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“Hay gente que no puede hablar de su vida porque es aburrida; aunque mi vida lo sea, yo necesitaba hablar de mí”

Fino Oyonarte, autor de 'Sueños y tormentas'

Luis J. Menéndez

En Fino Oyonarte reconocemos al escudero fiel de Josele Santiago en Los Enemigos, al productor que propició el relevo generacional grabando algunas de las primeras referencias de Los Planetas, Lagartija Nick, Mercromina o Los Del Tonos, y también a un francotirador que rehusó casarse con nadie cuando echó a andar proyectos como Clovis o Los Eterno.

Sin embargo, y a pesar de su aportación fundamental, en todas estas aventuras Fino rehusaba ponerse al frente y asumir la atención de los focos, su total exposición artística. Ese momento ha llegado tarde, pero finalmente se ha producido. El disco, que publica bajo su propio nombre, lo ha titulado Sueños y tormentas, y esta es su historia.

¿Por qué todavía no había publicado un disco como Fino Oyonarte?

Ahora lo pienso y no sé por qué, porque realmente lo he deseado durante mucho tiempo. Quizás, porque soy una persona muy intensa que pongo toda mi energía en lo que estoy haciendo y mi vida en Los Enemigos ha exigido mucha dedicación. Después pasé unos años con producciones, y finalmente he tenido otros proyectos como Clovis y Los Eterno. No sé, ahora he sentido la necesidad de expresarme por una serie de circunstancias.

Puedo hacer una reflexión y pensar que quizás ha sido el miedo a enfrentarme a hacer un disco yo solo, y puede parecer una tontería. Pero viéndolo con perspectiva, nunca antes me había desnudado tanto en mi vida artística, tal vez porque había estado retrasando el momento [risas].

Por una circunstancia de salud que tuve hace tres años, y a la que yo tampoco quiero dar ninguna relevancia, un infarto que sufrí, pensé que era afortunado de seguir aquí y que me tenía que plantear cosas nuevas. De hecho, la misma noche en que superé el infarto cogí un cuaderno y escribí unos cuantos propósitos: cuidarme, cambiar un poco de vida y, a nivel artístico, hacer un disco en solitario. Creo que tenía cierta frustración por no haberme explayado del todo en lo que había hecho.

Lo cierto es que no se guarda nada: lo firma con su nombre, los textos son claramente autobiográficos, y en la portada aparece un retrato suyo.

Al principio no tenía intención de ponerme en la portada, pero un día lo pensé y, ¿por qué no? Si además muchas de las músicas que he recuperado con este disco son de artistas de finales de los 60 y principios de los 70, como los Beatles, Lennon o Nick Drake, que sí aparecían casi siempre en las portadas de sus discos.  Cuando me hice las fotos la verdad es que me acojoné y pensé: “Como vea el vinilo con esa cara me da algo” [risas].

La foto en cuestión tiene un aire quijotesco, casi pictórico.

Es curioso, porque esa sesión que hice el verano pasado con Ricardo Roncero en principio era un recuerdo, no tenía previsto que fuera una para la portada. Quería tener un recuerdo de esta etapa, y ya empezaba a tener problemas en todos los controles policiales: desde que me dejé barba, siempre que tenía que enseñar el DNI me preguntaban si la foto era de cuando hice la primera comunión [risas].

El caso es que me di cuenta que esa foto tenía mucho que ver con todo lo que había sido el proceso de elaboración, y al final, todos los que me rodeaban terminaron de animarme a ello. Tiene sentido, porque es un disco en el que miro mucho hacia dentro.

Nunca antes, en ninguno de sus proyectos, se había enfrentado a un disco de estas características, tan desnudo

Sí. De pronto me di cuenta de que con una guitarra acústica, un piano, una voz, mi cuaderno y mi bolígrafo me bastaba para reflejar lo que iba saliendo. En cuanto tuve un par de canciones, me planteé hacer una demo vistiéndolas más, con batería y otros instrumentos, y me di cuenta que me sobraba todo.

Simplemente doblando la guitarra acústica, que es la forma como grababa Elliott Smith y que para mí siempre ha sido maravillosa, y las dos voces. Así se las enseñé a César y a Cris [Cristina Plaza, con quien formó Clovis] que es mi apoyo fundamental y quien ha estado conmigo sufriendo.

