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Hablemos en serio de la canción del verano

Fórmula V

Raúl Minchinela

En 2007, Telecinco alertaba desde su programa de Informativos. “Todo apunta a que nos estamos enfrentando a un verano sin canción del verano; de ser así, estaríamos ante algo histórico”. Estaban particularmente alarmados porque el año anterior la duda se había saldado con mucha antelación y además por un carril inesperado. “No han sido las emisoras tradicionales las que han dado a conocer al fenómeno musical del momento; esta vez ha sido Internet -y YouTube en particular- quien ha lanzado al estrellato a El Koala”, publicó El País en marzo en su sección de tecnología.

Al mes siguiente, El Koala ya estaba variando su Corrá para convertirlo en himno de las retransmisiones de LaSexta (“opá, amo a por er mundiá”), dando el prólogo para que al siguiente venciera la selección española y se repitiera en los televisores el Waka-Waka de Shakira en cada uno de los encuentros, cortinillas, resúmenes, convocatorias, análisis tácticos y, más tarde, en reportajes sobre los embarazos consumados el día de la victoria.

La tonada de la colombiana es un monumento a la canción del verano impuesta por repetición, un pedestal que tal vez solo le puede disputar La Flaca, que fue una canción que se aireó sin compasión el año que se cambió la ley para impedir que los cigarrillos se anunciaran por televisión. El giro en la legislación hizo que Ducados, en lugar de sus pitillos, publicitara un disco titulado Carácter Latino publicado por “Duca-2 Music”. Un anuncio que se aireó en rotación permanente, para conseguir transmitir el subliminal a las molleras más impermeables.

Las plazas frente a la radiofórmula

En el polo opuesto, hay canciones del verano que recorren el camino contrario. Temas que se prodigan por las calles antes de llegar a las antenas, y que llenan los bailes de plaza y las congas de las bodas meses antes de que las radiofórmulas las tengan en rotación. El verano que triunfó Tengo un Tractor Amarillo, de Zapato Veloz, no hubo en las emisoras nacionales el menor indicio. La televisión los aceptó en pantalla mucho tiempo después y a regañadientes. El Tractor, además de ser de las pocas canciones del verano que se propagó de abajo arriba, pertenece al grupo selecto de los llenapistas: esos temas que dejaban las sillas vacías y calientes al tercer acorde, donde se codea con La bomba de King Africa o el Mambo nº5 de Lou Vega.

La gente con canas sigue pensando en la canción del verano filtrada con tres tintes indelebles: Georgie Dann, Mis manos en tu cintura, de Adamo, y Maria Isabel, de Los Payos. El cantante, la acción y el contexto; la palabra, obra y omisión.

Georgie Dann es el hombre de las canciones del verano porque él mismo hibernaba, como un plantígrado de la música refugiado de los rigores del frío, y no había forma de verle el pelo hasta que regresaba para recorrer la península entera con sus coristas en perpetuo estado de coreografía. Maria Isabel es la primera canción del verano que habla de la playa y del sol, una hebra donde se colgarán todas las demás, desde Eva María y Un rayo de sol a lo que sea que esta semana publique el triunfito de guardia. Incluso cuando la canción del verano habló de un mundo apocalíptico y radiactivo, el título y el estribillo repetían Vamos a la playa.

Mis manos en tu cintura es finalmente, la clave para la verdadera canción del verano: el movimiento corporal que permite emparejarse. Lo que, de toda la vida, al calor de la verbena, se ha llamado “festejar”. Poner las manos en la cintura ajena era obedecer una voz que ordenaba por encima de nuestras voluntades, que es básicamente ceder fingiendo resistencia. Permite el roce, el requiebro y el juego en las distancias cortas. La canción del verano, al contrario que los yogures para ancianos, tiene la función de debilitar las defensas.

Las Verbenas y las discotecas

Ser motor para emparejarse es el factor clave de la canción del verano, que explica muchas de sus aparentes contradicciones. El principal: la canción del verano es un juicio a posteriori. La alarma de informativos Telecinco que poníamos arriba es testimonio de la confusión. Los únicos obligados a saber con antelación cuál es la canción del verano son los músicos de orquesta, esos ángeles custodios de la verbena que deben cumplir los deseos del público y ganarse así la siguiente plaza. El oficio les obliga a aprenderse todas las candidatas, que los bolos ya irán desempatándolas según la respuesta del personal.

La canción del verano es de verbena y no de discoteca porque allí las generaciones ven el fluir de las vecinas, y lo que eran manos en cintura ahora es mover tu cucu. El común múltiplo de la interacción, la gasolina, la sopa de caracol, el tiburón, una mano arriba, un pasito palante, chupi-pa-tí, chupi-pa-mí, cuándo serás mía. Es la canción de emparejarse y por eso la canción del verano es para después del verano, y eso no lo entienden quienes se encierran con sus revistas de música y sus grabaciones excelsas. Entre los amantes de la música, es una especie de gripe donde todo el mundo se vuelve momentáneamente tarumba y eligen una melodía chillona y una letra de poema de colegio pese a que el resto del año parecían tener gusto por los ritmos en contrapunto y los acordes menores.

Para quienes vivieron el verano de rayos de sol y bailes toda la noche, ese juicio sobre la canción del verano oculta su valor principal. Igual que las parejas tienen en la intimidad “su canción”, la canción del verano es la canción de los amores de ese verano. El tema que sirve para que múltiples personas rememoren “aquella noche”. Un recuerdo fatuo, por sorpresa, que tienen mil a la vez, todos los que no se quedaban en casa.

Y este verano qué

¿Cuál es este año la canción del verano? Lo preguntan quienes lo viven como un espectáculo y no como un participar, los que quieren bailar la que toca y no otra. Con lo poco que les gusta moverse, que sea solo con la buena. Cuando recuerden este 2014 desde el futuro, seguramente los montadores de vídeo usarán el Happy de Pharrell Williams, que desde que estrenaron Gru 2 no deja de sonar. Ahora sufrimos lo que Víctor Lenore denomina “las estrellas globales de la Mafia de Miami”, donde la “picadora Moulinex patentada por Emilio Estefan” nos trae para el verano del mundo diferentes colores de la misma taza y todas en el mismo camión. Nos ponemos puristas con la canción del verano ahora que las fabrican en la misma factoría y al por mayor, pero no perdemos la esperanza del Tractor Amarillo, de Paquito el Chocolatero, del Bimbó.

Cada orquesta que descubre que no puede girar sin aprender a tocar 15 de Agosto, de Ixo Rai, nos recuerda que hay vida en las plazas. Las papillas de Miami se refugian en las discotecas, las canciones del verano florecen en las verbenas. Allí necesitamos lo justo, una coreografía de caderazos, un subir las manos todos a un tiempo, un celebrar el calor y la noche y la ropa de baño que mantiene el bronce en el confín del pecado. Queremos Yo quiero bailar, de Sonia y Selena, donde el grupo era defectuoso y la canción estaba recauchutada y todo estaba desencajado, pero servía para una única cosa. Exactamente igual que un colchón hinchable de playa. Cuando llega el calor, los chicos se enamoran.

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