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Las mujeres que no lloraban por los hombres de película

Natalia de Molina, protagonista de 'Techo y comida'

Mónica Zas Marcos

Ana Fernández apareció en la segunda audición de Solas, de Benito Zambrano, con la bata de limpiadora de su madre. El director la había rechazado por ser demasiado delicada para meterse en la piel de su protagonista alcohólica y sin estudios. Pero solo tuvo que calzarse un uniforme para probar que ese retrato de la Andalucía rural y de la lucha femenina no le era tan ajeno. Su personaje representaba a muchas mujeres que quisieron ir a la universidad y no pudieron, y a toda una generación atrapada en un entorno represivo y machista. Al final, el resultado fue tan efectivo sobre la pantalla como un puñetazo en la boca del estómago.

Mientras que las actrices, directoras y directores de los 90 peleaban por películas honestas y perversas con la mujer, las preferencias de la política eran otras. Las subvenciones públicas premiaban los estereotipos y, como dice María Castejón en Representación de feminidades y masculinidades en el cine español de los 90, “las mujeres eran independientes [en la ficción], pero observamos un espejismo de igualdad porque el contexto seguía siendo muy patriarcal”.

Esta situación tiene poco de imaginaria, como hemos contado en otras ocasiones, incluso dos décadas después. Detrás de las cámaras, menos del 16% de las películas de ficción de 2015 fueron dirigidas por mujeres. El último informe de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales) mostraba además que el porcentaje de hombres y mujeres en puestos que reproducen los roles de género ha crecido desde 2006. Una discriminación que tiene un efecto espejo sobre los Goya, que premian lo que escriben y dirigen ellos y lo que peinan y maquillan ellas.

Los datos no son más optimistas sobre el guión: solo el 36% de las películas españolas tienen protagonistas femeninas y, en el plantel total, el 80% de los papeles son representados por hombres. Algo que se traduce en que el 72% de los diálogos estén acaparados por voces masculinas. Pero, cuando ellas hablan, ¿de qué lo hacen? ¿por qué lloran? ¿contra quién maldicen?

Muchas veces no importa tanto la presencia en el filme como el punto de vista que imprimen los personajes femeninos. “Hemos querido destacar las películas que muestran a mujeres fuertes y valientes, que en esencia somos todas”, dice Julia Oliva, coordinadora de Mujeres que no lloran, un ciclo que organiza CIMA en colaboración con la Academia de Cine. Solas es la película encargada de abrir el día 12 las cuatro jornadas en Madrid, pero le seguirán Techo y comida, El patio de mi cárcel y La novia. La proyección se completará con cuatro cortometrajes dirigidos por mujeres y un coloquio con las actrices protagonistas de los filmes.

“En esta edición -ya van por la tercera- se proyectan cuatro historias muy actuales, porque necesitamos recordar que esas mujeres existen”, dice Oliva. Una mirada que no se trata tanto del género como de la sensibilidad. “Solas tiene dos protagonistas femeninas increíbles y está dirigida por un hombre. Techo y Comida, igual. Y El patio de mi cárcel son varias visiones porque es un retrato coral”, recuerda.

El objetivo de CIMA, defiende Oliva, se centra en mostrar más que en denunciar. “No queremos ser panfletarias ni ir con pancartas. Buscamos visibilizar, enseñar, empoderar, apludir y dar la mano”. Y, aunque todas las películas elegidas pasan con facilidad el sonado Test de Bechdel (y alguno más), la totalidad de la ficción española suspende con nota en igualdad. Poco a poco se va rompiendo la tendencia de mostrar a las mujeres como madres, novias o esposas de los protagonistas masculinos, pero hay mucho camino por recorrer.

“No es suficiente decir que hay carencia, sino demostrar que los pocos casos que existen son de calidad”, asegura Oliva. El ejemplo más actual y revolucionario ha sido el de La novia, encargada de cerrar el ciclo el próximo jueves. Paula Ortíz decidió trasladar el foco del triángulo amoroso de Bodas de sangre a las mujeres. Para la directora, Federico García Lorca analizaba el alma a través de sus personajes femeninos, por eso quiso descansar la acción en Inma Cuesta como protagonista indiscutible.

La simbiosis de la intérprete

Estos personajes tomarán vida de nuevo sobre el escenario de la Academia de Cine. Las encargadas de sacarlos de la pantalla serán sus intérpretes, las que convivieron con sus pesares durante meses y algunas todavía lo hacen. Ana Fernández, Natalia de Molina, Ana Wagener y Luisa Gavasa hablarán del proceso de asimilación de esas mujeres fuertes y reivindicarán la importancia de su mensaje.

“Hay un gran desequilibrio en los roles protagonistas. Eso, a pesar de que las historias protagonizadas por mujeres llegan y funcionan. Tenemos un universo muy rico y, por ejemplo, en el cine histórico, faltan muchísimas historia que contar de esas mujeres.”, admitía Ana Fernández en una entrevista sobre el fenómeno que despertó su personaje en Solas. Como ella, Natalia de Molina también aprovechó su drama ficticio -de una madre soltera y en el paro- para alertar sobre miles de mujeres que lo viven diariamente sin focos ni guiones.

Desde CIMA advierten que el cine tiene esa magia que no puede ser desaprovechada. Porque las mujeres lloran. Las desahucian. Beben y blasfeman. Y, aunque la gran pantalla se empeñe en silenciarlo, también sufren y luchan por cosas más importantes que el amor de un hombre.

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