De hecho, me sorprendió ver en los créditos a César Verdú (León Benavente, Schwarz) como coproductor. Teniendo en cuenta que usted es un magnífico productor, ¿por qué necesitaba esa mirada externa?

A César le conozco desde hace muchísimos años, y además es amigo. De hecho, en el segundo disco de Clovis grabó las baterías. En cierto modo necesitaba a alguien que hiciera esa función que yo suelo llevar a cabo en discos ajenos. Alguien que no me llevara hacia un terreno o hacia otro, que no fuera excesivamente intrusivo y sacara el máximo de mi interpretación.

¿Le costó mucho interpretar las canciones en el estudio? Teniendo en cuenta que cantar nunca ha sido una prioridad en su carrera.

Intentaba no darle demasiada importancia, quedarme con la esencia de lo que quería decir con las canciones. Y aunque una vez que llegas al estudio te puedes venir un poco abajo, hay una serie de rituales que siempre ayudan.

Por ejemplo, llevaba las voces muy trabajadas, había cantado mucho las canciones en casa. Luego intenté recrear un ambiente “doméstico” dentro del estudio: me llevaba algunos dibujos con acuarela que había hecho al mismo tiempo que las canciones y me rodeaba de ellas cuando tenía las tomas. Son trucos que te hacen sentir más cómodo.

En el estudio, en cualquier caso, a veces suceden cosas mágicas. Hay una canción dedicada a mis padres, Huellas en el tiempo, que es una serie de imágenes relacionadas con ellos. Ahora, como están muy mayores, voy a Almería a visitarles a menudo para vivir estos momentos lo más cerca que puedo, y eso me animó a hacer una canción de amor un poco desde su punto de vista. Ya apenas pueden ni hablar, pero mantienen vivos los valores que me enseñaron y su amor.

El caso es que era una canción con la guitarra, muy Leonard Cohen, y una vez en el estudio probamos a meterle también un piano muy sencillo, muy suave. Pero el arreglo tropezaba todo el rato, no funcionaba. Al llegar al control César, había quitado las guitarras y dejado solo el piano… y era alucinante. Se quedaba todo como en el aire, con una atmósfera mucho más cálida. Y ese tipo de situaciones me gusta que pasen en el estudio, porque puedes ir con una cosa en la cabeza y de pronto surgen accidentes maravillosos.

¿Conoce Este álbum, la canción de Rafael Berrio? Parece que la idea tras Huellas en el tiempo es bastante similarEste álbumHuellas en el tiempo

Sí, sí, me encanta Rafael Berrio.

De hecho, esa es la única canción del repertorio que Berrio evita tocar en directo por una cuestión de pudor.

Yo a Berrio lo he tenido muy presente a la hora de hacer este disco. Me parece un letrista y un compositor extraordinario, un referente. Pero con respecto a la canción que comentas, la verdad es que me di cuenta de esa conexión a posteriori. Surgió casi como un accidente: había ido a visitarles [a sus padres] y no sabía sobre qué escribir, cuando de repente vi una foto de ellos sentados en el campo. Así es como empieza la canción, que continúa como una reflexión sobre el paso del tiempo y un agradecimiento hacia ellos.

Al principio sí que me costaba mucho cantarla, porque hay frases que me emocionaban, pero llegó un momento en que ya lo había hecho bastante y me podía separar un poco. No sé si cuando llegue la hora de interpretarla en directo podré cantarla… Yo creo que sí, porque llega un momento en que las canciones van separándose de uno y haciendo su propio camino.

Desde fuera, la sensación es que las dos canciones más autobiográficas son la primera (Afortunado) y la última (Cien pasos). En la primera mira hacia atrás y recuerda su llegada a Madrid, mientras que en Cien pasos habla abiertamente de los problemas de salud que sufrió y afronta el futuro. ¿Por qué definen ese arco temporal y vital?AfortunadoCien pasos

Es una lectura interesante. Hace poco me decía un amigo que nunca había escuchado un disco que se pareciera más a su autor  [risas]. Hay gente que no puede hablar de su vida porque es aburrida, pero aunque mi vida igualmente lo sea, yo necesitaba hablar de mí. He mirado hacia atrás en este disco y también lo he hecho hacia adelante, y tienes razón en ese sentido.

