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El frontón más antiguo de Donostia, de 1932, destartalado y abocado al derribo

Visla lateral del frontón de Zorroaga

Rubén Pereda

17 de junio de 2022 21:46 h

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En el Alto de Zorroaga donostiarra, entre kilos y kilos de escombros, se entrevé un frontón peculiar, con un frontis dividido en dos por una gruesa línea negra. Es el frontón de Zorroaga, con dos canchas en una, y que se considera el frontón cubierto más antiguo de toda la ciudad. Se construyó en 1932 y ahora, siguiendo las indicaciones de un informe remitido al Ayuntamiento por la fundación encargada de custodiarlo, ha sido declarado en “ruina física” y ya se ha encargado a un estudio de arquitectura la confección de un plan para su derribo, que se acometerá en las próximas fechas. La asociación Áncora, que se encarga de preservar el patrimonio donostiarra, denuncia que el Consistorio, con Eneko Goia (PNV) al frente, se ha desentendido del cuidado del edificio. Apunta, además, a que el mal estado del frontón no ha impedido que en los sótanos se almacenen piezas del museo de San Telmo, de titularidad municipal.

El frontón de Zorroaga no se entendía sin el conjunto del que forma parte, que integra todo el asilo Reina Victoria, construido entre 1906 y 1910 siguiendo el diseño de los arquitectos Lucas Alday y Domingo Aguirrebengoa. La huella del segundo está marcada en otros cuantos puntos de la capital guipuzcoana, en edificios como la Villa Herminia —actualmente una residencia de ancianos— o uno de la calle Urdaneta que albergó la sede de la Escuela de Artes y Oficios.

Tal y como figura en los documentos que custodia el Archivo Municipal de San Sebastián, la primera piedra del asilo se colocó el 24 de septiembre de 1906. “Este equipamiento modélico constaba de una impresionante iglesia de influencia anglo-normanda y un edificio central de estilo gótico victoriano como construcciones más representativas, con una serie de pabellones adyacentes y patios unidos por galerías”, escribe sobre el conjunto del Reina Victoria la asociación Áncora San Sebastián, que se preocupa de conservar el patrimonio de la ciudad. “Todo ello erigido con buenos materiales y una disposición racional para favorecer la funcionalidad y la higiene del conjunto, que era a la vez residencia de ancianos y también hogar para niños pobres o enfermos, conformando un pequeño poblado con capacidad inicialmente para 800 asilados. Sus instalaciones conforman un ejemplo de infraestructura asistencial de la Belle Époque que aúna el atractivo paisajístico de su ubicación con una hermosa arquitectura residencial de estilo ecléctico”, remacha.

El frontón, diseñado por el propio Aguirrebengoa y que se construyó en 1932, se entendió en la época como una extensión del pabellón infantil y como parte de la función del asilo, que tenía como objetivo el desarrollo pleno de los huérfanos que allí se hospedaban. “Se configura como una nave alargada cuya fachada principal ofrece una imagen muy adecuada para el juego de pelota al evocar el aspecto típico de un caserío vasco, simulando un entramado de madera en el hastial con esquinales de piedra y recercos alrededor de los vanos”, describe Áncora, que tilda el pabellón de “funcional” y le atribuye “formas ligeras y sencillas”. Si bien ahora destartalados y llenos de escombros, estos 52x18 metros perviven aún como el frontón cubierto más antiguo de Donostia.

El de Zorroaga es ejemplo, además, de 'frontón dos en uno' o 'two in one', dado que consta de una partición central que divide en dos la cancha. Desde Áncora, amén de la antigüedad de la infraestructura, destacan también la singularidad de las armaduras: “Se articulan mediante finos tirantes y bielas del sistema Polonceau, empleado habitualmente en mercados y estaciones de ferrocarril”. “Son quince cerchas triangulares con vigas y tornapuntas de hierro fundido, que llevan el nombre del ingeniero francés que las patentó en el siglo XIX. Apenas se conservan ejemplos de este tipo de cubriciones en recintos deportivos: una opción poco habitual pero muy práctica, que permitió dejar tres grandes lucernarios en la cumbrera, logrando un sistema de iluminación y ventilación óptimo”, aseveran, en un escrito remitido esta misma semana a Nekane Arzallus, concejala de Urbanismo de Donostia, en el que piden que se conserve el frontón y se conceda una mayor protección al conjunto del asilo.

