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Entrevista
Escritor

Juan Pablo Villalobos: “Me parece un tanto ingenuo el entusiasmo que genera la inteligencia artificial”

El escritor Juan Pablo Villalobos

Maialen Ferreira

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Un grupo de adolescentes de El Raval se reúnen para narrar historias. Escriben sobre suicidios, amoríos o desapariciones, pero sobre todo, cuentan, a su modo de ver, lo que implica vivir en uno de los barrios más estigmatizados de Barcelona y explican, con una mirada diferente, una ciudad que hasta ahora ha sido contada por unos pocos. “Siempre se mira la ciudad desde ciertos lugares y ciertos barrios. Hay ciertas ideas muy mitificadas de que los escritores son personas serias y geniales que pertenecen a una élite y la Barcelona burguesa ha sido narrada muchas veces desde esa situación de superioridad”, sostiene uno de los creadores del proyecto 'Historias del Raval', el mexicano Juan Pablo Villalobos.

Villalobos es uno de los escritores que ha participado en el Festival Internacional de las Letras Gutun Zuria de Bilbao y, tras explicar el proyecto en una sala frente a adolescentes y profesores, ha abordado el tema de la migración desde la literatura, en la charla 'La ciudad mutante' junto a la española Elvira Navarro. Más allá de las grandes historias inventadas, Villalobos insiste en escribir sobre lo cotidiano para crear sus novelas. “Me interesa la figura de un escritor cercano a la cotidianeidad, como el protagonista de 'Peluquería y letras', que lo que narra no parece ser muy literario, cuenta las pequeñas aventuras que le ocurren a lo largo de un día y es cierto que no son grandes aventuras, más bien parecen cosas banales o superficiales. Lo que me interesa es encontrar la literatura en las cosas que están más cerca de mí y no en aventuras exóticas”, indica a este periódico.

¿Qué es 'Historia del Raval' y por qué son importantes proyectos como ese?

Es un proyecto en el que participo en Barcelona que se basa en un taller y concurso literario con adolescentes del barrio de El Raval. Es un proyecto muy bonito porque se trata de un barrio multiétnico y multicultural y es una oportunidad para que los chicos de entre 15 y 17 años narren su barrio y su ciudad y muestren una ciudad con otras miradas y de forma distinta a los estereotipos, que ya nos quedan un poco lejos.

¿El proyecto busca deshacer el estigma del barrio de El Raval?

Por supuesto, pero también busca provocar. Siempre se mira la ciudad desde ciertos lugares y ciertos barrios. Hay ciertas ideas muy mitificadas de que los escritores son personas serias y geniales que pertenecen a una élite y la Barcelona burguesa ha sido narrada muchas veces desde esa situación de superioridad. Existen otras formas de contar la ciudad y no es solo una cuestión de clase social, también es de edad. Los participantes del proyecto son chicas y chicos muy jóvenes y algunos de ellos tampoco tienen interés en ser escritores, pero están escribiendo relatos. Nosotros creemos que ahí también hay literatura.

Hay literatura en todas las vidas cotidianas, solo que algunos no la ven

¿Los adolescentes están subestimados por la sociedad?

Es un hecho que en esos procesos de maduración que pasamos todos como seres humanos no se nos conceden todos los derechos ni tampoco se nos abren todas las posibilidades simplemente por considerar que no estamos preparados para ello. Sin embargo, eso no tiene nada que ver con la capacidad de representar literariamente o artísticamente la realidad y la misma historia nos lo reconoce, porque muchísimos artistas, poetas y escritores fueron precoces. De hecho, existe un mito de la precocidad, dado que algunos de los artistas ya desde muy niños mostraban su talento y eso nos hace creer que en estos relatos de 'Historias del Raval' ya pueden existir virtudes literarias que no tienen por qué ser juzgadas quitándoles el peso que merecen solo porque estén escritas por adolescentes. Estamos hablando de literatura.

'Peluquería y letras' es el más autobiográfico de sus libros. En él se describe a sí mismo como si fuera un personaje más, ¿cómo se le ocurrió esa idea de la autoficción y por qué?

