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Las películas de periodistas, entre la ciencia ficción y la épica

Una reunión de reporteros en 'Spotlight', una de las películas que se proyectará en el maratón de cine y periodismo de elDiario.es.

Elena Cabrera

31 de octubre de 2022 22:37 h

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Gustan mucho las películas protagonizadas por un periodista sin escrúpulos cuyo manejo en las sombras consigue sacar a la luz alguna historia. Esto se debe tanto a la fascinación por los villanos sagaces como a las ganas que tiene el público de refrendar su suspicaz opinión sobre la falta de moral como motor del mundo. Personajes así son el magnate Kane (Orson Wells) que construye su inmensa fortuna con la prensa sensacionalista. Un Chuck Tatum (Kirk Douglas en El gran carnaval) que resarce su prestigio como reportero, que él mismo se había ocupado de destruir, convirtiendo en un circo el accidente en una mina. Un Louis Bloom (Jake Gyllenhaal en Nightcrawler) que descubre que puede ganarse la vida llegando el primero a los accidentes y consiguiendo la foto más sangrienta. O el joven poeta Lucien de Rubempré (Benjamin Voisin en Las ilusiones perdidas) que acepta que le compren el sentido de sus críticas literarias para granjearse una reputación que le permita publicar su libro. 

En la vida real, el periodista pasa muchas horas leyendo informes densos, haciendo llamadas infructuosas o borrando correos inútiles de su bandeja de entrada. Trabaja hasta tarde, no consigue desconectar los fines de semana y el día 20 del mes ya está pelao. Pero con esos mimbres no salen buenas películas. Es más emocionante encontrarse con una fuente en un aparcamiento (Todos los hombres del presidente), entrevistar a un convicto (así es como Walter intenta evitar que Hildy se case en Luna nueva) o conseguir la exclusiva del asesino del pintalabios para hacerse con el puesto de director del periódico (Mientras Nueva York duerme, de Fritz Lang).

“Creo que todavía no hay una buena película que analice la profesión en nuestro tiempo”, reflexiona Beatriz Martínez, periodista de la revista cinematográfica Fotogramas. “Igual sería demasiado aburrida, dado el grado de precariedad que existe. Desde luego, envidio a esos redactores de las películas que podían estar meses trabajando en un caso para sacar un artículo de investigación”, añade, recordando que la profesión vive en un tiempo donde “prima la productividad” y el “lo quiero para ya”. Por ello, esas películas le parecen “de ciencia ficción o género fantástico”.

Aquel cine de rotativas, burbon y cabinas

Los años setenta son una “época de gloria” para este subgénero, explica Martínez, así como también los primeros ochenta, donde son especialmente relevantes las tramas en las que el periodismo se enfrenta a la corrupción política. “El clima de convulsión y los escándalos políticos alimentaron a una generación de cineastas que, a través del thriller, supo escarbar en las cloacas del Estado con películas combativas, críticas con el sistema y capaces de generar una reflexión”. En esa década se rodaron la citada película sobre el Watergate (Alan J. Pakula, 1976), Network, un mundo implacable sobre el poder de la televisión (Sidney Lumet, 1976), Primera plana (Billy Wilder, 1974), El reportero (Michelangelo Antonioni, 1976) o, rascando ya los ochenta, Ausencia de malicia (Sydney Pollack, 1981).

“El cine miró desde los primeros tiempos al periodismo por su vértigo, dinamismo, el oficio trepidante, las pasiones encontradas y sus dilemas éticos, además de por su excepcional vocación social”, explica David Felipe Arranz, profesor de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid y autor del libro Las cien mejores películas sobre periodismo (Cacitel, 2018). Arranz recuerda que el cine mudo estrenó el primer corto sobre periodismo —Charlot periodista (Making a Living) en 1914—, en torno a un estafador que acepta un trabajo como reportero de sucesos, y donde ya se muestra no solo la rivalidad entre periódicos, sino la falta de escrúpulos de algunos periodistas. Hacemos un salto en el tiempo y le damos al play a la serie de la BBC Press (2018), que enfrenta al ficticio diario progresista The Herald con el tabloide sensacionalista The Post, cuyas redacciones se ubican en la misma plaza de Londres. Ambos cubren las mismas informaciones pero trabajan, escriben y titulan de manera muy diferente. No obstante, los dos quieren lo mismo: tener la exclusiva.

