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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

'La sombra de la ley', homenaje 'made in Spain' al cine de gánsteres clásico

"Con este film quise hacer un homenaje a ese cine de gánsteres con el que crecí", confiesa Dani de la Torre, director de 'La sombra de la ley'

Francesc Miró

En 1921, España vivía un situación caótica pero esperanzadora. La Guerra del Rif sangraba los recursos del Gobierno de García Prieto bajo el mandato de Alfonso XIII. El desastre de Annual, una espantosa derrota militar que terminaría por socavar los cimientos de la monarquía liberal y allanar el terreno a lo que terminaría siendo el golpe de Estado de Primo de Rivera, se tapaba con cortinas de humo por una cúpula militar anclada en el pasado.

Mientras, Barcelona se abría al mundo. Llegaba la luz eléctrica, la modernidad, la lucha sindical y las huelgas. Las calles olían a revolución, a un cambio que estaba por venir y que podía significar un impulso gigantesco en derechos y libertades para la clase obrera. O eso creían fervientemente anarquistas y sindicalistas que unieron sus fuerzas para poner en jaque a una clase aristocrática que les explotaba sin miramientos.

Allí se propone trasladarnos La sombra de la ley, segundo largometraje de Dani de la Torre, que llega ahora a nuestras salas. Una historia de gánsteres a la española que transita el film mafioso de época, la película de acción sin medias tintas, el drama social y el noir clásico. Todo con un pulso firme, un empaque visual a la altura de las circunstancias y una seguridad y ambición poco comunes en un realizador de tan escaso recorrido.

Hacer las américas en la Barcelona de los veinte

“Después de El desconocido, no quería volver a meterme en un thriller pequeño y claustrofóbico. Quería cambiar de registro, aunque no esperaba que el cambio fuese tan bestia”, confiesa Dani de la Torre.

En su primer largometraje, El desconocido, el realizador gallego entró como elefante en cacharrería en la escena de realizadores contemporáneos españoles. Se trataba de un drama de pocos personajes en el que el espectáculo se entregaban sin remilgos al espectador, derrumbando los posibles prejuicios que este tuviese para con el género de acción patrio.

Esta vez, sin embargo, de la Torre se ha atrevido con algo mucho más exigente a nivel de producción: intriga de época con múltiples personajes, subtramas y ambientaciones distintas. “Cuando leí el guión la primera vez, pensé: '¡Hostias, pero si esto es una peli de gánsteres! ¿Realmente hubo gánsteres en España?'”, explica, “pero cuando empecé a documentarme y ahondar en el pistolerismo de la Barcelona de los veinte, todo fue tomando forma”.

También era el guión más ambicioso de Patxi Amezcua, responsable de los libretos de El aviso, Atrapa la bandera o Séptimo, pues no sólo pretendía narrar la historia de Aníbal Uriarte, sino capturar la esencia de una urbe en proceso de transformación. “Barcelona era una ciudad que estaba evolucionando a pasos agigantados”, cuenta el director de La sombra de la Ley. “Queríamos recrear la ciudad fidedignamente, así que todas las imágenes que vemos en la película tienen un origen fotográfico real. El tipo de ambientación que usamos está documentada. Lo hicieron fotógrafos de la época que se subían a zepelines y se comían el tarro para mostrar la grandeza de la ciudad”, cuenta. “Si visitas el archivo fotográfico de Josep Brangulí, verás esa Barcelona, esos Music Halls, esa gente atestando las terrazas, esas fábricas y calles llenas de coches”.

Una ambientación que, al contrario que la norma no escrita de nuestro cine de época, no cierra el plano u oscurece la puesta en escena para disimular, cuando no esconder, la falta de presupuesto. “Esto es viable ahora porque tenemos empresas de efectos digitales muy potentes en España. En esta película hemos trabajado con Felix Bergés, cuya empresa acaba de ganar un Emmy por Juego de Tronos. Eso te da la seguridad de que el acabado de tus decorados virtuales no va a sacar al espectador de la película, sino a lucir con un nivel de producción muy elevado”.

Gracias a su trabajo y el de El Ranchito, la empresa que se encarga de hacer creíbles a los célebres caminantes blancos, el film nos muestra cómo era la Estación de Francia, o en qué fase de construcción se encontraba la Sagrada Familia por entonces. Retrato de una ciudad en la que todo el mundo quería vivir. “Me di cuenta, estudiando un poco literatura de la época, que nuestras américas fueron Madrid, Barcelona y el País Vasco. Ciudades que recibieron a miles de emigrantes y prosperaron muchísimo en esa década. Aquí también se buscaba hacer las américas y Barcelona prometía cumplir los sueños de mucha gente”.

