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Superar el miedo de ponerse al volante: el reto del 25 % de los conductores

Superar el miedo de ponerse al volante: el reto del 25 % de los conductores

EFE

Madrid —

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A Jorge, experto conductor, le sorprendió en plena autovía la rueda de un camión que impactó contra su coche. Nada más sacarse el carné, Carmen rozó un turismo cuando aparcaba el suyo. Son dos incidentes que provocaron la misma consecuencia: miedo a ponerse al volante, como el que sufre el 25 % de los conductores.

Los dos padecen amaxofobia y para superarla han acudido a un curso teórico-práctico impartido por la Fundación CEA (Comisariado Europeo del Automóvil), al que ha asistido Efe para comprobar cómo un grupo de trece personas -todas mujeres menos Jorge- intentan afrontar esa situación.

No es que las mujeres se bloqueen más cuando se suben al coche. Su mayor presencia en estos cursos se explica, según recalca a Efe Ignacio Calvo, psicólogo de la Fundación, porque las conductoras se atreven más a reconocer su amaxofobia y ponerle remedio que los hombres, a los que les da más vergüenza admitirlo.

Tres años lleva ya la Fundación CEA impartiendo estas clases, subvencionadas por la Dirección General de Tráfico (DGT) y gratuitas para el alumno, para ese conductor que siente sudores, rigidez y temblor de piernas cuando se pone al volante. Son los síntomas más frecuentes en los que se exterioriza el miedo.

¿Qué lo origina? En la mayoría de los casos, subraya a Efe el experto, el hecho, para ellos traumático, de un accidente, aunque también el propio carácter del conductor, a veces muy exigente consigo mismo o en ocasiones muy inseguro en todos los ámbitos de su vida.

Ignacio Calvo comienza la sesión presentándose a los alumnos y pidiéndoles que cuenten en público qué les pasa cuando cogen el volante. Uno a uno, los trece lo hacen, casi todos tímidamente, quizá sintiéndose un caso raro.

Pero el psicólogo les tranquiliza y les hace comprender que el miedo no es en absoluto una reacción negativa y que, además, se debe aprender a “convivir con él”. Coincide con Calvo el director de la Fundación, Fernando González, desde el convencimiento de que los cursos pueden ayudar “a cruzar esa línea que no se quiere atravesar”.

Y para despejar cualquier atisbo de duda sobre su posible incapacidad para hacer de forma natural algo en apariencia sencillo, como podría parecer conducir, Calvo hace hincapié ante los alumnos de que manejar un vehículo no es fácil y, como la vida, “tiene incertidumbres porque no se puede controlarlo todo”.

¿Cuál es la clave para superar el miedo? Voluntad, constancia y conciencia de que cada cual lo puede afrontar a su manera. “Si quieres superarlo, a por ello”, enfatiza el psicólogo antes de asegurar que lo mejor es acudir a profesionales o personas que puedan entender el problema, ya que en ocasiones recurrir a un familiar puede “malograr su esfuerzo”.

Efe es testigo de cómo el mensaje de Ignacio tarda en calar entre los alumnos, a los que parece costarles trabajo contar sus vergüenzas -si es que lo son-, pero poco a poco van dándose cuenta de que eso es lo que necesitan, verbalizarlas.

Justo lo que ha hecho Ana, capaz ya de expresar su miedo delante de desconocidos y de “enfrentarse” consigo misma. Acostumbrada a conducir cada día, esta mujer confiesa pasarlo mal al volante por culpa de su autoexigencia, que le somete a un control continuo y le hace perder los nervios.

“No te lo imaginas; es como si tuviera una voz en la cabeza que me dice constantemente lo que estoy haciendo mal”, explica a Efe en un descanso de la clase práctica, que tiene lugar en un circuito cerrado en la localidad madrileña de Alcalá de Henares.

María Ángeles se sacó hace tres años el carné y solo se ha atrevido a coger el coche en cinco ocasiones. Tuvo un golpe “sin importancia”, pero le marcó. Aún así, está decidida: “O lo hago ahora o ya no lo hago en la vida”.

Susana hace una década que no se pone al volante. Tiene tentaciones de huir a casa. “¡Quién me mandará a mi!”, se la oye murmurar, aunque se queda.

Dudas que se extienden a otro compañeros de clase, pero que se disipan en la clase práctica cuando, contra todo pronóstico para ellos, se ven capaces de hacer virguerías al volante: frenado de emergencia en mojado, sobreviraje, simulador de vuelco de coche, etc...

Una sorprendente y rápida terapia que tiene resultados visibles, como en cada curso observa el jefe de instructores de la Fundación CEA, Jaime González. Las clases, dice, tienen un “éxito rotundo porque se ven capaces de hacer estas prácticas”, que “deberían ser obligatorias” para cualquier conductor, apostilla.

Hoy, con la esperanza de acabar con esos miedos, se sienten más capaces de salir a la carretera, enfrentarse a las cuestas y a las incorporaciones e, incluso, de adelantar un camión. Son sus próximos retos, coinciden, satisfechos, los alumnos.

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