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Diez años de la quiebra de Fagor Electrodomésticos (o cuando se tambaleó la esencia del cooperativismo vasco)

Antigua factoría de Fagor Electrodomésticos

Belén Ferreras

Bilbao —

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Fagor Electrodomésticos, icónica marca en miles y miles de cocinas durante décadas, cayó como un castillo de naipes hace ahora diez años, en octubre de 2013. Uno de los pilares más importantes de la rama industrial del grupo Mondragon entraba en proceso concursal y ponía en cuestión la esencia del gigante del cooperativismo vasco. Hubo manifestaciones en el valle. El grupo cooperativo cerró el grifo de la financiación con la que Fagor se mantenía desde hacía años y la dejó caer con una deuda acumulada de más de 800 millones de euros ante el temor de que arrastrara al resto de empresas del grupo en su desplome. Entonces, Fagor Electrodomésticos era una marca afianzada, con más de 5.600 empleados en diferentes plantas de todo el mundo, 1.800 de ellos en Euskadi. Hoy, diez años después, de Fagor Electrodomésticos sólo queda la marca del logotipo rojo, que sigue siendo propiedad de Mondragon a través del Grupo Fagor.

Desde el año 2020, bajo el nombre de Fagor Electrodoméstico -se le ha quitado una 's' a la marca original-, se comercializa la línea blanca de la empresa polaca Amica, que vio en la denominación de la antigua cooperativa la forma de entrar en el mercado español. Otras empresas como EuroMénage o Rhoiniter ponen el logotipo de Fagor a pequeños electrodomésticos y utensilios de cocina. Es el único rédito que sacó el grupo Fagor -en el que se integran ocho cooperativas, entre ellas algunas tan importantes como Fagor Arrasate, Fagor Automation, Fagor Ederlan o Copreci- de la pérdida de su facción de electrodomésticos, su empresa más grande y emblemática, que llegó a ser uno de los fabricantes en Europa con una gama más amplia de productos.

Pocas cocinas en España no contaban con algún electrodoméstico de la marca Fagor en las décadas de 1980 y 1990 y el 'boom' inmobiliario impulsó la empresa hacia su punto más alto. Pero la burbuja inmobiliaria pinchó en 2008. Empezaron a construirse menos casas y, por lo tanto, a montarse menos cocinas y a comprarse menos electrodomésticos. La crisis golpeó de lleno a Fagor, que justo antes del pinchazo había duplicado tamaño comprando la francesa Bradt realizando importantes inversiones que luego se mostraron arriesgadas. No se recuperó de esa crisis, hasta que el 30 de octubre Mondragon decidió no aportar más dinero a lo que ya se había convertido en un agujero negro para el grupo. La empresa se había llevado ya 300 millones de euros del fondo de solidaridad intercooperativo para financiar su agujero, sin conseguir taparlo. Además, junto con Eroski, se vio envuelta en una controversia por la emisión de unas aportaciones financieras subordinadas que algunos ahorradores adquirieron como depósitos ordinarios que no lo eran.

La dura experiencia de perder una de sus ramas más potentes supuso para Mondragon y para el grupo Fagor toda una lección de “aprendizaje” para no repetir los errores que llevaron a la caída de Fagor, como reconocen desde el propio grupo. De hecho, la crisis de Fagor supuso un antes y un después en el grupo cooperativo vasco que cambió muchos de sus mecanismos de autoexigencia de las empresas y la corresponsabilidad de los socios cooperativos, así como de los sistemas de solidaridad intercooperativa para evitar las caída de ninguna empresa. Pero esta gran crisis no supuso ni mucho menos la desaparición del grupo cooperativo del pódium empresarial como se vaticinó entonces. Ni siquiera porque Fagor Electrodomésticos fuera el embrión del grupo, levantado sobre los valores cooperativos que ideó el sacerdote José María Arizmendiarrieta. Él fue el que en 1956 bendijo la que primera piedra de Ulgor, los talleres que serían después el embrión de Fagor Electrodomésticos y sobre los que se levantó el Grupo Mondragon.

“Capacidad de resiliencia”

Cuando en octubre de 2013 Fagor Electrodomésticos anunció que entraba en preconcurso de acreedores saltaron todas las alarmas en Euskadi ante lo que parecía que iba a ser un hecatombe industrial dentro y fuera del grupo Mondragon. Si los procesos de quiebra y de pérdida de empleo llegaban a un grande como Mondragon, ¿qué ocurriría en el resto de empresas regidas por otros valores menos sociales? ¿Qué quedaba de la esencia del cooperativismo y de su aparente fortaleza frente a los periodos de crisis? ¿Era el fin del cooperativismo vasco como había sido conocido hasta entonces el momento en el que Mondragon decidió dejar caer a Fagor para evitar que arrastrara en su caída?

