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ENTREVISTA
Presidente del Consejo de Relaciones Laborales (CRL) vasco

Tomás Arrieta: “La negociación colectiva está paralizada y los salarios congelados. Es urgente llegar a acuerdos”

Tomás Arrieta, presidente del Consejo de Relaciones Laborales (CRL).

Belén Ferreras

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Tomás Arrieta es presidente del Consejo de Relaciones Laborales (CRL) vasco desde 2008, así que sabe bien lo que es bregar con las crisis económicas desde el mercado laboral. Cree que en medio de la incertidumbre en la que nos encontramos en estos momentos, con la elevada inflación, la guerra de Ucrania y las consecuencias que se mantienen de la pandemia, el mercado de trabajo está resistiendo y recuerda que las cifra de afiliados a la Seguridad Social se acercan ya a las registradas antes de la pandemia. Espera que la reforma laboral consiga reducir las altas tasas de temporalidad, pero advierte de que habrá que estar muy vigilantes, también desde la inspección, para que no se camuflen en otra formas de contratación, como los fijos discontinuos, los contratos que tienen que ser indefinidos. Arrieta tiene superado desde 2018 su tiempo de mandato al frente de este órgano de concertación entre empresas y sindicatos y consultivo para el Gobierno y el Parlamento. Una muestra más de las dificultades que tiene Euskadi para encontrar consensos cuando del mercado laboral se refiere.

Tenemos una inflación desbocada, en el 9,8%, y según datos del CRL sólo uno de cada cuatro trabajadores vascos tiene actualizado su convenio. Parece un cóctel perfecto para una primavera complicada en lo laboral.

Sí, tenemos un panorama con bastantes sombras, y quizá el nubarrón más negro sea esta inflación claramente desbocada. Una inflación que, cuando apareció, los analistas y las instituciones se apresuraron a decir que era un fenómeno fundamentalmente coyuntural y que las cosas volverían con cierta rapidez a estar controladas, a inflaciones en el entorno del 2%. Pero no está siendo así, al menos con la rapidez con la que en un primer momento se anunció. Es evidente que hoy tiene mucho que ver el contexto, no solamente con el internacional con la guerra en Ucrania, también con algunos problemas que se empezaron a detectar con la recuperación económica, fundamentalmente problemas logísticos, de suministro de materias primas. Son problemas que subsisten claramente agravados por la guerra. Y lo que tenemos por delante, o lo que tenemos enfrente, es una inflación desconocida que está ya rozando los dos dígitos y que es muy perniciosa desde todo punto de vista. O sea que esa es claramente la amenaza más seria que tenemos.

Si la subida de la inflación parece que deja de ser un fenómeno coyuntural, ¿cree que los salarios tienen que subir de acuerdo con el incremento de los precios?

Ese es el gran tema. Yo no digo que la inflación no sea un fenómeno coyuntural, pero sí que la frontera entre lo coyuntural y lo estructural no es fácil de establecer. Creo que se va a retornar a tasas de inflación mucho más bajas de las que tenemos ahora. El problema es cuándo. No creo que haya que temer que una inflación en el entorno del diez o del nueve se vaya a instalar en la economía, pero es verdad que dificulta de una manera notable los procesos de negociación. Aunque la recuperación se está retrasando un poco, yo creo que seguimos en un escenario de recuperación económica, y el objetivo de que los salarios no pierdan poder adquisitivo es entendible y legítimo. Ahora bien, para que eso se produzca, ahí hay que jugar con algunas variables. Una de ellas es la variable temporal, es decir, si la inflación va a remitir, pues negociemos para periodos de tiempo más largos. Otra es el tipo de inflación que tomamos como referencia, porque hay desviaciones muy claras, la interanual o la media, que pasa del 9,8% al 3%. También hay que jugar con cláusulas de garantía, de revisión, ver cómo evolucionan las variables económicas para ajustar las negociaciones. El panorama no es en absoluto fácil, pero en un contexto de alta inflación, la falta de renovación de convenios perjudica notablemente a las personas trabajadoras, porque los salarios pierden poder adquisitivo. Cuando un convenio no se renueva, las condiciones laborales quedan congeladas y el efecto sobre el poder adquisitivo real de los salarios es muy notable.

