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El lavado de cara de la cultura: las nuevas incorporaciones

Berta Sureda, la comisionada de Cultura de Barcelona. Foto: barcelonaencomu.cat

J.M. Costa

Antes del verano, de las vacaciones, del dormir más y de los esguinces de tobillo, tuvieron lugar en España unas elecciones municipales y autonómicas. Es ahora, cuando ya amenaza el nuevo curso, cuando esas corporaciones que en muchos casos cambiaron de manos, empezarán a trabajar en serio. Las noticias económicas no serán buenas, porque según se denuncia desde Navalcarnero a Cádiz, lustros de gobierno omnímodo de los populares han dejado las arcas públicas en situación calamitosa. Y esa penuria heredada condicionará muchas cosas.

Entre las competencias transferidas a niveles locales se encuentra la cultura. Que no es solo responsabilidad de una parte, sino de tres: Comunidades, Municipios y Diputaciones Provinciales. En algunos focos culturales de primera magnitud los cambios han sido incluso cataclísmicos: Barcelona, Madrid y Valencia tienen lo que se conoce como ayuntamientos ciudadanos. Si a ello se suman ciudades de gran importancia local como A Coruña, Santiago, Zaragoza, Valladolid o Sevilla y cambios en comunidades como Valencia, Aragón o Castilla-La Mancha, se entiende que la cultura se encuentra ante un momento de cambio. Más o menos radical.

Desde las elecciones no ha habido gran cosa en cuanto a proyectos culturales. Pero ha habido nombramientos significativos y también alguna destitución. Por un lado, Madrid y Barcelona han nombrado como gestores de alto nivel a personas relacionadas con las artes visuales. Esto tiene un sentido: en ese ámbito no solo tienen acogida dichas artes, sino también la música, el cine-vídeo, filosofía, sociología... en ocasiones incluso danza o teatro. En gran medida, algunos grandes Centros o Museos de Arte Contemporáneo se han ido convirtiendo en catalizadores de una escena mucho más amplia.

La nueva entente madrileña

En la ciudad de Madrid se ha nombrado a Santiago Eraso como director de la macroempresa municipal de cultura Madrid Destino, de la que dependen todo tipo de instituciones y locales. Eraso, durante veinte años director del bastante modélico Arteleku de San Sebastián y residente en Madrid desde hace tiempo, es un nombramiento a primera vista sorprendente. Y no por una presunta incapacidad, sino porque tanto su trayectoria profesional como sus escritos, conferencias y declaraciones dejan la impresión de que si alguna idea cultural le es ajena, esa es la de una empresa que, tal y como fue concebida, debería regirse sobre todo por criterios económicos. De hecho, es más imaginable la disolución del actual Madrid Destino que su continuidad.

Otro nombramiento municipal, esta vez como director general de Programas y Actividades Culturales es el de Jesús Carrillo, profesor en la UAM y hasta hace pocos meses Jefe de Programas Culturales en el Museo Reina Sofía. Carrillo como “activista institucional” (sic) enfocó su actividad en el Reina Sofía en una dirección teórica que, en cierta medida, tiende a dinamitar y transformar la idea de las instituciones culturales tradicionales como dispositivos para la perpetuación del poder (Foucault). Incluso extendiendo la idea de museo contemporáneo a todo internet.

Este miércoles, la concejala de Cultura y Deportes, Celia Mayer, presentará las lineas rectoras para los próximos meses que implican reformas estructurales y operativas, tanto en el ámbito general de la cultura como del mismo Madrid Destino.

Berta Sureda, compañera de Carrillo en el Reina Sofía -en realidad su antigua jefa como directora de Actividades Públicas en el museo-, ha sido nombrada comisionada de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona. Sureda ha sido recibida con palmas. Su paso por Madrid, tras haber realizado trabajos muy valorados en Barcelona, ha mostrado a una persona capaz de lidiar casi en cualquier terreno y situación de la cultura. Siempre se ha entendido más como mediadora entre diferentes formas de producción del arte y la ciudadanía. También, corriendo riesgos y abriendo el espectro de participación. Por otra parte, no hace falta explicar que, sea cual sea el resultado de las elecciones catalanas, la ciudad va sufrir movimientos espásticos y da la impresión de que Sureda va a tener que tirar de su experiencia institucional y de mucha mano izquierda para superar tensiones.

El carácter común de estos tres nombramientos es el de una visión participativa de la cultura en la cual las instituciones deben tener un papel dinamizador. Se trata de una visión diferente y más amplia de la tradicional concepción cultural de la izquierda, una que va un poco más allá de exhibir o programar artistas considerados formalmente progresistas en una suerte de “quítate tú pa ponerme yo” que en último término dejaba intocados los problemas estructurales.

