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Pilar Rahola: “Enseño una Barcelona de tullidos y otra de champán francés”

La periodista y política Pilar Rahola.

EFE

Barcelona —

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Pantalla frente a pantalla, habla Pilar Rahola con Efe sobre su nueva novela, “El espía del Ritz”, una historia que ambienta en la Barcelona de los años cuarenta, una ciudad “con tullidos de guerra y barrigas hinchadas por el hambre y otra en la que se tomaba champán francés en el Ritz”.

La escritora y periodista comenta que la obra forma parte de la saga que inició en 2014 con “Mariona” y que continuó tres años más tarde con “Rosa de cendra”, en la que trasladaba al lector hasta la Semana Trágica de 1909, con la que ganó el premio Ramon Llull y con la que lleva más de 30.000 ejemplares vendidos.

El lector volverá a conectar con viejas conocidas de las dos anteriores novelas, con conexiones con aquella Mariona del siglo XIX, como Merceneta, su bisnieta, una mujer en la cincuentena al acabar la guerra civil, que se forma en los movimientos feministas de principios de siglo y acaba siendo una mujer de la alta burguesía, casada con un hombre que la maltrata.

Publicada por Columna y Planeta, en la obra quien tendrá, sin embargo, mucho peso es el músico de orquesta Bernard Hilda, de origen judío, un hombre que existió, tocó en Barcelona en diversas ocasiones -Pasqual Maragall dijo una vez que había nacido gracias a su música, porque fue la que enamoró a sus padres- y fue espía contra los nazis, aunque nunca quiso ser reconocido por eso.

Pilar Rahola supo de él gracias a un reportaje de la revista Sapiens y a partir de ese texto quedó fascinada por el personaje y empezó a tejer este relato, en el que un evadido como Hilda, nacido Levitsky en París en 1914, toca en el hotel Ritz frente a altos capitostes nazis y franquistas, que desconocen sus raíces y le aplauden.

Tampoco obvia la novelista que en aquella Barcelona “oscura” de principios de los años cuarenta había fusilamientos constantes en el Camp de la Bota, niñas ejerciendo en los prostíbulos y mucho estraperlo.

“He puesto el foco -subraya- en aquella ciudad de los años 1942 a 1945, de la que no sabemos mucho, con Franco que había sido hasta entonces germanófilo, con los servicios de inteligencia nazis que campaban por Barcelona y el Ritz era su centro neurálgico”.

A su juicio, la capital catalana “llegó a ser su pequeña Casablanca. Todo estos hechos los fusiono con el recorrido que va haciendo mi familia inventada”.

Advierte que se trata de una ficción, “pero hay elementos muy precisos y los datos históricos que aparecen están todos documentados”.

La escritora afirma que ha realizado “el retrato lo más cuidadoso posible de las emociones de las personas normales, así como el de la Barcelona franquista del poder, infame en muchos sentidos. Es un retrato muy crudo de aquel momento histórico, del que he encontrado muchos testimonios”.

En este punto, cita a modo de ejemplo que uno de los que sale peor parado es Miquel Mateu Pla, quien fue alcalde de la ciudad hasta 1945, y ejerció “una sistemática persecución, represión y depuración” de centenares de funcionarios municipales, a la vez que “impuso” su ideología falangista.

Con especial afición por los “momentos convulsos”, Rahola ha querido ahondar “en este primer franquismo, un régimen que mató a unas 100.000 personas, con total impunidad”.

Sin embargo, advierte que como narradora “nunca tomo partido, son los hechos los que lo hacen, y en este proceso se ve como Franco fue un asesino, sin ninguna duda”.

A la vez, aclara que no ha escrito “una novela política, sino de emociones y de lucha por la supervivencia. Fundamentalmente, se trata de un libro de vidas y de vida”.

Respecto a cómo está viviendo el confinamiento y sobre si el coronavirus va a integrarse en futuras novelas suyas, la también articulista, que ha sido abuela por segunda vez en estos meses, arguye que la realidad, cuando se sienta ante el ordenador para crear literatura, no le interesa nada. “Me pesa tanto la vida que cuando hago literatura necesito huir de ella”, apostilla.

Tampoco esconde que tanto en 2017, con los acontecimientos relacionados con el 1 de octubre, “con gente amiga en el exilio o en la cárcel”, como ahora con el coronavirus, escribir es algo que le “libera”, le “da paz”, le “sustrae de la realidad vivida”.

“La literatura -agrega- tiene este punto de refugio, de paraíso personal, donde te rehaces un poco, me ha ayudado a rehacerme de las heridas de 2017 y del 1 de octubre”, desvela la escritora, que es favorable desde hace años a la independencia de Cataluña.

Preguntada por nuevos proyectos, avanza que ya ha empezado a trabajar en otra novela que situará en el año 1975 y los últimos fusilamientos ordenados por Francisco Franco.

Pilar Rahola confiesa que “sueña” en dedicarse sólo a la literatura, pero advierte que “eso no quiere decir que deje la guerra política. Se trata de dos mundos paralelos”, concluye.

Irene Dalmases

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