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Encuentro dinamitero para cartografías dinamitadas

Festival Zemos98 / Julio Albarrán

Brigitte Vasallo

¿Es posible desmontar las fronteras mientras las afirmamos en nuestros procesos colectivos? ¿Podemos debatir sobre las construcciones binarias instalándonos de pleno en ellas? ¿Repensar una cartografía europea sin desmontar cada uno de nuestros mapas personales?

El Festival Zemos98 es un caleidoscopio donde las piezas se combinan en figuras distintas a cada pequeño movimiento, un dibujo de Escher donde las perspectivas se entremezclan hasta desorientar por completo a la observadora. Es un lugar de interpelación: una trampa que te tienden para que caigas y te des de cabeza contra ti misma. Para que te muevas. Un entramado de lecturas sin barrera alguna entre lo interior y lo exterior, el significado y el significante, la narradora, la narrativa y lo narrado, donde todas construimos y somos construidas a la vez. Un encuentro sobre las fronteras que las hace saltar por los aires desde el aquí y el ahora, con una metodología dinamitera para cartografías dinamitadas.

#RemappingEurope de corta y pega

Las metodologías del Festival Zemos98 no son un trámite, son el festival. Reunidas (¿remezcladas?) personas de distintos recorridos y ámbitos, con diferentes saberes y puntos de vista, con diversas y divergentes certitudes, hemos tenido que pensar, que traducir/nos consignas como “remappear Europa”, o “hackear el velo”. Nos han convocado para trabajar en horizontal, sin atender a las fronteras que dividen los ámbitos del saber, desmontando las jerarquías entre academia, arte, activismo, comunicación... para pensar desde lo colectivo y explicar nuestras propuestas a través del corta-pega de tijeras y pegamento de barra, de rotuladores de colores, en un lenguaje compartido y balbuceante para el que ninguna de nosotras está preparada. Recortar, pegar, colorear para escatimarnos nuestras zonas de confort como son los discursos, los productos multimedia de última generación, los debates, las asambleas. Pensar es moverse, medirse con lo impensado, (remezclando, también, a López Petit). Pensar en común es, necesariamente, construir lenguajes nuevos, incorporar lo ajeno para entender que lo ajeno no existe.

Las fronteras interiores

Incorporar puntos de vista no reduce, sino que amplía la mirada. Así lo comentaba Juan Luis Sánchez refiriéndose al feminismo, uno de los ejes transversales que nos hay guiado estos días. Incorporar la mirada feminista, la mirada post-colonial, el análisis de clase no es reducir el ámbito de visión, es hacerlo mayor: es rasgar algunos de los infinitos velos de la hegemonía que nos nublan la visión, que montan una frontera de prejuicios, de impensados, de malentendidos que nos encallan en nosotras mismas. Nos ensimisman. Pensar es moverse: ampliarnos, añadir perspectivas a este poliedro inalcanzable en el que vivimos y adquirimos significado. Tiradas sobre el césped casi veraniego de Sevilla, Julia Morandeira concluía: “no hay un fuera del sistema”.

“La frontera no es algo exterior. La frontera es el sistema mismo” confirmaba Toni Serra.

La frontera somos cada una de nosotras.

No hay frontera que saltar: tal vez nuestra única posibilidad sea desmontar la hegemonía de las miradas únicas para que el sistema se desintegre en una infinidad de partículas plurales.

Escribir es movimiento, dinamitar las propias estructuras, saltar al vacío para poder mirar de nuevo desde otro lugar. Repensar nuestras propias construcciones de alteridad, nuestros binarismos.

Interpelada por la experiencia que ha sido el FestivalZemos98, apenas tiene sentido escribir un texto compartimentado: este mismo texto. Un texto sobre pensamiento colectivo que reconoce autorías y que firmaré con mi nombre. Un texto en primera persona que habla de una experiencia personal sobre lo común. Firmar para responsabilizarme de mi mirada y para no vaciar de sentido, precisamente, lo colectivo. Y sin embargo ¿una firma no es una frontera?

Achille Mbembe afirma que la condición humana elemental es la pluralidad. Pensarnos desde lo común, plurales, reconocer esa pluralidad, la discordancia, la dificultad para incorporar la discordancia y atrevernos a caminar hacia espacios por conocer.

Pensar es moverse. Escribir es moverse. Pensar, escribir incorporando la dificultad por moverse. Regreso del Festival Zemos98 y observo con pavor y excitación a partes iguales mi propia dificultad por imaginar otras escrituras posibles que narren cartografías nuevas.

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