Hablando de quitar. El único despedido de una institución municipal ha sido Tono Martínez, director de Centro-Centro, los enormes espacios que existen dentro del Ayuntamiento. Y lo ha sido de forma sumarísima, prácticamente sin darle tiempo a recoger el despacho y sin haber nombrado sustituta/o. Sin embargo, los responsables de muchas otras instituciones dependientes del municipio siguen en sus puestos. Tono Martínez fue puesto a dedo y se le puede quitar a dedo, pero una corporación realmente democrática debe explicar el porqué de las cosas. Y no se ha hecho.

En cierta forma, el nombramiento más sonado de la Comunidad de Madrid, regida ahora por un PP postaguirrista significa otra novedad. Ha de explicarse que la Comunidad de Madrid ha mantenido a lo largo de muchos años un papel cultural-institucional destacado y muy raramente -sí alguna vez- se ha comportado de forma sectaria. Esto ha sido así.

El nombramiento de Jaime de los Santos como director general de Promoción Cultural, parece traer otra visión de la cultura, también contemporánea, probablemente más espectacular y más liberal. De los Santos proviene básicamente de las relaciones públicas de alto nivel y entre sus actividades se le adjudican montajes multidisciplinares de cierto porte, actuando más bien en la sombra. A falta de más definiciones y decisiones concretas que “acercar la cultura a la gente”, puede decirse que en su punto de mira se incluye también luchar contra el percibido elitismo de la alta cultura. Esta vez, posiblemente, siguiendo más que una línea de participación, aquella máxima del despotismo ilustrado del siglo XVIII: “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”.

Terremoto cultural en la C. Valenciana

En Valencia, el terremoto político ha sido amplio. Comunidad, Ayuntamiento y Diputación, ahora a cargo de Compromís, PSOE, Podemos y otros ha comenzado lanzando una iniciativa tan sensata que parece revolucionaria: coordinar sus esfuerzos culturales. Alguien ajeno a los mecanismos del poder podría preguntarse “¡Ah! ¿Pero es que no lo estaban?”. Pues no. Ni siquiera cuando esas instituciones dependían del mismo partido político. En realidad, y vistos muchos disparates pasados y presentes, sería casi imprescindible un mínimo de coordinación entre las instituciones culturales de todo el país. De todos los niveles y en todos los terrenos.

Pero en Valencia parecen darse cambios tan discretos como recientes, que no han sido ni anunciados al público. Recientemente, el veterano Felipe Garín, hasta ahora director del Consorcio de Museos, explicaba que no se presentaría al concurso que, le habían comunicado, se convocaría para cubrir su plaza, al igual que las de todas las instituciones culturales de la Comunidad. Sería algo casi revolucionario: extender el Documento de Buenas Prácticas creado para las Artes Visuales al conjunto de la Cultura. Algo que si se hace bien, lo cual no es tan sencillo, serviría para normalizar y tranquilizar la situación de esas instituciones, sometidas a vaivenes administrativos.

Los olvidados

En otros lugares la Cultura no parece tener mayor protagonismo. Por el momento, las noticias que emanan de Coruña, Cádiz o Pamplona tienen más que ver con los toros, las ofrendas religiosas o las fiestas patronales que con los problemas de fondo. A modo de ejemplo: más de 100 páginas de búsqueda de noticias sobre Cultura en un ayuntamiento como Coruña no ofrecen ninguna toma de postura o anuncio sobre política cultural. Sin embargo, incluso en esta periferia se irán produciendo novedades, porque se producirán nombramientos que llevan aparejadas posturas ya expresadas con anterioridad, como en Asturias con la llegada a la vice-consejería de Cultura del hasta ahora vice-rector de Extensión Universitaria y Comunicación de la U. de Oviedo, Vicente Domínguez.

A la espera de las elecciones generales, la situación es la de un momento crítico para la Cultura y su futuro. Aunque el peso institucional del ministerio gravite hacia Madrid, no deja de extender su influencia por todas partes, muchas veces mediante subvenciones de uno u otro tipo.

Pero el ministerio no es solo eso, sino un generador de ideología. Si para el Secretario de Estado, José María Lassalle, experto en derecho y filosofía políticos, “la cultura es un factor económico” (y punto) y esa concepción es también la de las corporaciones locales gobernadas por el PP, pueden preverse fricciones entre diferentes niveles de gestión. Y entre enfoques de la misma que pueden ir de lo muy espectacular a lo muy participativo pasando por la tentación de dejar las cosas como están y si acaso poner parches como restituir el IVA a un nivel razonable. También en la cultura se libra la batalla política.

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