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“Esclavos de Franco”, comic sobre prisioneros condenados a campos de trabajo

El autor Chesús Calvo posa con su obra, el cómic 'Esclavos de Franco' durante una entrevista con Efe celebrada en los jardines de Puerto Venecia, Zaragoza.

EFE

Zaragoza —

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Lo primero que encuentra el lector al abrir el cómic “Esclavos de Franco” es el plano de uno de los campos de prisioneros que hubo en España en los primeros años de dictadura, una parte de la historia “desconocida” incluso para el propio autor, Chesús Calvo, quien, tras descubrirla, decidió divulgarla en viñetas.

Esa primera página atrapa porque el campamento guarda una enorme semejanza con la disposición de los campos de concentración nazi y porque estaba ubicado en España, y no era el único.

Calvo (Zaragoza, 1966) explica a Efe, en una entrevista, que este dibujo no se basa en un campo concreto, aunque reconoce que se ha inspirado en el campamento de Miranda de Ebro (1937-1941). Allí fueron destinados cientos de presos republicanos contrarios al Movimiento Nacional, como Julián, el protagonista de esta historia.

A cambio de reducir su pena, estos antiguos combatientes, entre los que se encontraban muchos milicianos extranjeros, se convertían en mano de obra barata para, en condiciones muy duras, reconstruir un país que había quedado destruido tras la contienda española.

“Reconstruyendo España”, como si fuera un lema de campaña electoral, fue el mantra utilizado por el entonces Patronato Central de Redención de Penas, un sistema que no dejaba de ser otra forma más de castigo de la que el régimen franquista sacó provecho.

“Vivían hacinados; los levantaban muy temprano; los metían en un camión y trabajaban en condiciones muy duras en jornadas largas en las que apenas comían”, comenta Calvo.

Así, estos presos reconstruyeron carreteras, canales, pantanos y levantaron el Valle de los Caídos.

Todo a cambio de un salario simbólico y ridículo del que les descontaban la manutención antes de enviar el resto a sus familias. “Prácticamente eran mano de obra gratuita”, matiza.

Calvo descubrió esta historia tras ver un documental en televisión. Para él esta parte del Franquismo era totalmente desconocida y pensó que podría serlo también para muchos de sus lectores.

Comenzó entonces un trabajo de documentación para armar un guión en torno a un soldado republicano que intenta sobrevivir en un campamento de prisioneros tras ser capturado en el Pirineo aragonés cuando trababa de cruzar la frontera.

Calvo ha querido contar una historia humana en la que fuera fácil identificarse con el personaje. “Pensé todo lo que me habría podido ocurrir a mi, si hubiera nacido hace cien años y me hubiera visto envuelto en una guerra con sólo veinte años”, reflexiona.

Imaginó las decisiones que habría tomado, siempre que hubiera podido porque para muchos, indica, ni siquiera se presentó la oportunidad de elegir.

Para ello, en las ochenta páginas que componen esta novela gráfica de Gp Ediciones, Calvo utiliza dos caminos. Intercala la rutina diaria de los campamentos de prisioneros, donde el único anhelo era sobrevivir, con retazos de la vida del protagonista antes del golpe de Estado y el estallido de la guerra.

La casualidad ha querido que la publicación de este cómic, el tercero de Chesus Calvo, que se presenta este viernes en la Casa de la Memoria Democrática de Zaragoza, coincida con la exhumación del dictador del Valle de los Caídos, pues es un trabajo que comenzó hace dos años.

Eso explica, en parte, la buena acogida que ha tenido entre el público y que ha sorprendido al dibujante.

Confía en que sirva para divulgar la historia más reciente y detalla que, de momento, son muchos los profesores de instituto que han comprado el cómic para verlo con sus alumnos en las aulas.

“Siempre decimos que hay muchas películas de la Guerra Civil, pero esta parte en concreto yo no la conocía. Creo que ha sido bueno darle luz a través de un cómic”, precisa.

Calvo no descarta rescatar del olvido algún episodio similar, pero de momento está embarcado en un guión de David Terrer que nada tiene que ver con esta época. Esta vez la historia la protagonizará un japonés que visitó la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza en 1908.

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