Llevo dos libros, además de este trabajando con circunstancias no autobiográficas, pero muy cercanas a lo autobiográfico. En 'No voy a pedir a nadie que me crea' y 'Peluquería y letras' directamente sí que estoy utilizando mi nombre y mis circunstancias personales. En el caso de 'No voy a pedir a nadie que me crea' escribo sobre un mexicano que viene a Barcelona a estudiar un doctorado en literatura y, en el caso de 'Peluquería y letras', sobre un mexicano que lleva muchos años en Barcelona, está casado y tiene dos hijos que nacieron y crecieron en la ciudad. No obstante, solamente es un punto de partida para poner a funcionar una ficción que es bastante inverosímil y absurda. Me interesa este ejercicio de difuminación de las fronteras entre lo autobiográfico y lo ficticio y de cuestionar todo el tiempo el lugar de prestigio del escritor. Creo que hay una noción muy anticuada y anacrónica del escritor como alguien que debe ser respetado y venerado o que se aísla y tiene que respetar ese aislamiento para producir, como si estuviera fuera del mundo y de la sociedad. A mí me interesa la figura de un escritor mucho más cercano a la cotidianeidad, como lo que le pasa al protagonista de 'Peluquería y letras', que lo que narra no parece ser muy literario, cuenta sus pequeñas aventuras que le ocurren a lo largo de un día y estas no son grandes aventuras, más bien parecen cosas banales o superficiales. Lo que me interesa es encontrar la literatura en las cosas que están más cerca de mí y no en aventuras exóticas.

¿Es más sencillo encontrar la literatura en lo cotidiano o entraña también sus dificultades?

Es distinto. Creo que escribir sobre grandes aventuras supone un ejercicio de imaginación distinto, que tiene que ver con la invención, con ir creando mundos o realidades paralelas. En este caso, trabajar con realidades más cercanas quizás no implica crear otros mundos, pero sí que supone mirar con atención al tuyo. Creo que uno de los grandes problemas que tenemos hoy en día es que estamos todo el tiempo distraídos y no ponemos atención. Hay muchos estímulos, muchas cosas sucediendo que vienen muy rápido, estamos muy precarizados y tenemos que ir corriendo todo el tiempo y no tenemos la capacidad de detenernos y mirar lo que está sucediendo alrededor de nosotros, de escuchar lo que dicen las otras personas y realmente hacerlo con una atención profunda. Hay una frase que me gusta y que yo la digo mucho y, es que 'cuando alguien te dice que no está pasando nada es que no está poniendo atención' porque siempre están pasando cosas. Hay literatura en todas las vidas cotidianas, solo que algunos no la ven.

La literatura de verdad jamás podrá ser creada por una máquina

Sobre eso que comenta de que hay “muchos estímulos y muchas cosas sucediendo rápido”, leí recientemente un tuit suyo en el que escribía “Despiértenme cuando acabe lo de la inteligencia artificial”. ¿Supone una amenaza para la escritura o por qué su crítica?

Más que por la escritura, puse ese tuit por el tema de las imágenes. Creo que hay un peligro grandísimo en empezar a difuminar la frontera entre la verdad y la mentira. Me parece un tanto ingenuo el entusiasmo que genera la inteligencia artificial porque si dejamos que crezca este instrumento de la manipulación de la realidad, estamos abriendo la puerta a un futuro en el que la posibilidad de difamación, de mentir en cualquier tipo de situación o de inventarse pruebas y testimonios nos van a hacer totalmente vulnerables a cualquier cosa. En cuanto al tema de la escritura, igual soy demasiado romántico, pero sigo pensando que hay algo que una inteligencia artificial nunca va a conseguir construir, evocar o imaginar y que es lo que significa ser humano. Esa máquina podrá llegar a escribir muy bien y es cierto que hay muchas personas que escriben como máquinas. Por eso cuando vemos textos escritos por inteligencia artificial nos parece que están muy bien y hay gente que dice que no se pueden distinguir de algunas novelas. A esas personas les preguntaría qué novelas están leyendo, porque están leyendo literatura que no tiene corazón y la hay, pero lo que para mí es la literatura de verdad jamás podrá ser creada por una máquina. No se puede equiparar el acumular información y establecer relaciones, que es lo que hace la inteligencia artificial, a la experiencia de vivir.

En 'Peluquería y letras' el hijo adolescente del protagonista le pregunta “Ya se te acabaron las ideas?”. ¿Los escritores viven con miedo a que las ideas se acaben?

Los escritores vivimos con miedo a todo (risas). En realidad en ese fragmento del libro hago una broma sobre la edad y la crisis existencial, porque soy un escritor de 50 años que he publicado bastante y tengo una carrera, y de pronto, aparece mi hijo adolescente, con todo su vigor, con su flow y su honda y es como si me dijera “Papá, estás viejo”. De hecho eso es lo que nos dicen los hijos todo el tiempo con todas las cosas que nos dicen. Es decir, cuando un hijo te dice “no entendiste el meme” lo que te está diciendo todo el tiempo es que estás viejo. Yo creo que el gran tema del libro es el miedo a la muerte y está manifestado de muchas maneras y una de esas es precisamente el miedo a volverse caduco, incapaz de conectar con la realidad, de quedarse encapsulado en un momento del tiempo que no es este y continuar escribiendo nostálgicamente.

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