“Se puso a prueba la capacidad de resiliencia del cooperativismo de Mondragon”, dicen desde el grupo Fagor. Una prueba que creen que se pasó con nota si se mira hacia atrás. “El cierre tuvo un impacto enorme: se asumieron importantes pérdidas económicas, hubo que afrontar un complejo proceso concursal, y, sobre todo, hubo que gestionar la difícil situación en la que quedaron las personas de Fagor Electrodomésticos. La situación requería una respuesta urgente y contundente, siendo conscientes asimismo que la capacidad de hacer frente a dicha coyuntura sería un precedente para los años posteriores”, aseguran. “Todo ello exigió reforzar y adecuar los mecanismos de solidaridad y una década más tarde, se puede afirmar que las consecuencias del cierre de Fagor Electrodomésticos están superadas”, aseguran. “Se confirmó que el modelo es capaz de responder adecuadamente a un hecho de tal magnitud”.

En aquel entonces, la cooperativa Fagor Electrodomésticos reunía a 5.600 personas, de las cuales 1.800 trabajaban en las cinco plantas que la cooperativa disponía en suelo vasco. De ellos, 1.736 eran socios cooperativistas, que son los que fueron recolocados en otras cooperativas de Mondragon, esencialmente en las del grupo Fagor, o fueron prejubilados. Peor suerte corrieron los no cooperativistas de Fagor Electrodomésticos o de Edesa, que perdieron directamente su empleo.

Según han confirmado desde el Grupo Fagor, actualmente 1.405 personas socias de las 1.736 desempleadas inicialmente “cuentan con una solución definitiva”, bien sea a modo de reubicaciones definitivas, prejubilaciones o indemnizaciones, lo que destacan que supone un 81% del total. De ellas, 577 se han convertido en personas socias de otras cooperativas tras una reubicación definitiva, el 60% en cooperativas de Fagor. Por otra parte, hay 320 personas en situación de reubicación temporal, de las que el 71% trabaja en una cooperativa del Grupo Fagor. “En los últimos cinco años Fagor ha realizado 196 reubicaciones definitivas en sus cooperativas. De cara a 2023, se prevén otras 25 consolidaciones societarias”, afirman desde el grupo.

El cierre de Fagor puso a prueba también todos los sistemas de solidaridad de Mondragon a través de Lagun Aro EPSV, el sistema de protección social para las personas cooperativistas. “Entre ellas se encontraban la prestación de desempleo, las prejubilaciones y las reubicaciones en otras cooperativas. ”Lagun Aro tuvo que adecuar sus mecanismos para hacer frente a una situación sin precedentes“, señalan desde Fagor. ”Entre otras medidas, se duplicó la cuota que pagaban las personas socias del casi centenar de cooperativas adscritas a Lagun Aro para poder así financiar el enorme incremento de gasto que se produjo en la prestación de desempleo; se ofreció la opción de acceder a la prejubilación a las personas mayores de 55 años y se habilitaron diversos mecanismos para acelerar las reubicaciones“.

La caída de Fagor fue la crisis más importante del grupo Mondragon, pero no fue la primera, ni tampoco la última. En 2008 las asambleas de socios de Irizar y de Ampo las que votaron y decidieron emprender camino en solitario. En diciembre del año pasado fueron Ulma y Orona las que decidieron salir del grupo y caminar solas buscando mayor autonomía en la gestión en lo que se conoció como el 'coopexit. Fue precisamente Orona una de las que en 2013 fue más crítica a la hora de seguir aportando fondos a Fagor y finalmente una de las que bloqueó nuevas inyecciones de liquidez, cuestionando entonces la filosofía de la solidaridad entre las cooperativas que tanto Orona como Ulma volvieron a cuestionar tras salir del grupo.

Está por ver si Mondragon, la cooperativa más grande del mundo, se recupera de este golpe como lo hizo de la crisis de Fagor Electrodomésticos. De momento, las cifras con las que cerró el año pasado que se conocieron en julio, así lo ratifican: Las ventas crecieron un 10,7% hasta alcanzar los 10.607 millones de euros y una plantilla de 68.879 personas repartidas por todo el mundo.

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