Turquía, un país para enamorarse de sus paisajes únicos… y de Estambul

Volar en globo es una de las excursiones más comunes que puedes hacer en la Cappadocia.

Elisabeth G. Iborra

Da igual que te gusten los circuitos cerrados o no: en Turquía, los viajes ya organizados te permiten conocer este bellísimo país sin complicaciones de tráfico ni de trámites y sin perderte un detalle de sus distintas regiones.  Ahora bien, nuestro consejo es que te vayas de tour por la Cappadocia, las piscinas de algodón de Pamukkale y el balneario natural de Antalya, pero luego te vuelvas a Estambul a pasar una semana como mínimo inspeccionando a fondo, pues te vas a enamorar.

La Cappadocia

La CappadociaNo has visto ni verás nada comparable. Ahí, en el medio de la península de Anatolia, se hallan unos 50 km2 de valles de las llamadas Chimeneas de las Hadas. Cañones, barrancos y colinas raras fruto de la erosión durante miles de años de la lluvia y el viento sobre el débil terreno de origen volcánico; ciudades mágicas como Göreme, cavadas por la mano humana en los extraños promontorios rocosos; templos, monasterios o cuevas con ventanas y relieves artísticos todavía habitadas; y ciudades subterráneas tal que Kaymakli y Derinkuyu. Todo este Patrimonio de la Humanidad de la Unesco puedes abarcarlo desde las alturas en un globo aerostático.

Pamukkale, las cascadas de algodón

Un movimiento tectónico en la depresión de la falla de la cuenca del río Menderes y, ¡hale hop! ahí tienes unas piscinas escalonadas de roca travertina blanca. Como sus aguas termales son ricas en bicarbonato y calcio, semejan cascadas de hielo sobre la ladera de la montaña, o sea, otro Patrimonio mundial de la Unesco para Turquía, en la región del Egeo. También lo es la vecina Hierápolis o, mejor dicho, las ruinas de aquella ciudad balneario fundada en el 190 a.C. cuyas termas quedaron decoradas para siempre por las columnas que derrumbó un terremoto. El anfiteatro y la necrópolis aún dejan entrever la riqueza de su civilización.

La ciudad de Antalya

Es tu opción si lo que te apetece es conocer un balneario turco actual, pero con puerto incluido. No en vano, está situado en la Costa Turquesa. Así es el mar que baña sus playas, empezando por Konyaalti, más pedregosa, y siguiendo por la playa de arena Lara, no demasiado lejos de las cataratas Düden Şelalesi y Kurşunlu Waterfall Nature Park. Para comprobar que la ciudad en sí fue un antiguo puerto romano, se recomienda visitar la Puerta de Adriano, erigida como homenaje al emperador romano en el año 130, y la torre Hidirlik del siglo II, con vistas al puerto. Otros vestigios de la antigüedad son la mezquita Yivliminare o Alaadin Mosque, perfectamente restaurada; las callejuelas con viviendas de estilo otomano, la fortaleza de Kaleiçi y el Museo de Antalya.

La Mezquita Azul

Es uno de los edificios más bellos del mundo y debe su apellido al color de sus azulejos exteriores, que la hacen refulgir en el cielo del parque de Sultanahmet. Se denomina así porque fue mandada construir por el Sultán Ahmed I entre los años 1603 y 161. Una cúpula apabullante y 6 minaretes la distinguen del resto de mezquitas, que suelen tener sólo cuatro. El patio también es el más grande de todas las mezquitas otomanas que se conservan. Desde luego, si la intención era competir en grandiosidad con la Iglesia de Santa Sofía, objetivo conseguido.

El Estrecho de Estambul

Muchos tours lo incluyen, pero si decides hacer Estambul por libre, cógete los ferrys públicos, que cuentan con cafetería para que te puedas tomar un té turco viendo pasar el Bósforo desde ambas barandillas para contemplar la parte asiática y la europea de la ciudad. Además, si te coges uno por la mañana y vuelves por la tarde, unos 90 minutos por trayecto, podrás ver el atardecer, una belleza absoluta contemplar el Cuerno de Oro y las mezquitas que se van iluminando a tu llegada.

Santa Sofía, iglesia – templo - mezquita y lo que surja

Al otro lado del parque de Sultanahmet, se eleva esta maravilla arquitectónica que Justiniano I, en el s. VI, ordenó construir. Es de suponer que todos los imperios que por allí han pasado querían hacerse dueños y señores de semejante obra dedicada a lo divino, así que no es extraño encontrarse inscripciones en letras árabes con los nombres de Dios (Alá), Mahoma y varios califas. Ahora bien, si algo destaca del arte bizantino son los mosaicos, no sólo el Pantocrator, sino los de la planta de arriba, todo un alarde artístico que no te va a dejar cerrar la mandíbula.

Otros imprescindibles de Estambul

Como en todos los países árabes, has de perderte por el Gran Bazar y lanzarte a regatear, así como en el Bazar de las Especias o Bazar Egipcio, construido en 1663 como parte del complejo de la Mezquita Nueva. Desde allí se ve la Torre Gálata, otro símbolo de la ciudad (junto a la Torre de Leandro) donde puedes cenar mientras disfrutas de unas bellas vistas. También es simbólico cruzar el puente de Gálata, pues une Oriente y Occidente, y en sus bajos hay buen ambiente para comer o fumar una shisha cerca del puerto de Eminonu. Alzado sobre el Cuerno de Oro, es un buen lugar para situar en el mapa el maravilloso palacio Topkapi, así como la mezquita de Süleymaniye, del s. XVI, que no por menos turística merece menos la visita.

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