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Sobre este blog

Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Niños devotos de Mariano Rajoy, el revoltoso

Mariano Rajoy, en '26J. Quiero gobernar'

Mariola Cubells

Prometo que me he sentado a ver ‘26J, Quiero gobernar’, el programa de Tele 5, liderado y producido por Ana Rosa Quintana, en el que el presidente del gobierno en funciones se enfrentaba a cinco niños de entre 7 y 11 años, con las mismas buenas intenciones de todas las veces. Quería, cuanto menos, pasar media hora distendida (qué gran idea tuvieron sus responsables de acotar en 30 minutos la duración del espacio. Me han salvado de una muerte segura, porque YO LOS HE VISTO TODOS). Pero, nada, imposible. Es que no hay manera.

Empecemos por el atuendo. Fue el único de los cuatro candidatos que acudió perfectamente trajeado y con corbata. Dios mío, asesores, ¿tanto os habría costado recomendarle un atuendo más informal? Que eran niños, no Pedro Piqueras... Y eso ya, a mí me amuerma un poco, la verdad.

Ana Rosa, en la antesala del plató televisivo, donde Rajoy se presenta por detrás ante los niños, le dijo “ellos no saben que está usted aquí” y una piensa en casa que no está bien hacerle eso a un niño. Pero luego, cuando los niños, antes de la aparición de Mariano Rajoy, demostraron que están bien preparados para la guerra, ya me quedé más tranquila.

Ana Rosa los (nos) distrae con historietas: enseña la imagen de Celia Villalobos en el Congreso, jugando al Candy Crush para que los niños digan qué es, o saca el momento del beso entre Pablo Iglesias y Xavier Domènech (a lo que uno de los niños pregunta, ¿era el día del orgullo gay?, lo que provoca la carcajada y el aplauso). Y mientras ella los entretiene, de pronto Rajoy se acerca sigilosamente para sorprenderlos. Y vaya si lo consigue. Hay que decir que el nivel de entusiasmo, de júbilo, de emoción al descubrir al presidente fue de diez. Y entre eso y las frases inconmensurables lanzadas por los niños, “yo soy tu mayor fan”, “nunca te jubiles”, “aún sigues teniendo una mente divina”, creo que hacía muchos años que Rajoy no se encontraba tan a gusto, tan a cubierto, tan entre algodones. Así que se relajó y se debió decir a sí mismo: venga, que estos son chavales, como mi Juanito, y no esos periodistas a los que tengo que intuir a través del plasma, ni esos otros que me preguntan sobre “la europea”...

A ver, entendámonos, divertido no estuvo. Eso no. Pero tranquilo, sí. A mí lo que me pasaba es que estaba en tensión, por si se le escapaba una colleja. Pero no, eso tampoco. No hizo falta, en cualquier caso. Salvo la pregunta incómoda de “¿por qué hay tanta corrupción en su partido?”, a lo que Rajoy contestó con un glorioso “nadie es perfecto”, los niños estaban bastante rendidos a sus encantos. Niños, por cierto, que venían con los deberes hechos, me pareció a mí.

Con el 'mini yo' imitador (que ayer me resultó especialmente irritante), conversó sobre chuches, “no vamos a subir el precio”, sobre Murcia, “Murcia es una tierra muy bonita, yo conozco muchos pueblos de Murcia”, sobre Cataluña, “España es una nación y no se puede tocar”. Todo grande.

Lo más trascendente (lo único, quizá) fue que verbalizó su aspiración de gobernar en solitario y en minoría. Ahí me desperté un poco. Luego ya le pusieron el himno a ritmo de merengue y se mostró tan entusiasmado con la nueva versión como yo, que me costaría citar a diez futbolistas en activo, con la Eurocopa.

Y entonces llegó la entrevista a Soraya en un parque, que dijo que Mariano tenía mala caligrafía, que no sabía cocinar (algo que dejó clarísimo el día que visitó la casa de Bertín) y que no se le daban bien los idiomas. Para todo lo demás, un crack, vino a decir. Luego contó un chascarrillo: una vez en una boda, cuando la música se acabó, Mariano le pidió que pinchara (sí, que hiciera de DJ. Sí, en una boda. A Soraya). Y ella lo hizo. Música de los 80. Alaska sobre todo. Un éxito, apuntó.

El momento almíbar lo aportó un viaje a su pueblo natal en el que supimos, según su vecina Pepita, que de niño fue revoltoso. Sí, habéis leído bien. Revoltoso. Y que le gustaba mucho el chocolate. Impagable anécdota. Mientras salían imágenes de su casa infantil, de su pueblo y de él de niño, Mariano estaba impertérrito.

Lo mejor fue algo que descubrí gracias a un tuit de Javier Durán, que se declaraba muy fan del que había pintado en la pizarra un arcoíris gay y una bandera republicana. Y, por cierto, ya han corregido el desorden de las letras del abecedario que estuvo presente en las anteriores entregas.

Mientras todo esto pasaba, en Antena 3 Pablo Motos le daba estopa a Íñigo Errejón en El Hormiguero, convirtiendo el programa en TT. Como el de Mariano, por otra parte.

Hoy lo entrevista Pedro Piqueras. Por si queréis la dosis.

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