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El tiempo extra del verano, indispensable para digerir las novedades de cómic

El tiempo extra del verano, indispensable para digerir las novedades de cómic
Barcelona —

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Barcelona, 20 jun (EFE).- Afortunadamente llega el verano, porque las editoriales de cómic están recuperando el tiempo perdido por la covid, con un paso militar de presentación de novedades que sólo esas horas extra de ocio permitirán disfrutar de las obras recientes de Guy Delisle, Barbara Yelin o Lucas Varela, entre otros autores.

El canadiense Delisle (Quebec, 1966), uno de los grandes narradores visuales actuales, posee una de esas miradas silenciosas, parsimoniosas, que atrapan (“Shenzhen” y “Pyongyang”, dan fe) y que en esta ocasión ha preferido quedarse en casa y en vez de cruzar las fronteras físicas, como tiene acostumbrados a sus lectores, realizar un viaje al pasado en “Crónicas de juventud” (Astiberri).

Una deliciosa novela gráfica de veranos adolescentes que funciona como un retablo social del Quebec de los ochenta, cuando el futuro dibujante, estudiante obsesionado por descubrir cómo funcionaban las viñetas, trabajó, en cambiantes e inverosímiles turnos, en una fábrica de papel para financiarse la Universidad.

Un microcosmos de personajes y situaciones que pivotan entre la alienación y lo absurdo, sin perder el humor ni caer en los clichés habituales de este tipo de historias, que sirve de homenaje a vidas anónimas como la de su padre, un entregado ingeniero incapaz de verbalizar cualquier frase que no sea banal, y volcado, metódicamente, en un trabajo que le evita pensar más allá.

El dibujante Lucas Varela (Buenos Aires, 1971) y el guionista Hervé Bourhis (Chambray-lés-Tours, 1974) están detrás de “El labo” (La Cúpula), afilada ucronía donde conjeturan sobre la posibilidad de que la microinformática, los videojuegos y la telefonía móvil no se hubieran gestado en torno a la bahía de San Francisco y Silicon Valley, sino gracias a las visiones psicotrópicas del “fumado” hijo de un fabricante francés de fotocopiadoras.

Varela y Bourhis componen un juego de semejanzas y diferencias para el lector sobre dos realidades paralelas, una semifarsa que aprovechan para señalar, sin tampoco hacer demasiada mala sangre, la misoginia imperante en la Francia de los setenta, también, o especialmente, en un mundo como el de la ciencia y la tecnología.

De ese desprecio laboral que sufren las mujeres, tendría mucho que decir Gerda, una matemática octogenaria que pasa sus últimos días enganchada a su andador en una residencia en “El verano de su vida” (Astiberri), en un melancólico relato sobre lo inevitable que resulta, a agua pasada, arrepentirse de las decisiones, tomadas o no.

Ahora que las series turcas de amor/ruptura/reconciliación acaparan gran parte de la parrilla televisiva, “Carta blanca” (Norma), de Jordi Lafebre, podría dar ideas a guionistas en horas bajas para un piloto, porque esta romántica novela gráfica aglutina todos los componentes, incluso la estructura: la historia de una política que lo deja casi todo por amor, contada escrupulosamente hacia atrás, sin que saber ese final, suponga un problema narrativo.

Explicar con palabras qué es estar enamorado es un reto que se han fijado muchos creadores, e igualmente productivo es situarse en el lado contrario -y más fácil de plasmar- cuando la chispa se apaga y llega el momento de preguntarse dónde fue toda aquella pasión: un planteamiento que el sueco Liv Strömquist formula con mucha ironía en “No siento nada”, en la que combina a los clásicos y a la cultura digital actual para llegar a la conclusión de que no hay conclusión.

Lleva ya un tiempo publicado, pero “Matadero Cinco” (Astiberri) se cuela en esta lista porque vuelve a ser noticia tras su reciente nominación a los premios Eisner recibida por la versión a cargo del barcelonés Albert Monteys (1971) y el canadiense Ryan North (1980) de la, a priori, inadaptable y satírica novela antibélica de Kurt Vonnegut, escritor de quien en 2022, por cierto, se cumplirá el primer centenario de su nacimiento.

“Soy muy fan de Vonnegut y ésta es mi novela favorita. Cuando me lo propusieron, lo primero que sentí fue terror, pensé que era imposible hacerlo porque Matadero es esencialmente material literario, pero cuando me llegó el guión de Ryan me di cuenta de que el cómic era, al menos, el mejor medio posible para contar esta historia, cambiando la forma, pero respetando el espíritu”, asegura a Efe este dibujante, en su primer trabajo de trasfondo histórico.

Entre lo real y lo oculto se mueven los personajes de “A de Anonymous” (Planeta Cómic) del periodista estadounidense David Kushner (1968) y su compatriota el dibujante Koren Shadmi, que se acercan a los activistas informáticos que se enfrentaron a grandes corporaciones y otros poderes fácticos en defensa del derecho a la información y de la libertad en internet.

Y aunque no entraría en una nómina ortodoxa de cómic, merece la pena reseñar “El rinoceronte del Rey” (Nórdica) un librito en tamaño, que no en contenido, firmado por el escritor Jesús Marchamalo y el ilustrador Antonio Santos, en el que viajan al siglo XVI para toparse con Ganda, el gigante mamífero que inspiró el grabado de Durero.

Sergio Andreu

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