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Los hogares españoles son los que menos comida en buen estado tiran de la UE tras Bulgaria

Desperdicio Comida

Victòria Oliveres / Cristina G. Bolinches

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El Congreso de los Diputados está tramitando la que será la primera legislación para prevenir que la comida acabe en la basura. Si sale adelante la Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, España será el tercer país de la Unión Europea que legisle en esta materia. De momento, aunque no haya regulación, los hogares españoles no están a la cola de Europa a la hora de aprovechar los alimentos.

De un conjunto destacado de estados de la UE y algunos países vecinos incluidos en un análisis realizado por Eurostat, los ciudadanos españoles son los segundos que menos comida tiran, solo por detrás de Bulgaria. Esta es una de las principales conclusiones del estudio que, por primera vez, publica el detalle del desperdicio alimentario como se ve en el siguiente gráfico.



Este estudio de la oficina de estadística europea pone de relieve que los hogares españoles tiran cada año 30 kilogramos de comida por persona. Una cifra nada desdeñable, que es menos de la mitad de la media de la Unión.

En conjunto, cada ciudadano europeo desperdicia 70 kilos de comida solo en casa, sin tener en cuenta otros eslabones de la cadena alimentaria, desde el campo, a la fabricación, pasando por los bares y restaurantes.

Si se amplía el foco y se ve el conjunto de esos escalones, desde que se cultivan los alimentos, se procesan, fabrican, venden y acaban en el plato, el desperdicio es mucho mayor. En total, en ese conjunto de pasos, en España se desperdiciaron 89 kilogramos por habitante durante el año 2020, el de la pandemia, cuando aumentó el consumo en las casas y se desplomó en la restauración. En total, fueron 4,3 millones de toneladas de comida despilfarrada.

En ese análisis, como se percibe en el siguiente gráfico, los dos eslabones de la cadena donde más alimentos acaban en el cubo de la basura son el sector primario y las viviendas, cada uno con 1,4 millones de toneladas o 30 kg por persona.



En cambio, en la fabricación y elaboración -en la industria alimentaria- es menos, 18 kilos per cápita. Cifra que baja hasta los 7 y los 4 kilos por persona, respectivamente, en la restauración -bares, restaurantes, etc- y en la distribución, las tiendas de barrio, híper y supermercados. 

De esta forma, ese total de 89 kilos de alimentos aún en buen estado que no se acaban consumiendo, sitúan a España como el sexto país de este grupo europeo que menos comida desperdicia. Estamos lejos de los 127 kilos per cápita de media de la UE, pero un 30% por encima de Eslovenia, el país que tiene más controlado este malgasto de productos esenciales.

Y quien lo hace lo hace peor es Chipre, con 397 kilos por persona durante 2020; seguido por Dinamarca y Grecia, con 221 y 191 kg por ciudadano, como se resume en la siguiente gráfica. 



A escala comunitaria, se desperdiciaron 57 millones de toneladas de comida en 2020, que equivalen a los citados 127 kg per cápita. Más de la mitad del despilfarro se produjo en las casas. En el conjunto de la UE, la comida en buen estado que se tira en los hogares corresponde al 55% del despilfarro total de la cadena alimentaria. 

De esta forma, el desperdicio alimentario doméstico casi duplica el desperdicio alimentario procedente de los sectores de producción primaria y fabricación de productos alimenticios y bebidas (14 kg y 23 kg por habitante; 11% y 18%, respectivamente). Mientras que los restaurantes, en ese atípico 2020, tiraron 12 kilos de comida en buen estado, por persona; y la distribución, 9 kg. 

El último eslabón, el de los ciudadanos desperdiciando comida que han comprado y que ha supuesto un gasto, es una de las preocupaciones de la Ley que ahora está en tramitación parlamentaria. 



Los cálculos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación indican que, cada año, cada español malgasta 250 euros, porque es el equivalente a la comida que compra y acaba tirando. En una entrevista con elDiario.es, el ministro Luis Planas aseguró que, según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) “entre el 20% y el 30% de la producción de alimentos se tira. Es una cifra insoportable porque hay productos que están en buenas condiciones”.

Si el Congreso saca adelante la nueva ley antes de que acabe el año, esta estará en vigor en 2023. En ella, se recogen diferentes escalones para evitar que la comida acabe en el contenedor. En el primero, que corresponde a los fabricantes y los distribuidores, cuando los alimentos estén en buenas condiciones, dentro de las fechas de consumo preferente, pero no se hayan vendido, se podrán donar a bancos de alimentos.

En paralelo, están otros mecanismos como las aplicaciones tipo 'Too good to go', pero ahí no se está hablando de donaciones, porque hay un pago por esos productos, aunque esté por debajo del precio inicial de estos en los lineales. 

El segundo escalón de esta jerarquía corresponde a los alimentos no vendidos pero que aún tienen óptimas condiciones de consumo. Para estos se requiere su transformación en otros productos, como zumos o mermeladas. Y, si estas dos opciones no son posibles, tendrán que destinarse a la alimentación animal. Solo si no valen para personas ni animales, los alimentos tendrán que usarse como subproductos para otras industrias; y en última instancia, ya como residuos, para la obtención de compost, biogás o combustibles. Sin embargo, ninguno de estos pasos corresponde a los hogares, a los que se insta a ser responsables.

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