Vasilis Stravaridis, director de Médicos Sin Fronteras Grecia: “El coronavirus es un obstáculo extra en la crisis de refugiados”
Más de 20.000 personas han llegado a las costas europeas en busca de refugio en lo que llevamos de año. Casi la mitad de ellas se han dirigido a Grecia, que ya acoge a más de 115.000 refugiados y migrantes, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El país heleno es uno de los estados europeos que tiene menos casos de COVID-19, con 2.726 infectados y 151 muertos (datos del 12 de mayo), pero ya se han reportado contagios dentro de sus centros de asilo.
El primero fue una joven de 19 años que dio positivo tras dar a luz en el campo de Ritsona, a 75 kilómetros de Atenas. Tras este hecho, analizaron 63 personas que habían tenido contacto con ella, de las que 20 resultaron en un diagnóstico positivo, y se puso este campo en cuarentena.
Sin embargo, la efectividad de las recomendaciones de aislamiento social e higiene de manos es diferente en estos lugares. Vasilis Stravaridis, director de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Grecia, destaca el hacinamiento de personas en los campos de refugiados. “Por ejemplo, el de Moria de la isla de Lesbos tiene capacidad para menos de 3.000 personas y ahora mismo hay más de 20.000”, señala.
Sin embargo, Stravaridis subraya que estas condiciones ya suponían una emergencia antes de la pandemia.
El coronavirus ya ha alcanzado algunos campos de refugiados. ¿Cuántos infectados hay ahora mismo en los centros griegos?
Hay dos tipos de campos. Por un lado, están los campos en las islas, donde no hemos tenido ningún caso confirmado. En los de la parte peninsular de Grecia, alrededor de 30, en al menos cuatro de ellos se han confirmado positivos, pero asintomáticos.
¿Cómo es el acceso a sistemas básicos de higiene en estos lugares?
En algunas partes de Moria hay un grifo para cada 1.300 personas y una ducha para más de 200. En la isla de Samos pasa algo parecido, donde hay estructuras para unas 650 personas y en este momento hay más de 7.500.
Con esto se puede entender cómo es aquí el reto de la prevención. Es muy difícil para la gente que vive en los campos seguir las recomendaciones de higiene de las autoridades. Por eso, si llegamos a tener un número de casos positivos elevado dentro del campo, va a ser muy tarde. No se puede gestionar tanta gente en una estructura que no tiene lo básico en higiene ni sitios para aislar.
¿Y atención médica?
El problema existe desde antes del coronavirus. En los campos hay médicos, pero no son suficientes para los problemas diarios. En general, son para examinar a la gente que viene al campo, pero no hay recursos humanos suficientes para atender a todo el mundo.
Existen grupos voluntarios y ONG como que trabajan dentro y fuera de los campos, como MSF, donde trabajamos en clínicas fuera del campo en Lesbos atendiendo a más de 100 niños al día, sobre todo con enfermedades crónicas y problemas de salud mental. También a mujeres embarazadas.
Intentamos cubrir una parte de las necesidades de la gente y la verdad es que es casi imposible poder atender a todos. Pero este problema de acceso a atención médica existe antes del coronavirus y también va a existir después. El coronavirus es un factor extra para hacerlo un poco más complicado.
Las cifras de infectados en Grecia no son tan altas como en otros países europeos, pero en los campos de refugiados no es tan fácil poner medidas de distanciamiento físico. ¿Tiene sentido aplicar medidas como el confinamiento en estos lugares?
Todo este periodo que Grecia lleva en confinamiento, la gente en los campos también ha tenido que estar dentro del recinto. Eso sí que se ha implementado. Pero las condiciones son diferentes. Muchas veces no tienen ni siguiera una puerta para poder cerrarla y aislarse.
Tenemos que tener un plan de emergencia para estos sitios adaptado a las necesidades y características de los campos. Ha sido muy complicado para todos quedarse en casa, pero al mismo tiempo hemos tenido calefacción, agua corriente y televisión e internet para informarnos de la situación. En los campos la mayoría de la gente no sabe qué está pasando ni por qué tienen que aislarse.
¿Se han puesto en marcha otro tipo de medidas para frenar la expansión del virus en los campos?
No, hasta ahora no nos han comunicado ningún plan. Lo que intentamos hacer nosotros en MSF, junto con las autoridades locales y otras ONG, es encontrar soluciones para evitar que tengamos un problema más serio en caso de tener un brote en los campos.
Por eso, en MSF hemos pedido que la gente de riesgo, como personas de mayor edad o con enfermedades crónicas, pueda salir de estos campos y aislarse por si acaso hay un brote dentro.
Pero en general todo el proceso va muy lento. Ahora solo tenemos la esperanza de que no haya un brote o de que, si lo hay, la gente sea lo bastante joven y sana y no tenga problemas serios para pasar la enfermedad sin complicaciones. Pero esto no es un plan.
Necesitamos un plan realista, también para después de esta crisis porque esta gente va a seguir viviendo en estas condiciones. El coronavirus es un paréntesis. Ellos volverán a una normalidad que ya antes no era normal.
¿Siguen en funcionamiento los procedimientos de petición de asilo?
No. Ya durante el mes de marzo se paró porque el gobierno griego después de unos desacuerdos con Turquía decidió no aceptar peticiones de asilo durante un mes. Después de abril, en teoría, se puede volver a pedir asilo, pero por la pandemia todo este sistema no está funcionando. Las oficinas están cerradas.
¿Siguen relocalizando a gente por el resto de Europa a pesar de la situación del continente?
Hay muy pocos. Hay un plan de la Unión Europea para relocalizar a niños sin acompañantes o con enfermedades crónicas, pero hablamos de números muy bajos. Además, con la pandemia y las medidas de confinamiento se hace muy difícil trasladarles con seguridad. Entonces sí, existen los planes, y supongo que todo se mueve, pero a un ritmo bastante lento.
¿Qué está haciendo Médicos Sin Fronteras para aliviar esta situación?
Una de las cosas que hemos hecho es estructurar un sistema para estar preparados, como sitios para aislamiento y para hacer pruebas e informar a la gente sobre la situación y las recomendaciones adecuadas a sus circunstancias.
También proporcionamos 60.000 litros de agua al día en la parte de fuera del campo en la isla de Samos, donde viven casi 5.000 personas. Son cosas que hacíamos antes de la pandemia porque era importante para evitar cualquier tipo de infección. Además, ahora ofrecemos jabón para que al menos tengan algo mínimo básico y necesario.
¿Qué medidas deberían ponerse en marcha?
Para nosotros en MSF lo importante es prevenir. No podemos esperar hasta tener que gestionar una crisis. Es mucho más fácil en este tipo de contexto impedir una situación grave preparando unos espacios, aislando y evacuando a la gente de mayor riesgo.
Nosotros ayudamos proporcionando agua y algunas clínicas pero, desde luego, es necesario estar en cooperación con las autoridades locales, otras ONG y Naciones Unidas para que crear un plan en caso de emergencia.
Aun así, la situación de los campos de refugiados ya era una emergencia antes de la pandemia. Ahora tiene un obstáculo extra, pero estas personas llevan casi cinco años en estas circunstancias. Después de estos meses, seguirán viviendo en estas condiciones sin un plan de futuro.
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