa, reservado a la ampliación del Museo del Prado. Satrústegui abandonó el Patronato del Thyssen para llegar al del Prado, donde sigue ejerciendo.

A esa mesa del Patronato también se sientan Víctor Francos (secretario general de Cultura y Deporte), María José Gualda (secretaria de Estado de Presupuestos y Gastos), Eduardo Fernández Palomares (subsecretario del Ministerio de Cultura y Deportes), Isaac Sastre de Diego (director general de Bellas Artes) y el propio ministro de Cultura, Miquel Iceta. Este patronato ha dado el visto bueno a la exposición de los cuadros de uno de los miembros del Patronato e hijo de la vicepresidenta.

Este periódico ha preguntado al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza si el hecho de que el patrono Borja Thyssen sea beneficiado en sus intereses, por naturaleza económica o personal, es un conflicto de intereses. El museo responde que “no hay conflicto de intereses”. El museo también indica a elDiario.es que fue el director artístico del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, quien “solicitó” a Borja Thyssen-Bornemisza y Blanca Cuesta “el préstamo de las obras para esta exposición, como se ha hecho anteriormente con todos los miembros de la familia Thyssen”. Además preguntamos al museo por el criterio expositivo de la muestra: “Como en todas las exposiciones es responsabilidad del director artístico”, pero la dirección no ha aclarado los motivos.

Privilegio con dinero público

Guillermo Solana cuenta en la pared de la sala que la justificación de dedicar recursos a los intereses de Borja y Blanca se debe a que “la pareja ha decidido abrir al público su colección en el museo, de cuyo patronato forma parte Borja Thyssen”. El conflicto no acaba aquí, porque también reconoce la dirección que con motivo de la retrospectiva dedicada a Alex Katz, “Blanca y Borja adquirieron una gran tela del artista norteamericano, que había sido seleccionada previamente para figurar en la exposición”. Es decir, en su intención de ser coleccionista, un patrono del museo compró un cuadro que fue revalorizado tras la muestra organizada.

Borja también trata de dejar atrás la imagen de defraudador de Hacienda a la que tuvo que enfrentarse cuando el Ministerio de Hacienda le acusó de fingir su residencia en Andorra para no tributar en España. La revista ¡Hola! había pagado 1,4 millones de euros por la exclusiva de la boda con Blanca Cuesta, pero el abono se hizo a una sociedad en Nevada (EEUU). Posteriormente, disolvió esa sociedad al acogerse a la amnistía fiscal. El juez de la Audiencia Provincial de Madrid falló en 2020 que no había pruebas suficientes de que Borja pasara en España más de 183 días al año. “No ha quedado cumplidamente acreditada la existencia de dicho delito”, indica la sentencia.

En la primera entrevista de Borja Thyssen, tras la firma del contrato del polémico alquiler millonario, advirtió que si al final de los 15 años de renta no se llega a un acuerdo, se llevará los cuadros a otro país. “Emiratos Árabes Unidos ofrecía 22 millones al año por alquiler”, dijo Borja continuando la misma línea argumental de su madre. El bucle de los Thyssen no ha cesado y ahora Borja, el millonario sin oficio perseguido por Hacienda, es publicitado por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza como un proyecto de coleccionista al que ayudará con más recursos públicos, además de los beneficios anuales que recibe por el alquiler millonario de la colección de su madre.

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