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Sobre este blog

(Bilbao, 1959). Ha sido guionista de radionovelas de humor, cómic (El Víbora, Cimoc...) y numerosas series de televisión (Farmacia de guardia, Turno de oficio...). Ha publicado los libros de relatos, novelas históricas juveniles. Su novela Voracidad fue Premio Euskadi de Literatura 2007. Ha sido traducido al francés, alemán, italiano, ruso, búlgaro, noruego y euskera. Es columnista de opinión en el diario El Correo y otros periódicos de Vocento. Dirige el festival La Risa de Bilbao, Semana Internacional de Literatura y Artes con Humor.

Paquito excelente

Juan Bas

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Hay muchas personas que utilizan cargantes muletillas en su lenguaje oral ―algunas hasta en el escrito; verbigracia, los «por consiguiente» de cierto articulista de prensa―. Corramos un piadoso velo sobre los «diferidos» de Cospedal y los patéticos «no me consta» de Floriano, mi héroe, que más que muletillas son surrealismo. Recuerdo a mister O’Sea, un compañero del colegio que comenzaba cada frase con un «o sea» y lo decía al cabo del día tantas veces que más que muleta era ya silla de ruedas; a Demoque, un cura salesiano que repetía tanto «de modo que», que lo contraía o más bien estrujaba de esa manera; o a un antiguo preparador de boxeo que se cagaba cada dos por tres en su «puta calavera». Pero del que más me acuerdo es de Su Excelencia Paquito, también conocido como Paquito Excelente, que tenía muy buen conformar, era un entusiasta de la vida y todo le parecía, pues eso: excelente.

Conocí a Paquito Excelente a finales de los setenta, durante mi época de estudiante de Derecho, cuando hacía mucho el tuercebotas por la calle Barrencalle del Casco Viejo de Bilbao. Paquito era un pequeño camello de hachís; pequeño en todos los sentidos, pues levantaba del suelo poco más de metro y medio. Era muy inculto, pero poseía un gran ingenio natural y tenía mucha gracia, lo cual hacía que resultara simpático y dicharachero.

Si se le preguntaba: «¿Qué tal costo tienes hoy, Paquito?» Indefectiblemente levantaba el pulgar y respondía: «Excelente, colega.» El tiempo era excelente, aunque lloviera como cuando enterraron a Azofra, que el ataúd era de plomo y flotaba; sus compañeros de ‘chabolo’ en el trullo eran siempre excelentes, aunque le afanaran hasta el vaho del aliento y, sobre todo, era para él excelente el rasposo whisky español Dyc ―popularmente llamado Dragados y Construcciones―, que trasegaba en grandes cantidades, pues Paquito Excelente era un borrachín.

Estaba al borde de la cuarentena ―Paquito estaba al borde de todo― y además de enano y escuchimizado era feo con avaricia. Vivía en una habitación de la pensión Méndez ―que todavía existe―, situada en la confluencia de las calles Santa María y El Perro. No salía del Casco Viejo más que para ir a la comisaría o al juzgado, y no por su voluntad, claro.

Un día dejó de beber su «excelente» whisky Dyc en vaso de tubo, y se pasó a la cerveza con ginebra en botellín. No volvió a beber nada en vaso de tubo. Explicó el por qué en El Ebro, el bar de la deslenguada Julia, una diminuta y pintoresca tasca que solíamos frecuentar.

La noche de autos, Su Excelencia Paquito había ligado con una mujer mayor y feísima, lo cual era su especialidad. Se la llevó con él a la pensión. Explicó que en la mesilla de noche tenía siempre una botella de Dyc y dos vasos de tubo por si traía a una invitada, como era el caso, «para tratarla excelente».

Ambos aterrizaron en la piltra bastante pedo, se soplaron casi toda la botella de Dyc y perdieron el conocimiento. A la mañana siguiente, Paquito se despertó con una resaca «excelente». A su lado, la ninfa le daba la espalda y roncaba mejor que Polifemo. Paquito miró hacia su lado, a la mesilla de noche, y soltó un «excelente» grito de pavor. Lo que tantas veces había temido por pasarse tanto de la raya empinando el codo, acababa de suceder: tenía un ataque de delírium trémens, padecía una pavorosa alucinación.

Uno de los dos vasos de tubo contenía aún cuatro dedos de «excelente» Dyc. Y sumergido en el líquido color orina Paquito veía una dentadura humana que le sonreía. Se tapó los ojos para evitar la sobrenatural visión. El destemplado grito despertó a su compañera de sobre, quien con voz ceceante le deseó que se fuera a practicar sodomía pasiva por haberla sacado del sueño con tal brusquedad. Paquito se destapó la visual, la miró y soltó otro alarido de pánico. La recordaba de la parda noche fea y vieja, pero no tanto. Era una anciana con boca de pasa arrugada, una de las brujas de ‘Macbeth’ o por lo menos contemporánea de ellas.

La bruja se encaramó sobre Paquito, le brindó el primer plano de un pezón que parecía la colilla de un Farias, sacó la dentadura postiza del vaso con Dyc, se la colocó con un limpio manotazo y se bebió de un trago el funcional líquido antiséptico. Paquito se tranquilizó algo al entender que no le había pegado un jamacuco, pero se le revolvió más el revuelto estómago y, mientras corría en cueros por el pasillo al encuentro con el cuarto de baño comunitario, decidió entre arcadas que a partir de ese día había terminado con los vasos de tubo y el «excelente» Dyc para siempre jamás.

Treinta y cuatro años después, el otro día, creí reconocer a un Paquito septuagenario en las imágenes del telediario. Mostraban un comedor de Cáritas en Madrid. Juraría que Paquito Excelente era uno de los menesterosos que estaba allí desayunando. El plano se demoró algo en su mesa. Junto al tazón de café con leche tenía un vaso de tubo con un líquido de color parecido al whisky, seguramente algún zumo industrial. El viejo Paquito masticaba pan con dificultad. Pensé que quizá no le vendría mal ahora la dentadura postiza que aquella lejana mañana lo espantó y que la miseria puede justificar saltarse las promesas.

Sobre este blog

(Bilbao, 1959). Ha sido guionista de radionovelas de humor, cómic (El Víbora, Cimoc...) y numerosas series de televisión (Farmacia de guardia, Turno de oficio...). Ha publicado los libros de relatos, novelas históricas juveniles. Su novela Voracidad fue Premio Euskadi de Literatura 2007. Ha sido traducido al francés, alemán, italiano, ruso, búlgaro, noruego y euskera. Es columnista de opinión en el diario El Correo y otros periódicos de Vocento. Dirige el festival La Risa de Bilbao, Semana Internacional de Literatura y Artes con Humor.

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