De hecho, me estoy dando cuenta de que esas dos canciones cierran un círculo. Afortunado era una forma de presentación muy honesta en el sentido de que efectivamente lo soy por lo que tengo, por poder dedicarme a lo que me gusta en un mundo en el que cuando miras alrededor ves cosas terribles.

Cerrar con Cien pasos es un poco el agradecimiento que debo darle al universo o a lo que sea por tener otra oportunidad después de haber tenido un problema de salud con el que me podría haber ido. Y quería hacerlo así, de forma sencilla, sin ponerme excesivamente poético. Aunque la frase “cien pasos parecen trescientos” se la dije a Cris cuando caminábamos por la arena en una de las primeras salidas después de mi convalecencia, y ella me comentó que algún día esa frase la metería en una canción. Y, efectivamente, al final la imagen apareció.

Pero si hay algo que se mantiene como hilo conductor de todo el disco es la idea de que hay que seguir teniendo esperanza e ilusión en el día a día y que hay que seguir creyendo en los sueños. Y, esto ya como anécdota, el año pasado me hicieron una ecografía y yo desconocía que las ecografías tenían sonido. El caso es que le pedí al doctor si podía grabarla y ahora es lo que se escucha al principio del tema: el sonido de cómo la sangre pasa a través de mi corazón.

Aunque no se cite expresamente, ¿está Madrid muy presente en el disco?

Madrid aparece en una frase de Afortunado, cuando al comienzo de la canción canto: “Me vine con veinte años, cambio que marcó mi vida”. Es la frase con la que arranca el disco. Yo a Madrid le tengo mucho cariño, aunque soy de Almería. Cuando después de un bolo vuelvo a Madrid veo que me siento parte de esta ciudad.

¿Ha llegado a perder sus raíces?

Bueno, no soy una persona muy apegada a las raíces, pero sí es verdad que Almería y toda la zona del Cabo de Gata, San José… tiene para mí un significado muy especial. Fue una casualidad de la vida que después de tomar unos alucinógeneos acabara en San José donde conocí a Joe Strummer e Iñaki de Glutamato en El Pez Rojo. Iñaki me propuso venirme a Madrid para tocar en Glutamato Ye-Yé. ¡Si me lo hubiera dicho Joe Strummer quizás hubiera acabado en Londres tocando en los Clash! Pero como me lo dijo Iñaki…  [risas]. Esa casualidad cambió el rumbo de mi vida.

A mi pareja también la conocí también de casualidad en el Revolver hace muchos años, y la mayor parte de experiencias musicales y de amistades las he tenido aquí. Desde que me vine hasta los cuarenta yo vivía en Malasaña y salía todos los días, y eso me trae a la cabeza muchísimas imágenes: con Kike Turmix cargando con los vinilos por allí, o con Josele cuando íbamos al Agapo y tocábamos… En Afortunado, de alguna forma, resumo toda esa vida desde que tengo el sueño de venirme a Madrid hasta hoy.

¿Ha cambiado mucho su vida cuando mira hacia atrás a aquellos años?

Formas parte del momento que vives, y estás en un movimiento constante por la edad y por los amigos que tienes alrededor. Como te decía, yo estaba todo el día en la calle. Ahora también, me como medio plátano y me voy a caminar hasta Casa de Campo, que es algo que necesito para recargarme. Mi droga, en vez de ser la noche y todo eso que tomábamos en los noventa, es caminar, la meditación, la relajación…

Usted, que vive en el barrio de Ópera, en pleno centro, ¿reconoce el Madrid actual?

Es verdad que hay una gentrificación brutal, y lo que me da un poco de pena es la pérdida de personalidad, el carácter que tienen los barrios. Tampoco te digo que tengan que permanecer los tenderos de toda la vida, pero si todo van a ser franquicias vendiendo lo mismo es una putada, porque todas las ciudades terminan convirtiéndose en la misma.

Y ojo, que yo no soy un nostálgico. Está bien que se evolucione y ese es el signo de los tiempos. Pero creo que lo ideal es mantener una esencia cultural que te hable de donde vives y de la gente que te rodea. De hecho, los que escriben o quienes componemos música lo hacemos alrededor de esas vivencias.

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