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Urkullu y Feijóo coinciden en prescindir de los consejeros de Salud y Educación en sus nuevos gabinetes

El presidente gallego y el lehendakari, en una reunión conjunta celebrada en Vitoria

Iker Rioja Andueza / Gonzalo Cortizo

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Euskadi y Galicia han ido de la mano en todo 2020. Se convocaron elecciones a la par para el 5 de abril, la pandemia las suspendió en ambos casos y los presidentes Iñigo Urkullu (PNV) y Alberto Núñez Feijóo (PP) las recolocaron el 12 de julio. Tras sendas victorias -cada uno a su manera ha logrado mayoría absoluta- también celebraron en la misma fecha la investidura y, por lo tanto, sus cambios en el Gobierno se han conocido al tiempo. Y hay otro punto más en común: Urkullu y Feijóo han forzado relevos al frente de Educación y Salud, dos áreas clave en la gestión de la crisis de la COVID-19 y con los mayores presupuestos han cambiado

En el caso de Euskadi, la revolución es mayor, ya que han cambiado igualmente los titulares del resto de servicios básicos como Seguridad, Justicia o Empleo, así como la ubicación en el organigrama. Solamente uno de los consejeros del gabinete saliente repite con sus atribuciones intactas en el actual, Pedro Azpiazu al frente de Economía y Hacienda. Quien sale de Salud es Nekane Murga, que apenas llevaba 18 meses y que relevó a Jon Darpón tras su dimisión por la investigación de las filtraciones en las oposiciones del Servicio Vasco de Salud (Osakidetza). Es un asunto que todavía colea en los juzgados. De hecho, la pasada semana un testigo remarcó que en su examen, el de la especialidad de Angiología, se produjo un “tongo” para primar a los opositores previamente elegidos por los autores de las preguntas.

Murga pasó de estar al frente de esa crisis -otra testigo la sitúa como conocedora de las irregularidades en su condición de doctora de Osakidetza- a verse al mando de la lucha contra la COVID-19. Desde el principio, el Gobierno ya asumió que flaqueaba en comunicación, aunque se destacaba su capacidad de trabajo y que no había nadie mejor para ofrecer credibilidad que una cardióloga que ha salvado vidas en su trayectoria profesional. Aunque al final de esta etapa ya se hallaba más cómoda en las comparecencias, que han sido diarias en algunos momentos de estos meses, dejó momentos para la polémica cuando defendió la no utilización general de las mascarillas por prevención afeando a Pedro Sánchez que la llevara: “Tendrá coronavirus”. Tampoco ha quedado claro por qué en seis meses de pandemia nunca ha aparecido en público el director general de Osakidetza. Fuentes del Ejecutivo vasco indican que su salida ha sido una “decisión acordada” entre Urkullu y la afectada, aunque en las últimas semanas había mostrado su disposición a continuar. Su sustituta es Gotzone Sagardui, también de Bilbao, también licenciada en Medicina pero con mucho más peso político. Es bilingüe. “Tiene un perfil doble, técnico y político”, destacan de ella desde el Gobierno.

En Educación, la salida de Cristina Uriarte se daba por descontada. Desde hacía meses había sensación de final de ciclo. En su caso han sido ocho años, dos legislaturas, al frente de este cartera e incluso en la primera etapa con el añadido de Cultura. No han sido años exentos de polémicas y movilizaciones de los agentes sociales. Hay reformas educativas que no se han llevado a término y una comisión de investigación en el Parlamento puso en evidencia el fraude en la contratación del servicio de comedores de la escuela pública hasta 2015 aunque con origen en 2003 y que también afecta a los exconsejeros de EA Tontxu Campos y Anjeles Iztueta o a la actual ministra del ramo, la socialista Isabel Celaá. Desde el Ejecutivo indican que la salida no puede interpretarse como un fracaso o como un reconocimiento implícito de errores en plena vuelta a las aulas. Subrayan que ningún consejero anterior ha estado tantos años seguidos al frente de un área tan sensible.

El caso gallego es similar. En los meses previos a las elecciones la exposición del conselleiro de Sanidade, Jesús Vázquez Almuiña, fue total y sus explicaciones sobre las decisiones que se iban adoptando para frenar la pandemia generaron varios incendios que Feijóo tuvo que solucionar personalmente. Fue el caso de la decisión de cancelar los contratos del personal sanitario con contrato temporal que contraía el virus. La decisión incendió los ánimos de los profesionales de la salud, en unas semanas en las que cada tarde a las ocho el sector recibía el aplauso unánime de los ciudadanos en los balcones. El candidato a la reelección tuvo que rectificar a su conselleiro y pedir disculpas. No sería la primera vez. 

También se sonrojó el barón gallego del PP cuando trascendió la decisión de pagar a los médicos con un cheque para restaurantes y hoteles, destinado a este sector y que pretendía compensar sus desvelos, al tiempo que se atendía a la principal obsesión de Feijóo durante el coronavirus: La industria turística y hostelera gallega. Hubo nuevas disculpas.

Con todas las miradas puestas en la sanidad, Feijóo asumió el riesgo de defender las estrategias que Almuiña ponía sobre su mesa cada día. Ahora, el exconselleiro se cae del nuevo Gobierno y en la Xunta no han tardado salir al paso con la teoría de que el cese del exdirigente de la sanidad gallega se debe a un problema de agotamiento y que la salida ha sido pedida por el propio interesado. La teoría no deja de tener sus puntos ciegos ya que nadie en el nuevo Gobierno gallego explica cómo en medio de la segunda oleada de coronavirus, con más de 200 contagios diarios y con una docena de muertes por semana el conselleiro de Sanidade puede argumentar cansancio para echarse a un lado. 

Tras meses de campaña electoral vendiendo la idea de que en Galicia el COVID-19 golpeaba menos que en el resto, ahora la Xunta presenta su nuevo equipo con una nota de prensa en cuyo primer párrafo se destaca el “compromiso con el realismo” del nuevo equipo. Nada de lo hecho mal al principio de la pandemia podrá ser juzgado políticamente ya que la sanidad gallega tiene un nuevo responsable, al que no se podrá culpar por los errores de su predecesor. 

En cuanto a la Educación, el relevo es producto del desastre con en el que la conselleira saliente, Carmen Pomar, afrontó el arranque del curso escolar al que los padres de alumnos llegan en pie de guerra y apoyando las huelgas planteadas desde los sindicatos. Pomar apostó antes del verano por no ceder a las recomendaciones del Gobierno central que apostaban por desdoblar aulas para reducir el riesgo de contagios. Feijóo llegó a asegurar que en los patios había más peligro que en las aulas. La Xunta acabaría rectificando tarde y al líder del PP gallego no se le ocurrió otra manera de escapar del problema que señalando a Madrid como responsable de no redactar un protocolo único, a pesar de que las competencias educativas son exclusivas de la comunidad autónoma. 

Sin llegar a asegurar que la conselleira sale porque así lo ha deseado, el ejecutivo gallego afirma que la decisión se toma para reducir burocracia en momentos de dificultad. Educación vuelve a integrarse en la consellería de Educación, en donde ya estuvo antes, bajo el mando de Román Rodríguez. Un paso atrás en toda regla.

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