Lucha sindical y sindicatos del crimen

Pasó, como bien retrata La sombra de la ley, estas urbes que acogían el éxodo rural español tuvieron que afrontar el desencanto -cuando no el enojo- de generaciones enteras de obreros que veían como el progreso pasaba por delante de su puerta sin contar con ellos.

“Tenía claro que no quería hacer una película política”, defiende Dani de la Torre, “pero tampoco una que olvidase el contexto político en el que se desarrollaba la acción”. Por eso, su film se acerca a la reivindicación de derechos de la época y el conflicto social que se palpaba en las calles. “Era una época de cambios, de libertad, de lucha y de represión. De alguna manera, la aristocracia y la patronal no estaban acostumbrados a que hubiese tal auge de reivindicación de derechos. Los patronos contrataban a pistoleros para matar a los sindicalistas que les resultaban revoltosos”, cuenta.

El contexto político marca el camino del desarrollo de los protagonistas de este thriller. Un policía que empatiza con la causa de los huelguistas a los que tiene que investigar, una joven que lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres... “A veces, un personaje actúa movido por unos ideales, pero otras, utiliza la política para otra cosa: el poder, la envidia, la codicia o la venganza”, describe el director de la película.

“No íbamos a evitar temas delicados, como que el gobierno creaba cortinas de humo informativas para tapar sus vergüenzas en la Guerra de Annual, o que los anarquistas utilizaban cualquier estrategia para movilizar a su gente aún si eso provocaba víctimas entre los suyos”, describe.

Una doble lectura, la del thriller y la del drama social, que acerca la situación de los años veinte a la actual: “Hay muchos problemas que surgen en esta época y a los que nunca se les dio solución. Se funde a negro España durante cuarenta años y se tapan con una manta un montón de problemas que todavía siguen aquí, que todavía están por solucionar. Cosas por las que todavía luchamos”.

Clasicismo en la calma, modernidad en la acción

Con todo, La sombra de la ley es una de esas películas que se construyen desde la admiración al arte que les ha dado vida. Películas que dialogan constantemente con pedazos de cine ajeno, que en este caso se puede rastrear en decenas de títulos desde Érase una vez en América, hasta Muerte entre las flores, pasando por Los intocables de Eliot Ness o Camino a la perdición.

“No existen referentes españoles para lo que quisimos hacer en La sombra de la ley”, reflexiona Dani de la Torre. “Te puedes remontar a La verdad sobre el caso Savolta, pero es una película muy política en la que la puesta en escena tiene una importancia secundaria en pos del discurso. Creo que este film va por otro camino. Quiere seguir la senda de esas películas americanas que todos hemos visto y que trataban la temática gánster: Leone, de Palma, Coppola, los Coen... son referentes absolutos no ya para quien le guste la mafia, sino para todos los que amamos el cine”, opina.

“Los espectadores de hoy son muy exigentes y están acostumbrados a ese tipo de películas de altísimo nivel. Y lograr ese nivel de producción era uno de mis principales quebraderos de cabeza”, cuenta el realizador gallego. “Al final, quería que fuera una película de entretenimiento, pero también un homenaje a ese cine de gánsteres con el que crecí. Vi Érase una vez en América a los once años y desde entonces el cine no ha vuelto a ser lo mismo para mí”.

Sin embargo, sus inspiraciones estéticas y narrativas colisionan de frente y en más de una ocasión con una planificación moderna en su concepción. Hablamos de planos secuencia complicadísimos que mezclan varios formatos para trasladar al espectador al escenario de la película, y de secuencias de acción de una brusquedad y un ritmo que le hablan de tú a tú al género de hoy.

“En los momentos de más movidos nos salimos de la planificación, digamos, más clásica, para abordar las peleas y las secuencias de acción”, describe el realizador. “Hoy manejamos un código de diferente para esto: en las películas de acción actuales la cámara es muy móvil, se acerca mucho a los personajes como lo hace Michael Mann. Las peleas parecen un Bourne de época porque intentamos que la cámara esté cerca de Luis Tosar y su Aníbal. Me atraía mucho meter un guiño a la realización moderna dentro de una estética claramente clásica”.

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