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La semana más convulsa de los supermercados: el gasto en consumo se disparó un 180%

Lineal de verduras preparadas de un Hipercor.

Analía Plaza

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“Está esto hasta arriba. Está la gente saliendo con carros y carros llenos de comida. Es como una peregrinación. Es acojonante la de gente que hay aquí”.

Son las cuatro de la tarde del viernes, Pedro Sánchez ya ha anunciado que al día siguiente decretará el estado de alarma y Paula sigue trabajando en su 'stand' de maquillaje de El Corte Inglés. Desde ahí lleva días viendo a familias enteras ir al centro a pasar la tarde, a mirar perfumes y a llenar la cesta. “No vienen la madre o el padre solos. Se traen también a los niños”, cuenta. Hoy la asistencia se ha disparado. Parece un día de rebajas, solo que mucha gente —menos los trabajadores — va con guantes y mascarilla. “Estoy flipando”.

La crisis del coronavirus impacta en el consumo de los hogares españoles. En la última semana, el gasto ha aumentado un 113% con respecto al promedio semanal de enero y febrero, según datos de Kantar. El miércoles 11 de marzo la subida llegó hasta el 180% de media. Por tipo de establecimiento, droguería y perfumería se llevan la palma con crecimientos del 245% semanales, mientras que mercados, plazas y súpers se quedan en un nada despreciable 110%.

El lunes por la noche, tras el anuncio del cierre de escuelas en Madrid, muchos fueron a comprar. De repente tenían que hacer más comidas en casa —las suyas, si podían teletrabajar, y las de los niños — y era necesario surtir la nevera. El contagio de la histeria a través de las redes sociales, las fotografías reenviadas por Whatsapp de las colas y estanterías vacías, provocaron que la masa fuera aún mayor. Al día siguiente, las patronales de supermercados y el propio Juan Roig (que presentó los resultados de Mercadona) se apresuraron a garantizar que no faltaría de nada.

“El abastecimiento está garantizado”, dijo el empresario valenciano.

Las cadenas y sus trabajadores creían que, según avanzase la semana, la cosa se iba a calmar. “Será un pico. Es verdad que ahora tienes que cambiar tu hábito, pensar qué comer en casa”, decían fuentes del sector a eldiario.es el martes. “Hay que trasladar un mensaje de tranquilidad, porque si la gente compra fresco de más lo acabará tirando. Hay que comprar lo que se necesite”.

La teoría es que el que comprase kilos y kilos de comida no los iba a necesitar durante varias semanas. Pero las colas y estanterías vacías no han dejado de verse ni un solo día en muchos establecimientos, tanto de dentro como de fuera de Madrid.

El martes por la mañana, la cola de coches daba la vuelta al Mercadona de Doctor Esquerdo (Madrid). Apenas quedaban pizzas —los platos preparados son de los que más han aumentado sus ventas — y los dependientes estaban desbordados. El miércoles por la tarde no había huevos. El jueves por la tarde, casi ni pasta ni leche. El viernes no eran las siete y ya estaba casi todo vacío. “Nosotros por la mañana lo llenamos todo. El problema es que a las nueve la cola da la vuelta a la manzana”, comenta un reponedor. “Por eso ahora no queda nada. La gente entra, ve esto y se va”. Como las calles de alrededor, la afluencia estaba bajo mínimos.

“El stock de un supermercado es limitado”, recuerda Víctor Yuste, presidente del Foro Agroalimentario. “En ámbito urbano, el metro cuadrado es un bien muy preciado: se da más superficie a la sala de venta y menos al stock propio en tienda. ¿Cómo lo compensas? Con logística. Habitualmente, cada supermercado tiene su histórico de ventas y adapta el stock a su demanda ordinaria y normal”. Si en un barrio demandan magret de pato y en otro no, el supermercado adecuará su stock.

“Es como en la costa en temporada alta”, continúa Yuste. “Se sabe que esos supermercados en julio y agosto van a vender más”. Como está todo conectado con los proveedores, si se activa la demanda se generan pedidos en proporción. Cerealto Siro, la proveedora de galletas y pasta de Mercadona, reconoció a este periódico que los pedidos de pasta habían aumentado entre un 35% y un 50% estas semanas y que sus dos fábricas trabajan “a máxima capacidad, siete días a la semana”.



Como la pasta, las legumbres, el arroz, las conservas, las sopas y el aceite, los productos de higiene personal han sido los otros grandes beneficiados. Del Hipercor de Méndez Álvaro salía el viernes por la tarde una señora con el carro hasta arriba de papel higiénico verde. “No quedaba otro”, dice. “Yo vengo a hacer la compra todos los viernes. Pero hoy no hay nada”. La escena del papel higiénico agotado se repite en otras cadenas: AhorraMás, Carrefour. Incluso el viernes por la tarde se veían enormes huecos donde antes había cerveza Mahou.

Los empleados están superados. En centros grandes han recolocado al personal. “Han bajado a gente de otros departamentos, como ropa y perfumería, para que se pongan de cajeras”, explica un empleado de otro Hipercor. “Y a los chicos de reponedores. Estamos trabajando sin mascarillas y sin geles. Tocamos todo lo que toca la gente”. En el Carrefour 24 Horas de Vallecas llevan toda la semana saturados. Reponen por las noches, pero ha habido días con tanta gente hasta de madrugada que no han podido hacerlo bien. Por supuesto, los empleados no llevan mascarilla; ni siquiera guantes en todos los casos. “Yo ya habré pillado de todo”, dice un reponedor.



A partir del sábado cerrarán todas las tiendas de Madrid menos las de alimentación. Proveedores y distribución trabajan a destajo para atender a la gente. “Tenemos una cadena agroalimentaria muy eficiente, basada en productos propios nacionales”, continúan desde Foro Agroalimentario. “El suministro se da con normalidad. Lo que hace falta no es mayor producción, sino agilizar el abastecimiento del lineal”.

Los mercados tradicionales también notan un pequeño repunte, aunque quizá no tan exagerado. De momento, los mercas (mercados centrales a los que llegan los productos frescos) funcionan con normalidad, a la espera de ver si el pico de demanda y la caída de importaciones de ciertos productos resulta en un aumento de los precios.

“Allí no se nota nada”, dice un frutero del Mercado de Pacífico. “Todos los días somos los mismos”.

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