Derribo de un edificio en “ruina física”

La Fundación Zorroaga, que gestiona tanto el asilo como el frontón, presentó ante el Ayuntamiento de Donostia un informe que justificaba la “ruina física” del edificio del frontón, a cuyos materiales estructurales, incluidos muros y forjados, achacaba un “agotamiento generalizado”. Alertaba, asimismo, de un “riesgo de colapso [...] en cualquier momento”. Apenas una semana y media después, el Consistorio visitó el lugar, ordenó la ejecución urgente del desalojo y declaró la ruina del edificio, sito en el número 3 del Alto de Zorroaga. A partir de ese momento, se encargó al estudio de arquitectura de Izaskun Larzabal la redacción de un proyecto de derribo.

El plan prevé el derribo del edificio “en su totalidad”. Según los propios documentos elaborados por el estudio de Larzabal, sin embargo, en el sótano existe un local en el que se guardan “diversas piezas propiedad del museo San Telmo”. ¿Por qué hay piezas de un museo municipal almacenadas en un edificio que se ha catalogado bajo la categoría de “ruina física” y en riesgo inminente de derrumbe? Desde la dirección del museo, se matiza que no se trata de elementos patrimoniales de valor, sino de “algunos trozos de lápidas” y de “losas que se usan para reponer el suelo del claustro” cuando se necesita. “Nos avisaron de que, dentro de la previsión, habría un periodo para sacar lo que había allí. Está debajo del frontón, no es parte en sí del frontón”, alegan. El plan dedica una primera fase de la obra a “apuntalar” el sótano, de tal manera que se pueda proceder al “vaciado del almacén del museo San Telmo”. Al apuntalamiento se dedicarán dos días, mientras que el vaciado de las piezas que allí se conservan tomará otros tres.

Fernández-D'Arlas, de Áncora, tilda de “inaceptable” la decisión de almacenar objetos en un edificio que está en riesgo de colapso, y recalca que el almacén en el que están las piezas también forma parte de ese edificio y también es susceptible de ese riesgo. “Además, es un frontón, no está pensado para ese propósito. Aunque les resten importancia a los objetos que allí se almacenan, alguna tendrán, porque por algo se conservan. Deberían almacenar estos objetos en un lugar adecuado para ello”, reclama. “Nos tememos que hay todo tipo de bienes muebles, sin inventariar, en otros sitios. Tenemos alguna pista de que estas situaciones se dan”, advierte.

Áncora, de hecho, ha remitido un escrito a Jon Insausti, concejal de Cultura, en el que solicita una “relación completa de bienes muebles que están almacenados en el frontón de Zorroaga, con el correspondiente número de inventario, la fecha del depósito y su estado actual de conservación”. “Tratándose de bienes que integran el patrimonio público de todos los donostiarras, deberá justificarse el almacenamiento prolongado de estas piezas en el interior de un recinto deportivo, así como la falta de mantenimiento adecuado del mismo, dirimiendo en su caso las responsabilidades inherentes a la situación irregular de su custodio”, solicita la asociación en el escrito, con fecha de 16 de junio de 2022.

El Ayuntamiento y la fundación

Cuando Áncora ha pedido que al conjunto de Zorroaga —que incluye el frontón, pero también el resto del asilo— se le conceda una protección urbanística por su interés histórico y arquitectónico, el alcalde de Donostia, Eneko Goia (PNV), se ha escudado en que su titularidad es privada. “La Fundación Zorroaga está en proceso de crecimiento y esta es una oportunidad para hacerlo. Con la pandemia se ha visto que el modelo de residencia debe cambiar y cada vez se busca más que haya una sola persona por habitación. Pero para eso hace falta espacio y ellos disponen de esta parcela para ampliar sus instalaciones”, arguyó el alcalde, según recoge 'El Diario Vasco'.

Áncora, sin embargo, cuestiona que la titularidad de la fundación sea privada. Según se establece en los estatutos, es de carácter privado, pero el patronato, que consta de catorce miembros, lo nombra el pleno del Ayuntamiento. El alcalde, además, ostenta el cargo de presidente nato. “Son fórmulas, pero el alcalde ha intentado eludir cualquier responsabilidad del Gobierno municipal en el derribo del edificio”, critican desde Áncora.

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