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Pan, arroz con curry y una decena de voluntarios para dar una cena caliente a los sintecho de Donostia

Voluntarias de Kaleko Afari Solidarioak preparan una ración de arroz con curry para repartir

Alazne Aldayturriaga

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Una treintena de jóvenes sin hogar se acerca todos los días a las 21.00 a los arcos de la antigua Biblioteca Municipal Central de Donostia, en la plaza de la Constitución. De unas mesas improvisadas brota el olor de una cena caliente, recién preparada. ¿Los cocineros? Voluntarios de Kaleko Afari Solidarioak, una iniciativa ciudadana que desde hace diez meses ofrece comida casera cada día a todo aquel que la necesite y se acerque a la plaza de la Parte Vieja donostiarra.

La jornada comienza alrededor de las 20.50. Gema, una de las voluntarias, monta una mesa plegable que guardan en un bar cercano a la plaza y la cubre con un mantel. Justo después, llegan otros dos voluntarios con sendas cazuelas llenas de comida como para 20 personas. El menú de esta noche ha sido un arroz con curry. Un hombre se encarga de cortar el pan que les ha donado una panadería del céntrico Boulevard y, entre todos, comienzan a preparar las raciones que van a repartir. A las 21.00, los arcos se han llenado ya de una treintena de jóvenes sin hogar, que saludan amablemente a todos los voluntarios a su llegada. “Hola, buenas”, saluda uno de ellos. “Kaixo, chicos, ¿qué tal? ¿Bien?”, pregunta Gema.

Kaleko Afari Solidarioak es una iniciativa ciudadana que nació en noviembre de 2020, cuando unos vecinos de la plaza de la Constitución vieron un grupo “muy reducido” de personas que dormían en la calle y “que no tenían nada”. “¿Por qué no les bajamos una cena caliente?”, pensaron, ante la situación que presenciaron desde sus casas. Comenzaron sirviendo a cinco personas. Poco a poco, el grupo ha ido aumentando, también el número de voluntarios, que hoy ronda el centenar, y han llegado a dar de cenar a más de 40 personas sin hogar en un día. En primavera, en vistas del éxito que había tenido la iniciativa en la Parte Vieja, se creó un segundo grupo en Egia. Media hora antes que en la plaza de la Constitución, los voluntarios se juntan en la torre de Atocha para “replicar la experiencia”. Allí se congregan cerca de 50 personas a cenar todos los días.

“¿Por qué lo hacemos? Uf, me salen tantas palabras... Por justicia social”, expresa Gema. El objetivo de Kaleko Afari Solidarioak es que “las personas que no se lo pueden permitir porque están en situación de sinhogarismo tengan, por lo menos, una comida caliente al día”. “Sin hacer ningún tipo de discriminación”, aclara. Insiste en la importancia de poder comer caliente todos los días, un “derecho humano fundamental”, pues “en verano puede hacer una temperatura más o menos agradable, pero en la época de frío esta gente duerme en la calle”. “Ayer uno de los chicos me pidió un saco de dormir porque pasa mucho frío. Muchos de ellos te los vas a encontrar en la estación de autobuses de Donostia”, detalla.

Es un espacio de encuentro, de visibilizarles a ellos y de visibilizarnos a nosotros, de crear esos puentes de humanidad. Es algo tan básico como que hay gente que no come en esta ciudad tan bonita, tan turística y tan rica del primer mundo

Gema voluntaria de Kaleko Afari Solidarioak

Aunque el grupo y el número de personas varía día a día, el ambiente es “familiar”. “Para ellos es el mejor momento del día. Se sienten apreciados y a ello se suma el hecho de que pueden llenar el estómago. Sienten que llegan a casa”, se emociona Samiñe, una de las voluntarias más veteranas del grupo de la Parte Vieja de Kaleko Afari Solidarioak. “Aquí se genera un ambiente de confianza, casi familiar. A mí me resulta a veces como una cocina. Muchos de ellos nos conocemos ya desde hace tiempo y no solo nos vemos aquí, igual luego vas a la playa y los ves ahí, pero este espacio, para ellos y para nosotros, es un espacio de encuentro, de visibilizarnos: de visibilizarles a ellos y de visibilizarnos a nosotros, de crear esos puentes de humanidad. Es algo tan básico como que hay gente que no come en esta ciudad tan bonita, tan turística y tan rica del primer mundo”, coincide Gema.

“Por compromiso social”

Pese a que la plaza de la Constitución se encuentra a rebosar de turistas que aprovechan hasta el último minuto del día para visitar la ciudad, ni los voluntarios ni las personas que reciben el plato de comida caliente dejan de lado su cita. La gran mayoría de las personas que se han acercado a cenar son jóvenes que rondan los 20 años, si bien también hay gente más mayor. Casi todos ellos son migrantes, migrantes cuyo destino final ha sido Donostia y migrantes que se encuentran en tránsito, a la espera de poder seguir su viaje para buscar una vida mejor. “Pero su característica común es que no tienen un hogar con las mínimas condiciones de vida. La gran mayoría viven en la calle, en diferentes sitios de la ciudad”, relata Gema. Esta noche también ha acudido una mujer, pero se trata de un caso “superexcepcional”. “Hay una mujer que vive en la Parte Vieja, que es de aquí, que no tiene recursos y viene todas las noches. También había una pareja de Lasarte [Oria] autóctona, hay algún otro que viene que no es magrebí, gente sin hogar que ya lleva muchos años en la calle. Hay gente del ámbito estatal, pero son los que menos”, cuenta mientras saluda a un par de jóvenes que se ha retrasado.

Tras ellos, cuando los voluntarios han recogido ya la mesa en la que han servido un día más, se acercan otras tres personas, acompañadas de un joven que ya ha cenado en los bajos de la antigua biblioteca. Sin embargo, las cazuelas que desprendían olor a curry ahora están vacías y lamentan no poder ofrecerles comida caliente. “Si hubiera sobrado algo habríamos vuelto a montar lo necesario para servirles”, se apenan. En alguna otra ocasión el número de comensales ha superado las previsiones de los voluntarios. “Si en el momento del reparto nos quedamos sin cena esto no sucede. De alguna manera lo hacemos: o repartimos la comida, se la reparten entre ellos, o compramos pan... Más de una vez hemos ido a comprar tortilla de patata”, señala Vanesa, otra de las voluntarias.

La labor que hacen la realizan por convicción, “por compromiso social”, porque creen que esto no debería ocurrir en la ciudad. No obstante, los voluntarios de Kaleko Afari Solidarioak creen que esta responsabilidad debería quedar a cargo del Ayuntamiento de Donostia. “Creemos que cuando llegue el frío se merecen un sitio con unas condiciones básicas, y no estar aquí, en la calle. Pero mientras no lo hagan seguiremos haciéndolo”, remarca Gema. El pasado domingo, 15 de agosto, se dieron a conocer con un puesto en el Boulevard donostiarra, también para animar a más gente a colaborar con la causa. Aunque no ha habido respuesta alguna del Consistorio tras el evento, sí han tenido algún encuentro previo. La solución propuesta fue “una serie de vales para que puedan ir a restaurantes, pero para un número muy limitado de personas”, algo que “no ha repercutido en la iniciativa, no ha reducido el número de personas” a las que sirven. Por eso, los voluntarios son claros: “El Ayuntamiento tiene que hacerse cargo de esto y no con soluciones parciales que hagan simplemente de parche, sino asumiendo el problema, la necesidad que hay”.

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