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Sri Lanka, un paraíso manchado de sangre

Sala de reuniones de Utahayan. \ Ángel L. Martínez

Ángel L. Martínez

Jaffna (Sri Lanka) —

La sala de reuniones de Uthayan, principal diario tamil con sede en Jaffna, no tiene galardones adornando sus paredes. Tampoco sus mejores portadas cuelgan en marcos, como en muchas redacciones de periódicos. La habitación está decorada con agujeros de balas. En vez de sepultar las huellas del conflicto en Sri Lanka, los trabajadores del rotativo han pintado círculos rojos alrededor de los orificios, que aún guardan los proyectiles del ataque recibido en la víspera del Día Mundial de la Libertad de Prensa de 2006.

Siete hombres enmascarados asaltaron las instalaciones del diario y abrieron fuego con sus AK47, asesinando a dos de sus trabajadores. Las fotos de sus caras ensangrentadas, y las de otros cuatro aparecen también en este mural contra la impunidad.

La imagen del rostro magullado y el pecho cubierto por electrodos de Gnasundaram Kuganathan figura en el collage. “Me llamó después del trabajo para susurrarme: 'Me acaban de atacar por la espalda con una barra de hierro',” relata emocionado Thevanayagam Premananth, director de Uthayan. Esa tarde de 2011, Premananth corrió a socorrer a su mentor y veterano reportero, que yacía en el suelo a 500 metros del diario. Después de una larga estancia en el hospital, consiguió salvar la vida y ahora vive exiliado en Suiza.

Asesinatos y exilios forzados de periodistas no son raras excepciones en Sri Lanka. Según Amnistía Internacional, al menos 15 trabajadores de medios de comunicación han sido asesinados desde 2006 y más de 80 se han visto obligados a huir de la isla del Índico. Mientras, el gobierno no conduce ninguna investigación.

El último Índice de Impunidad Global realizado por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) sitúa a Sri Lanka como el cuarto país más peligroso para los trabajadores de la información. El diario Uthayan ha sido el medio local que más ataques ha sufrido –36–, más de la mitad de ellos después de abril de 2009. En ese mes se terminó la guerra civil que castigó al país durante 26 años, y que causó unas 100.000 víctimas, según estimaciones de Naciones Unidas.

Pero el final de la guerra étnica y religiosa que enfrentó al grupo independentista Tigres Tamil (LTTE) del norte, y a las fuerzas armadas gubernamentales no ha supuesto el final del conflicto. El Ejecutivo ha militarizado el norte de Sri Lanka como muestra de la victoria de la mayoría cingalesa budista sobre la población minoritaria de origen tamil y religión hindú. “El Gobierno no quiere que la verdad salga a la luz. Prometió poner fin a las desigualdades de la comunidad tamil en dos años, pero nada ha hecho después de casi dos legislaturas,” explica Premananth ante un militar que vigila la conversación desde la entrada a las instalaciones del diario.

La plataforma ciudadana de información Groundviews exige la desmilitarización del norte de Sri Lanka, que estima en un militar por cada 5 civiles. La iniciativa cívica ha documentado la confiscación de miles de hectáreas de propiedad tamil por parte de las Fuerzas Armadas, mientras que organizaciones internacionales de derechos humanos denuncian el incremento de las agresiones sexuales a mujeres en bases del Ejército.

El director de Groundviews, Sanjana Hattotuwa, alerta sobre el alarmante dominio militar: “El Ministerio de Defensa se ha hecho con el Departamento de Desarrollo Urbanístico. Los militares se dedican al 'embellecimiento' de Colombo con la excusa del turismo, lo que supone el desalojo de comunidades enteras del centro de la ciudad. Si eso ocurre en la capital, imagínate lo que está sucediendo en el norte y este de mayoría tamil.”

Sanjana se indigna ante la impunidad: “Es una completa sangría del imperio de la ley. Ahora cualquier persona que cuestione las violaciones durante el conflicto armado o en la actualidad es susceptible de ser terrorista”. Defensores de derechos humanos son detenidos sin cargos durante periodos de más de 24 horas en base a la Ley de Prevención del Terrorismo (TPC).

Ruki Fernando ha sido el último en sufrir el arresto arbitrario por parte de las fuerzas de seguridad, en marzo de este año. Ruki se cerciora de que el encuentro no está siendo vigilado por el Ejército. “La disidencia es perseguida y atacada por el Gobierno y grupos afines. Y las condiciones de los encarcelados son nefastas: hay falta de acceso a abogados, vejaciones y torturas”, cuenta el activista, quien insiste en que no se refiere a su detención, de la que no puede hacer declaraciones mientras continúe en libertad condicional.

La organización que dirige, Colectivo por la Democracia y los Derechos Ahora, ha documentado desapariciones y violaciones de la comunidad cingalesa y tamil en los años 80 y 90, respectivamente. Según datos oficiales del Gobierno, hay ahora entre 1.000 y 2.000 detenidos.

Los ataques y las persecuciones no sólo se centran en aquellos que pertenecen a la minoría tamil del norte, sino a todo disidente; especialmente la prensa. La fundadora de The Sunday Leader, publicación cingalesa con sede en Colombo, fue asesinada a plena luz del día en 2009. La mañana siguiente, el periódico publicó un editorial estremecedor escrito por ella misma y titulado 'Y entonces vendrán a por mí'; en el que culpó al Gobierno de Sri Lanka del crimen.

La Federación Internacional de Periodistas (IFJ) denunció la detención e interrogatorio ilegal de dos de sus líderes durante una conferencia por la libertad de prensa a finales del año pasado. La censura del Gobierno ha llegado al extremo de prohibir recientemente los encuentros internacionales de periodistas dentro del país.

Las torturas, desapariciones y asesinatos no son un impedimento para la bonanza económica del país. Como tampoco son un problema los comunicados anuales de los organismos de Naciones Unidas exigiendo la investigación independiente sobre las atrocidades cometidas durante y después de la guerra civil. Sólo en 2012, el Gobierno ingresó 740 millones de euros gracias al turismo. El número de visitantes se ha triplicado desde el final del conflicto armado y las expectativas auguran que se alcanzarán los 2 millones anuales.

El Departamento para el Desarrollo Turístico de Sri Lanka promociona la isla como 'La Maravilla de Asia' por su belleza natural. Y no es para menos. Complejos hoteleros con todas las comodidades, kilométricas playas vírgenes, paisajes selváticos, deportes de aventura y safaris por reservas naturales esperan a los viajeros. Las vacaciones perfectas. Es un paraíso, pero no para los que denuncian la injusticia en el norte.

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