A la hora de trasladar la subida de precios a los salarios estamos obligados a encontrar un punto medio en beneficio de todos. Ese es el gran reto

¿Cree que este año los empresarios van a retrasar la negociación colectiva al máximo a la espera de que se consigan esos pactos de rentas a los que se pretende llegar?

Un pacto de rentas implica la moderación de las posiciones de todas las partes implicadas: los sindicatos en relación a los incrementos salariales, los empresarios en relación a los márgenes empresariales y el gobierno en relación a la evolución de los precios. La sensación que tenemos en este momento es que las negociaciones están un poco paradas. Es más fácil negociar en un contexto de mayor certidumbre y, por tanto, esperar un poco a ver cómo evolucionan las cosas. De hecho, nosotros estamos notando aquí que, aunque los primeros meses del año, casi nunca se producen grandes avances en la negociación colectiva, el primer trimestre de 2022 el avance ha sido prácticamente insignificante. Empezamos en enero con el 75% de los convenios pendientes de renovación. Estamos en el 74% de los convenios pendientes de aprobación una vez que ha transcurrido un trimestre. Luego los datos sí evidencian que hay dificultades en los procesos de negociación.

Vamos, que hay peligro de que se paralice.

Bueno, de hecho, más que se corre el peligro, yo creo que la negociación colectiva está paralizada. Estamos comprobando que los procesos se están ralentizando o que no se está avanzando muy poquito en la renovación de los convenios colectivos. Y si el convenio está paralizado los sueldos están congelados. Es urgente tomar decisiones y llegar a acuerdos que, insisto, son complejos y complicados. 

Tener los salarios congelados no es precisamente lo mejor para la recuperación, ¿no?

No, no es bueno. La congelación salarial actúa como un lastre para el consumo y tiene un efecto inducido sobre la recuperación económica. Ahora es cierto también, que el otro escenario, que es trasladar los precios automáticamente o directamente a los salarios, pone en marcha una espiral inflacionaria que también es mala para la economía, porque esos incrementos salariales se trasladan directamente a precios y ese traslado y esos precios implican nuevas demandas salariales en un círculo vicioso.

Es decir, que las partes están obligadas a encontrar un punto medio.

Bueno, como siempre. Yo siempre digo lo mismo, estamos obligados a encontrar un punto medio en beneficio de todos, en beneficio del conjunto. Ese es el gran reto, el gran objetivo y a la vez, es la gran dificultad. Una vez más, yo creo que lo que se demuestra es que los acuerdos, aunque no sean fáciles, son la mejor de las sendas para transitar, no ya solo en épocas de bonanza, sino en épocas de turbulencias como es esta por la que estamos atravesando.

En Euskadi el pacto parece complicado porque ELA ha dicho ya que ellos no se van a asentar en ningún pacto de rentas. ¿Qué le parece?

Bueno, yo sobre eso no tengo ninguna valoración. A mí no me corresponde hacer valoraciones sobre posiciones particulares. No es mi papel ni mi función. Cada cual elabora sus estrategias, las justifica, las argumenta y son legítimas las opciones que cada uno pueda ir adoptando.

¿Y en un contexto como el actual tienen previsto que aumente la conflictividad y el número de huelgas?

De momento yo no diría que tenemos un alto grado de conflictividad, como podría sugerir este ritmo lento o de bloqueo de la negociación colectiva. El nivel de conflictividad no se corresponde con eso.

Y, ¿a qué cree que se debe? ¿Se está a la expectativa a ver qué pasa?

Yo creo que sí, que todo el mundo está a la expectativa porque la guerra es un elemento de incertidumbre enorme. Luego están las secuelas de la pandemia que no acaban de desaparecer. Estamos todos un poco a la espera de cómo se desarrollan las cosas.

Ha hablado antes de que estamos en una situación de crecimiento. Entonces, ¿la situación no es tan mala como parece? ¿Se puede confiar en que no se camina hacia una nueva crisis?

La verdad es que, hoy por hoy, la recuperación económica sí se ha ralentizado, pero seguimos en una fase de crecimiento, que el Gobierno vasco califica de 'crecimiento sólido'. Según las predicciones OCDE, España no está entre los países que va a notar más el efecto de la guerra, evidentemente va a repercutir negativamente, pero no es de los países más afectados. Y, por otra parte, la evolución del empleo los datos están siendo datos buenos. En todos los parámetros, casi sin excepción. En términos de empleo, la situación no es tan mala como parece, desde luego. La recuperación está tirando del empleo de manera muy relevante y nos ha colocado ya en números de afiliados a la Seguridad Social levemente superiores a cuando estalló la pandemia.

