Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La Janis

Janis Joplin tenía una voz doliente que delataba a una mujer triste

2

Todos sus amigos tenían un Porsche descapotable, pero ella siempre prefirió un Mercedes Benz. Algo así cantaba a pelo la Janis, entre aullidos que partían la noche en dos mitades. Era el canto evangélico que desafiaba a Dios y al mismísimo Diablo; la voz valiente que abrasaba la garganta y resonaba en el cielo raso de su boca. 

Aunque sonriese, no podía ocultarlo. Su voz doliente delataba a una mujer triste. Algo parecido ocurría con su pellejo, de raza blanca, que envolvía su entraña mestiza. Sólo cuando cantaba desvelaba el error. Porque su voz venía de lejos, de los campos algodoneros donde los esclavos entonaban fatigas al ritmo de un látigo. Para ella no existía diferencia alguna entre cantar y hacer el amor. La lista de  contactos carnales fue variada. Desde mujeres que le daban al bourbon, hasta figuras públicas como lo fueron Jim Morrison o ese otro, canadiense y de aspecto alicaído, al que encontró en el ascensor del Chelsea Hotel. 

De aquel encuentro surgió una de las más bellas canciones de amor que se han escrito nunca; un tema contagiado por el nostos griego, pues el alicaído canadiense había seguido los pasos de Homero y se dedicaba a contar historias por las tabernas del Greenwich Village.  

Según parece, Leonard Cohen había entrado en el hotel por ver si se encontraba con Brigitte Bardot. Pero el azar quiso que la melodía fuese otra. “¿Buscas a alguien?”, preguntó él, con su voz arrastrada por el polvo. Ella se hizo la interesante y le dijo que sí, que buscaba a Kris Kristofferson, “¿Por qué?”.  A lo que él  respondió: “Porque yo soy Kris Kristofferson”. Lo que sucedió después ya es historia grabada para los restos en los surcos de la memoria discográfica.  

Pero Janis Joplin no guardaba el mismo recuerdo de aquella vez que ella y Leonard Cohen revolvieron las sábanas del Chelsea. No sólo porque Leonard Cohen no era Kris Kristofferson, compositor de música country del que Janis Joplin grabaría el tema “Me and Bobby McGee” , sino porque Leonard Cohen no estuvo a la altura, por mucho que su poesía simulase lo contrario, corriendo tras el dinero y la carne mientras las limusinas esperaban en la calle.   

Tiempo después, durante una sesión de fotos con Richard Avedon, ella confesaría que, tanto Cohen como Morrison, sufrieron sendos gatillazos, tal y como recoge Holly George-Warren en la biografía definitiva de Janis Joplin (Cúpula). “Y entonces, de repente, como a las cuatro de la mañana, te das cuenta, claro como el agua, de que aquí no hay nada más que el cabrón que está ahí tirado. No me está follando”. 

El sábado 3 de octubre de 1970, Janis Joplin compró heroína de la variedad china white, de pureza mortal. Janis lo sabía. Tal vez por eso, cuando de madrugada llegó a la habitación 105 del Landmark Motor Hotel, en los Ángeles, decidió probar con un pico subcutáneo. Nada de bombear la jeringa en la vena, no fuera a darle un subidón mortal. Pero ni con esas pudo controlar el efecto. Se desplomó, dando con la cara en la mesita de noche. 

Sus cenizas fueron esparcidas desde una avioneta por la costa de Marin County,  y sus amigos hicieron una juerga lisérgica donde fornicaron igual que conejos. Por decir no quede que corrieron las drogas, en especial el LSD.

Tres meses después, en enero de 1971,  saldría a la calle su disco póstumo 'Pearl', un trabajo que incluía el tema de Kris Kristofferson, 'Me and Bobby McGee', y un tema improvisado que llevaba por título 'Mercedes Benz', una canción con aires de canto evangélico que Janis cierra con una carcajada después de exclamar 'That's it!', o lo que es lo mismo, “Ya está”. 

Etiquetas
stats