“Los políticos temen a la sanidad porque no da votos, pero sí los quita”
“La sanidad pública es parte de la solución y no del problema de la crisis económica”. Así lo entiende Sendoa Ballesteros, doctor en Salud Pública y profesor de la Universidad del País Vasco. Ballesteros ha impartido varias conferencias en las últimas semanas en las que pone de manifiesto que el actual sistema público de salud español no es demasiado caro ni se encuentra por encima de las posibilidades del país. [if gte mso 9]>
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Las cifras del Eurostat (la oficina estadística de la Comisión Europea) para el periodo 2009-2011 reflejan que la sanidad pública española es de las más baratas dela Europa occidental (1.500€/persona y año) y de las más eficaces. Por solo 2.300 euros anuales por persona, en España existe una de las carteras de servicios más amplias del mundo con cobertura universal. “Alguien dirá, con razón, que Alemania, Francia, Holanda oBélgica son más ricas que España”, apunta Ballesteros, “pero si medimos el gasto sanitario en porcentaje del PIB, es decir, en proporción a la riqueza de cada país, el gasto sanitario español sigue estando entre los más contenidos de Europa occidental”.
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Sin embargo, advierte de que bajo el modelo actual, el sistema no es sostenible ni acorto ni a medio o largo plazo. ¿Por qué? Pues porque en el plazo de diez años, uno de cada cinco españoles será mayor de 65 años, con un coste sanitario entre 4 y 12 veces superior. “En 2012, en España el 17% de la población tenái más de 65 años. Y los enfermos crónicos consumen el 33% de los recursos”, explica Ballesteros. Así que lllegados a este punto, el objetivo pasa “por reducir el gasto público en sanidad, pero sin necesidad de recortes, copago o privatizaciones. Está demostrado que la austeridad y los recortes son la causa directa del deterioro de la salud en Europa. Las políticas de recorte no han funcionado en ningún país donde se han practicado, ni a nivel social ni sanitario. Ningún estudio científico lo avala ni para la salud de la población ni para la economía del país”.
Ballesteros también rechaza el incremento del copago farmacéutico porque en personas mayores y con menos recursos va asociado a una disminución de medicamentos fundamentales para su tratamiento y una incremento de la aparición de efectos adversos (por cese de la toma de medicación). Ello a su ves, desemboca en un aumento de las visitas a los servicios de urgencias y en más gasto sanitario. Por otro lado, “los estudios evaluados no apoyan la afirmación de que el sector privado sea más eficiente, responsable, o médicamente eficaz que el sector público”.
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Según el profesor Ballesteros, es posible remodelar el sistema sanitario sin recurrir al copago, la privatización o los recortes. “Se puede cambiar el sistema sin dañar la salud de la población. O incluso es posible realizar los cambios y a la vez mejorar la salud de los ciudadanos”.
Ciencia antes que política
Ciencia antes que política
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Para Ballesteros, las claves de la sostenibilidad del sistema pasan por mantener la financiación y la provisión públicas con cobertura universal y total accesibilidad a las prestaciones, ya que produce buenos resultados en salud y permite controlar el gasto sanitario mejor que cualquier otro modelo de sistema sanitario. Pero incorporando algunos cambios. “Se trata de dejar de hacer para poder hacer”.
Según el experto, uno de los cambios a introducir pasa por dar a la ciencia su auténtico valor. “¿Quién debería influir en las decisiones en materia degestión sanitaria? La influencia principal debieran ser las evaluaciones yla evidencia científica. La política es sanidad a gran escala y los políticos emplean muchas veces estrategias sanitarias con el ánimo de conseguir votos o, al menos, no perderlos. Temen a la política sanitaria porque saben que no da votos, pero sí los puede quitar”.
“Está demostrado científicamente que determinadas acciones sanitarias que son impulsadas por los gestores sanitarios actuales son contraproducentes. La ciencia no avala esas técnicas, sin embargo, saben que perderían votos si se hiciese cargo de la evidencia científica. Aquí es donde entran en juego las llamadas agencias de evaluación de tecnologías a las que ”se pide mayor protagonismo. Pero no faltan análisis, falta voluntad para utilizar sus resultados…“. Y pone como ejemplos el uso algunas veces de las radiografías o las campañas masivas de cribado de cáncer de mama en mujeres bajando hasta los 40 o 45 años de edad, donde es más probable obtener falsos positivos que diagnosticar un cáncer real. ”El conocimiento acerca de los costes de las pruebas y tratamientos habituales es muy deficitario, incluso entre los profesionales“, abunda Ballesteros.[if gte mso 9]>
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“Más que recortes, son necesarias desinversiones y, sobre todo, reformas. Es fundamental eliminar las actividades o procesos que no aportan nada a la salud del ciudadano o al sistema. Es decir, retirar la financiación a aquellos medicamentos y aquellas técnicas que no han demostrado ser eficientes. Con ese dinero podríamos impulsar lo que sí mejora la salud de las personas. Para que el sistema siga siendo sostenible es preciso un cambio de mentalidad. La actual es una medicina de consumo. Los pacientes, por su parte, también deben adquirir una mayor conciencia sobre su propia salud y sobre el uso que hacen del sistema”.
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