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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Las rentas del capital crecen al cuadriplicarse el peso del ladrillo, mientras sufren las del trabajo

Las actividades inmobiliarias multiplican por cuatro su peso en las rentas del capital entre 1995 y 2018.

Marina Estévez Torreblanca

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Thomas Pikkety mostró en su libro El capital en el siglo XXI (Deusto, 2013) cómo cada vez un mayor porcentaje del capital en la riqueza nacional frente a las rentas del trabajo se asocia con una desigualdad más alta en la distribución de los ingresos. 

De aceptarse esta premisa, España se ha convertido en un país más desigual en los últimos 23 años de lo que se calculaba hasta ahora. La última revisión estadística de las series de Contabilidad Nacional por parte del INE, del pasado diciembre, muestra que las rentas del trabajo y la remuneración de los asalariados han caído más de lo que se estimaba entre 1995 y 2018, y se están empezando a recuperar de mínimos históricos (2017). En paralelo, las del capital se han elevado. El motivo no es otro que el crecimiento de las rentas inmobiliarias, que se han cuadruplicado en ese periodo. 

Así se desprende del análisis que ha realizado Miguel Artola, investigador Juan de la Cierva del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid –como paso de un trabajo más amplio y aún en proceso sobre la evolución de la desigualdad en España– y que ha compartido con eldiario.es.

“El problema es que la recuperación económica se ha notado muy poco en los salarios, y además los alquileres –uno de los principales gastos de las personas que no tienen vivienda en propiedad– están subiendo mucho”, resume Artola en conversación con este periódico. El año pasado Madrid y Barcelona acumulaban subidas de casi el 40% en el precio de los alquileres los últimos cinco años, frente a una subida del salario medio del 2,28% en ese periodo, según la encuesta de costes salariales.

El salario bruto anual medio en España fue de 23.646,50 euros en 2017, según la Encuesta anual de estructura salarial del INE, aunque el salario más frecuente de los trabajadores se aleja bastante de esa media, con una ganancia de 17.482 euros anuales. 

Las conclusiones sobre la evolución de las rentas del trabajo están en la línea de un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el que se señala a España como uno de los países en los que las rentas salariales han perdido más terreno respecto al PIB en la última década. En concreto, la organización cifra en 64.500 millones de euros al año la pérdida en la renta de los trabajadores en España desde 2009. La entidad llamaba la atención sobre los 5,4 millones de personas “subempleadas” España (desempleadas, más las que tienen empleo y quieren trabajar más horas y las que han dejado de buscar empleo por estar desanimadas).

La evolución de las rentas del trabajo y el capital

En el reparto de la renta entre capital y trabajo influyen múltiples variables, desde el marco institucional (salario mínimo, negociación colectiva, etcétera) a económicas (si en un país hay actividades que son más intensas en capital o trabajo). Además, luego cada tipo de ingresos (capital y trabajo) se reparten de manera más o menos desigual. Las rentas del trabajo pueden ser una parte alta del PIB y luego estar repartidas de manera muy desigual, como en EEUU. La composición del reparto en España dentro de cada tipo de renta es uno de los objetos de la investigación en curso, que se conocerá en los próximos meses. 

En España, si en 1995 las rentas del capital suponían un 28% de la renta nacional de aquel año, en 2018 habían subido un punto, hasta casi un 30%. Más llamativa es la evolución de las rentas inmobiliarias dentro de estas: hace 23 años eran un 2% y ahora son un 8%, es decir, se han multiplicado por cuatro.



Las rentas inmobiliarias están influidas sobre todo por la subida de los precios de la vivienda y del alquiler. Así, para el cálculo de esta cantidad el Instituto Nacional de Estadística (INE) incluye tanto los pagos reales de alquiler como un calculo de una suerte de “renta ficticia” que supone para un propietario vivir en su propia casa sin tener que pagar por ello. 

Y lo que muestran los datos es que el crecimiento de las rentas del capital vienen motivadas fundamentalmente por el incremento de los alquileres, no tanto de los márgenes empresariales en otras actividades. De hecho, lo que muestra la evolución de la composición de la renta del capital es que en 23 años ha bajado seis puntos toda la que no tiene que ver con el sector inmobiliario.

Los resultados de este análisis son coherentes también con un trabajo anterior de Artola junto a Luis E. Bauluz y Clara Martínez-Toledano (Paris School of Economics) sobre la evolución histórica de la distribución del ingreso y la riqueza. “La riqueza en España, 1900-2014: Un país de dos tierras (Wealth in Spain, 1900-2014: A Country of Two Lands) concluía que más del 70% de la acumulación de la riqueza en España desde 1950 está vinculada al sector inmobiliario. La economía pasó de tener una fuerte dependencia de la tierra agraria a principios del siglo XX a depender de la tierra urbana en el siglo XXI, mientras otros activos productivos como infraestructura, equipamiento y maquinaria constituyen un valor residual, tanto en el presente como en el pasado de la riqueza en este país.

En lo que se refiere a las rentas del trabajo, el nuevo análisis muestra que han pasado del 72% al 70,4% de la renta nacional. Según los anteriores cálculos del INE la tendencia había sido la contraria, es decir, bajaban las rentas del capital y subían las del trabajo. En 2017 se alcanzaron mínimos históricos (70,1%) y después se recuperaron ligeramente.



Donde mayor diferencia hay es a partir de 2010. Aquel año, las rentas del trabajo alcanzaron el 73,1% del total de la renta nacional e iniciaron un descenso para volver a subir en 2014, y ya volver a caer hasta empezar a recuperarse ligeramente en 2018. Probablemente la subida del salario mínimo favorezca una mayor recuperación en los siguientes ejercicios, opina Artola.

El cálculo incluye la remuneración de los asalariados con los sueldos y las cotizaciones a la Seguridad Social sobre el total del PIB deducido de la depreciación y los impuestos sobre la producción (por ejemplo, el IVA). Por su parte, las rentas del trabajo vienen formadas por la remuneración de los asalariados junto con una imputación de las rentas del trabajo de los autónomos.

“A cada trabajador autónomo le imputo la retribución que percibe un asalariado en el mismo sector (así, un agricultor se supone que percibe retribución media de un asalariado en la agricultura). Hay otros procedimientos de imputación, pero este está bastante aceptado en la literatura internacional”, explica el investigador.



En casi todos los países el porcentaje de las rentas salariales sube en los primeros compases de una crisis porque los beneficios empresariales se desploman muy rápido (no porque los salarios suban). Pero después, a medida que la economía se recupera, el capital sube y el trabajo cae.

“Lo raro es lo que mostraban las viejas series desde 2011 en adelante. En cambio, la nueva estimación del INE va más acorde con el proceso de devaluación interna (reforma laboral, abaratamiento del despido, creación de empleados con bajos salarios, etcétera) que ha venido sucediendo desde entonces”, añade el investigador. Un panorama en el que cualquier reforma fiscal que no incida más sobre rentas del capital que sobre las del trabajo difícilmente va a ser capaz de elevar verdaderamente los ingresos.

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