David Felipe Arranz se detiene a comentar la citada Network como una película muy relevante del género porque “Paddy Chayefsky se anticipó a muchos de los males que iba a padecer la televisión con la llegada de los reality, que le fueron robando protagonismo a los servicios informativos de la CBS”. “Es una cinta impresionante que supo ver que una periodista del canal WXLT-TV se acabaría suicidando en directo de un disparo en la cabeza a los 29 años, Christine Chubbuck. Y Dave Itzhoff en Mad as Hell ha documentado que Chayefsky lo escribió antes de la tragedia”. Arranz indica que posteriormente Bertrand Tavernier también indagó por ese camino en La muerte en directo (1980), “otra joya”.

Los estudiantes de periodismo citan películas como activadores de la vocación. En la actualidad Spotlight, el filme que retrata cómo el equipo del Boston Globe dirigido por Martin Baron destapó los abusos sexuales en la iglesia católica de Massachusetts. Es un buen referente porque es una película coral, bien documentada, donde el contexto del trabajo es importante. Otras generaciones estuvieron influidas por referentes de fantasía, arquetipos moldeados con épica, romanticismo o el humor de los lugares comunes, desde Lou Grant, Lois Lane o Murphy Brown. Algunos niños y niñas se imaginaban como reporteros viendo a los jóvenes estudiantes británicos de La pandilla plumilla (Press Gang, 1989) en la Televisión Española de principios de los noventa.

“No soy una mujer, soy una periodista”

Es cierto que el cine se ha nutrido de esos lugares comunes del periodismo. Pero también es de agradecer que haya películas que, lejos de eso, se hayan propuesto reconocer y dignificar un periodismo que sin duda es peligroso. En 2021 han sido asesinados 46 periodistas. 65 fueron secuestrados. 488, encarcelados. Es el recuento de Reporteros Sin Fronteras. “Creo que la audacia y los riesgos que en su labor de investigación afrontan los reporteros de todo el mundo han sido reflejados en la pantalla de manera ejemplar: los poderes fácticos ven al cuarto poder como una amenaza”, recuerda Arranz. “Si no fuese por el cine, nadie recordaría que la periodista irlandesa Veronica Guerin fue asesinada a tiros por narcotraficantes el 26 de junio de 1996, como recoge El valor de la verdad (2000); que la prensa se ha enfrentado abiertamente al mundo del hampa y la mafia, como aparece en Veneno implacable (1951), La ciudad cautiva (1952) o El cuarto poder (1952); o que gracias a 60 Minutos un grupo de periodistas puso contra las cuerdas a las grandes tabacaleras estadounidenses, como se filmó en El dilema (1999), prácticamente una transcripción literal del caso y un filme extraordinario. O Todos los hombres del presidente (1976), gracias a la cual sabemos todo lo que ocurrió cuando los hombres de Nixon entraron en las dependencias del partido demócrata. Robert Redford y Dustin Hoffman trabajaron en The Washington Post como periodistas antes y durante el rodaje: se empaparon del oficio”. 

Además de conocer bien la película basada en la investigación de Woodward y Bernstein, citar las cuatro adaptaciones de la obra teatral The Front Page es el rito de iniciación para los fans del género. La primera la realizó Lewis Milestone en 1931 (The front page, Un gran reportaje). En la segunda, Howard Hawks le cambió el género a uno de los periodistas para introducir el romance en el guion (Luna nueva, 1940). En la tercera, Billy Wilder volvió de nuevo a la pareja masculina con Walter Matthau y Jack Lemmon en Primera plana (1974). Y en la cuarta, Ted Kotcheff lleva la trama a una cadena de televisión en los años ochenta (Interferencias, 1988). “Mi clásico de referencia es Luna nueva”, admite Beatriz Martínez, “en la que, a través del caos de la screwball comedy, se sumerge al espectador en la vorágine de una redacción. Además, en ella ya se encontraban presentes apuntes en torno a la forma en la que se tratan las noticias y su vertiente sensacionalista”. Pero volvamos al personaje de Hildy, que ya había hecho su aparición unos párrafos más arriba: “Y qué decir de esa totémica Rosalind Russell, tan moderna, moviéndose dentro de un mundo de hombres y demostrando que es mejor que todos ellos. ‘No soy una mujer como las demás, soy una periodista’, decía al final de la película”. 

David Felipe Arranz tiene una secuencia favorita que traer al final de este artículo, ahora que ya empieza a sonar la música y se sienten llegar los títulos de crédito tras este párrafo final. “Una de El dilema, cuando Lowell Bergman (Al Pacino) trata de reunir pruebas desesperadamente y llevar dossieres a sus colegas de la prensa entrada ya la madrugada, bajo la lluvia, mientras se escuchan en las calles húmedas de Nueva York el saxofón de Jan Garbarek o la voz de Lisa Gerrard. Todos los que amamos esta profesión nos hemos sentido así”.

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