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El último defensor del español en Filipinas

El último defensor del español en Filipinas

EFE

Manila —

En medio del ostracismo al que se condenó el idioma español en Filipinas en el último siglo, el escritor y lingüista filipino Guillermo Gómez Rivera ha empeñado su vida en rescatar esa lengua “rica y hermosa” y el folclore hispano-filipino para superar la amnesia de la antigua colonia sobre sus raíces.

Gómez Rivera, de 81 años, está convencido de que el español renacerá pronto en Filipinas porque “su simiente lleva aquí siglos” y es “el núcleo del ecosistema de lenguas filipinas”, aseguró en una entrevista a Efe en su casa del popular barrio de La Paz en Manila.

“El español está incrustado en nuestras lenguas. Por la herencia española el tagalo tiene cinco fonemas (a e i o u) cuando en sus orígenes solo tenía tres (a i u)”, señaló Rivera, quien recordó el vasto vocabulario filipino que proviene del español.

A pesar de 333 años de dominio español en Filipinas (1565-1898), el castellano está hoy día prácticamente extinguido entre las nuevas generaciones: “Los americanos exterminaron el español y cometieron auténticos genocidios de comunidades que lo hablaban”.

“Fue el vehículo de protesta de los filipinos contra el neocolonialismo estadounidense y se impuso el inglés a rajatabla”, apuntó en un perfecto español que le enseñó su madre adoptiva, una sevillana nacida en Manila.

De niño fue adoptado por su abuelo materno y su segunda esposa, Rosa Jiménez, conocida en Sevilla como “La Filipina”, y con ellos se crió en su natal Iloílo, ciudad conocida por su arquitectura colonial, entre cocidos, callos, sevillanas, flamenco y toros.

“Cuando yo nací, en 1936 se hablaba todavía español. El tagalo se hablaba con la servidumbre, pero el español era el idioma social”, precisó el premio Zóbel de 1975 por su obra teatral “El caserón”, el mayor galardón de las letras filipinas en español.

Para este hispanista, el “auténtico verdugo” del español en Filipinas fue la expresidenta Corazón “Cory” Aquino (1986-92), que en la Constitución de 1987, todavía vigente, eliminó la oficialidad y docencia del esa lengua, que ya no se enseñaba en la educación básica pero sí en las universidades.

“Decían que el español era una lengua muerta, pero cómo puede estar muerta una lengua que hablaban entonces 400 millones de personas en veinte países”, recordó Rivera, que dirigía el departamento de español de la Universidad de Adamson en Manila.

Mantuvo su puesto enseñando historia y filosofía, inicialmente en inglés, pero al final tuvo que impartir las clases en tagalo porque “los alumnos no eran capaces de seguir esas materias en inglés”.

Gómez Rivera, uno de los pocos escritores filipinos en lengua española vivos, cuenta que quienes se empeñaban en hablar inglés a la fuerza se les llamó en tagalo “ingliseros”, un neologismo inventado por los filipinos según las pautas del español, una prueba de que ese idioma “pervive en Filipinas”.

“Ese fue el ejemplo que le puse a Dámaso Alonso (por entonces director de la Real Academia Española) cuando me preguntó qué sentido tenía mantener la Academia Filipina de la Lengua Española cuando apenas se hablaba”, recordó el hispanista sobre el que ha sido su único viaje a su amada España en 1986.

Con la docencia del español vetada, Rivera buscó nuevas vías de defender el legado hispánico en Filipinas y se dedicó a recuperar el folclore de la antigua colonia, además de emprender con poco éxito una beligerante campaña para restablecer el español en las escuelas.

Rescató canciones clásicas filipinas en español de los siglos XVIII y XIX, un repertorio de jotas manileñas, zamboangueñas o caviteñas, y las grabó cantadas por él mismo en discos que hoy son uno de los escasos testimonios sonoros de la época colonial.

Este lector aficionado a Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca o Benito Pérez Galdós, también transformó su casa en una escuela de danza en la que enseñaba a niños a bailar sevillanas, jotas y el zapateado flamenco, como él aprendió de su madre.

Cuenta orgulloso que Ángel Gómez, “el mejor bailarín de danza española en Filipinas en la actualidad”, dio sus primeros pasos en el salón de su casa; así como Emma Estrada, fundadora del Centro Flamenco de Manila tras ampliar su formación en España.

Gómez Rivera también dirigió durante tres décadas el semanario “Nueva Era” -la última publicación que se editó en Filipinas en español hasta entrado el siglo XXI- y la transformó en paladín de la promoción cultural hispánica en Filipinas.

Sara Gómez Armas

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