¿No es comparable entonces con la crisis de 2008?

No, pese a la guerra. Claramente estamos en una situación mejor que en el estallido de aquello que llamamos la 'gran crisis' porque el empleo se está salvaguardando.

¿No va venir una de ésas?

No, no creo.

Hay que ver cómo evolucionan los contratos fijos-discontinuos que marca la reforma laboral, porque hay incertidumbre sobre ellos, y el papel de la inspección será esencial

¿Cree que la reforma laboral puede acabar con el problema de la temporalidad?

Tenemos unas tasas todavía muy altas de temporalidad, muy superiores a la de países de nuestro entorno. Y el sector privado está corrigiendo más sus tasas de temporalidad, pero el sector público tiene una tasa todavía más elevada. Dicho esto, los números que tenemos en cuanto a la evolución de la contratación en el primer trimestre del 2022 son buenos. Lo contratos indefinidos han crecido un 70% y los temporales han decrecido más de un 15%, y yo creo que eso es gracias a la reforma laboral, porque suprime los contratos por obra o servicio determinado que absorbían un tercio de la temporalidad. Y claro, uno dice bueno, pero a lo mejor son reconducibles a otros tipos de contratos temporales. Es difícil, porque la reforma también ha restringido el otro tipo de contrato temporal que podría ser equivalente, que es el contrato eventual. De manera que yo creo que claramente esos contratos por obra o servicio van derivando una gran mayoría de ellos hacia la contratación indefinida, y eso es consecuencia de la reforma laboral. Hay también algunas incógnitas, por ejemplo, cómo va a ir evolucionando el número de fijos-discontinuos porque no deja de ser un contrato a tiempo parcial y tampoco es la panacea. Hay una incertidumbre sobre ellos que habrá que ir despejando. El papel de la inspección será esencial, sobre todo en un contexto, digamos, complejo, en el que las fórmulas legales no son siempre sencillas.

¿El hecho de que tengan que hacer contrataciones fijas puede tener la cruz de que haya más contratos a tiempo parcial o que finalmente haya más despidos?

Evidentemente un empresario, si tiene que despedir, despedirá, seguro. Pero la reforma no ha tocado el precio del despido. La reforma del 2012 abarató el despido con la explicación de que se incentivarían los contratos indefinidos. Es evidente que ese argumento que no se trasladó a la realidad. Ahora el despido no se ha tocado.

¿Y cree que debería haberse aprovechado para encarecer el despido?

La verdad es que no creo que el precio del despido sea determinante. A ver si se entiende lo que quiero decir. El factor más determinante en la evolución del empleo en términos cuantitativos es la evolución de la economía. La relación entre cómo evoluciona la economía y si crece o no crece el PIB y cómo va incrementándose el empleo. Evidentemente los empresarios pueden recurrir a los despidos y, como digo, lo harán si las cosas van mal o si esto finalmente evoluciona hacia una nueva crisis, que ya digo que esperemos que no. 

¿Qué opina de la polémica sobre la protección a los convenios autonómicos que se generó en la reforma?

Pues a mí me hubiera gustado que la reforma laboral clasificara el espacio autonómico de negociación más. Pero tenemos un acuerdo interprofesional que se consiguió en el año 2017. Lo que tenemos que hacer es llenarlo de contenido. Si nos valió entonces, nos debe valer ahora, puesto que en ese aspecto no se ha cambiado nada en la ley. Entonces pensábamos que esa norma nos permitía hacer un acuerdo para proteger nuestros convenios, pues seguimos pensando lo mismo. Lo que tenemos que hacer ahora es dotar de contenido a ese acuerdo, que se hace activando nuestras negociaciones, es decir, renovando los convenios.

En esta crisis que arrancó en la pandemia y que se ha encadenado con la de la guerra de Ucrania se ha intentado proteger el empleo con los ERTE. ¿Cree han funcionado suficientemente bien?

Yo creo que los ERTE han funcionado bien, sin duda ninguna. Uno de cada tres trabajadores asalariados del sector privado estuvo en ERTE, más de 200.000 personas en algún momento. La gran duda era cuántas de esas personas se iban a reintegrar al mercado. Pero la realidad ha mostrado que todas o prácticamente todas se reintegraron. Por lo tanto, el balance yo creo que es un bueno.

