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Krystel Meier, la 'rider' que intenta llegar a su último pedido

Krystel Meier

Laura Olías

Las pistolas tenían silenciador, las sostenían dos hombres y estaban en su casa. “Eso solo lo ves en las películas, pero aquello era la vida real”, cuenta Krystel Meier, arquitecta de 31 años. Fue el último robo que toleró, de “unos 8 o 9” que había sufrido con su familia en su tierra natal. “Valencia, pero la de Venezuela”. Decidió poner tierra de por medio, también “abrumada de temas políticos” como ya había hecho unos años atrás en Buenos Aires. Esta vez cruzó al otro lado del Atlántico y escogió España “por el idioma” y reconoce que tuvo más fácil que muchos otros migrantes latinoamericanos asentarse de manera legal en Barcelona, gracias a su pasaporte con doble nacionalidad. “Tengo la francesa, porque mi abuelo era de París”. 

Aun así no está empleada “de lo suyo” y hasta conseguir su número de identificación de extranjera trabajó “en negro” en una heladería. Krystel ahora es repartidora de plataformas digitales, o 'rider' como se conoce a estos mensajeros. “Me hablaron de ello varios amigos, que ganabas bien y era fácil entrar”, explica. Además trabaja a tiempo parcial en un catering. Sobre ruedas conoce a muchos venezolanos y migrantes y “es una forma de tener trabajo seguro” y mejor pagado que en otros puestos no cualificados. “Gano unos 10 euros la hora. Para mí como arquitecta no me saldría a cuenta, pero no estoy trabajando de eso en España”.

La mayoría de los mensajeros pedalean “por necesidad”, asegura. “Los que crearon esto no pensaron en las situaciones que conozco, personas que trabajan 50 y 60 horas semanales”. Migrantes, pero también españoles, para los que este es el único salario al que acceden. Krystel no ve viable dedicar ni 40 horas como 'rider'. “Va a llegar un momento que te va a agotar”. Ella se compró una moto por los dolores de rodillas y el cansancio tras sus jornadas repartiendo en bici. 

Su meta es montar un negocio de restauración con su hermano. “Lo ideal sería no ser más 'rider'. Si me ofrecieran otro empleo con el que ganar lo que necesito, me lanzo al trabajo que sea”. Hasta entonces, pedalea. Lamenta no tener toda la libertad que prometen las plataformas digitales. “Te dicen: 'Si no quieres trabajar, no trabajas'. Pero es mentira, si yo hoy suelto mis horas, me penalizan. La próxima semana tendré menos trabajo, seguro”. Entonces, se pregunta, “¿soy autónoma o no soy autónoma?”. 

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