Durante la pandemia y también con los ERTE aprobados ahora es obligatorio mantener el empleo durante unos meses. ¿Qué le parece que empresarios como el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, se queje de que se les restrinja el despido?

Yo creo que la exigencia de mantener el empleo durante un periodo de tiempo como contrapartida a la utilización de recursos públicos para ayudar a que ese empleo se proteja y sea estable es razonable, porque lo contrario tendría poco sentido. Si yo dedico recursos públicos a proteger el empleo es porque quiero proteger el empleo, y lo que eso significa es que ese empleo no se pierda. Obviamente no puede ser un plazo indefinido, sino un plazo temporal para que los trabajadores se reintegren a la producción ordinaria de la empresa. Si transcurrido ese plazo eso no es viable, pues se hará uso de los mecanismos que haya que hacer.

Usted aboga por la concertación. En la Mesa de Diálogo Social no se sientan ni ELA y LAB. ¿Cree que es entendible en tiempos de crisis?

Pues no me corresponde a mí juzgar eso. Cada sindicato decide si quiere sentarse, cuándo y con qué condiciones. Dicho eso, mi opinión personal es que la concertación es una buena práctica. Es decir, yo creo que hay que tratar de concertar el contenido de las políticas y las iniciativas públicas. Comprendo que haya quien cuestione el modelo y quien diga que hay modelos que no me valen. Lo comprendo y lo respeto, pero creo que en una sociedad avanzada, democrática y moderna se necesita un diálogo permanente con los agentes sociales para ver hacia dónde vamos y hacia dónde avanzamos.

¿Y cree que está funcionando bien?

La Mesa de Diálogo Social está generando resultados. No son procesos fáciles porque los temas son complejos y porque las políticas públicas tienen sus tiempos de maduración. Están hablando de formación, salud laboral, igualdad, procesos de transición hacia una industria mucho más digitalizada, robotizada. Ahí hay un riesgo evidente de que tenga repercusiones en el empleo y hay que proteger a las personas, a las personas asalariadas.

Muchos trabajos van a desaparecer con la digitalización y muchos que se van a transformar, hay que aprender a trabajar de otra manera

¿Cree que vamos a un cambio total de las relaciones laborales con esta nueva era de la digitalización?

Estamos en un momento complejo y complicado. Aquí hay dos grandes incógnitas. Una es la incidencia cuantitativa de estos procesos. Está claro que hay muchos trabajos que van a desaparecer con la digitalización y hay muchos que se van a transformar y, por lo tanto, hay que aprender a trabajar de otra manera. Ahí el gran reto es la formación. Y, luego, hay trabajos que emergerán. Pero esa es la gran duda de la ecuación. Es decir, no sabemos cuáles son ni cuántos son. Prepararnos para eso es el gran reto.

El tema de la formación es un reto que hay que abordar con rapidez, y dependiendo de cómo seamos capaces de darle respuesta, nos irán las cosas de una u otra forma a medio plazo

Habla de formación y los empresarios se quejan cada vez más de que no se encuentran perfiles que necesitan.

Es que Euskadi tiene un problema de envejecimiento evidente. Por tanto, a medio plazo va a tener menos activos, menos personas en edad de trabajar. Y luego tenemos empresarios que lo que demandan son determinadas cualificaciones y competencias. Si estas personas no son capaces de atender a esos requerimientos, pues tendremos personas que no encuentran un trabajo adecuado a sus competencias y empresarios que no encuentran un trabajador con las competencias necesarias. Y ese es el peor de los escenarios. Por tanto, hay que trabajar en el tema de la formación con rapidez, con agilidad, con diálogo, porque dependiendo de cómo seamos capaces de darle respuesta, nos irán las cosas de una u otra forma a medio plazo.

¿En este nuevo proceso caminamos hacia una nueva forma de negociación colectiva?

Vamos a una negociación colectiva más compleja, con otros contenidos. Una negociación colectiva que tiene que incorporar otras formas de trabajar, que tiene que dar respuesta a los retos de la digitalización, que cambia nuestras vidas aquí en el trabajo, en casa y en el ocio. El teletrabajo, la organización del tiempo de trabajo, todo eso. La negociación colectiva que se entiende fijando el precio del trabajo, ese binomio 'cuánto me pagas y cuánto tiempo tengo que trabajar', salario y jornada, está claramente ya superada.

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